Dicen que la almohada guarda todo tipo de secretos. Desde nuestros miedos más profundos, hasta nuestros deseos más bajos y primarios.
He dormido en esta cama y he usado esta misma almohada desde hace años y sé que ha visto más de mí que cualquier otra persona.
—¿No te parece pequeña la cama? –Digo en voz baja con miedo a que esa esfera que nos protege acabe por desaparecer.
—A mí me parece que es perfecta –Me asegura con una sonrisa mientras me acaricia el brazo.
Se deja caer sobre mí y me besa con delicadeza. Su pelo me hace cosquillas. Se separa de mí muy despacio, como si su boca fuera una ventosa y pego mi frente a la suya.
No me puedo creer que estemos así, ella sobre mí y nuestros labios rozándose todo el tiempo. Suavemente me besa el cuello, intentando no dejar un rastro de saliva por él. Yo le acaricio la espalda y suspira levemente en mi oreja. Su aliento es cálido y sé que mi almohada lo está guardando en su memoria para que, cuando se vaya, yo pueda soñar con ella una y otra vez.
Muevo la cabeza un poco y le muerdo con cuidado la misma zona del cuello donde ella me está besando y noto su garganta vibrar. Todo es tan suave y tan lento que si hago algo más rápido de lo normal sé que saldría mal. Vuelvo a besar su cuello mientras le subo la camiseta hasta la mitad de la espalda. Su piel está ardiendo tanto como la mía, estoy segura.
Con la nariz acaricio su mentón hasta que nuestras narices se rozan y nuestras bocas vuelven a juntarse. Dejo que meta su lengua en mi boca y noto que le cuesta respirar. Mi mano libre va a su mejilla y se la acaricio para indicarle que tenemos tiempo, que mi cama tiene que grabar todo lo que hacemos: tiene que notar nuestras respiraciones, tiene que grabar el movimiento de sus caderas contra las mías, mi anticipación cuando se aleja de mí y ya estoy deseando que vuelva a moverse para escuchar el crujido de la cama...
—Yui... -Su boca contra la mía. Una de sus manos que sostiene su peso, me acaricia un costado y va bajando hasta quedarse en mi cintura.
—¿Qué pasa? -Digo en el mismo tono de voz.
—Creo que es imposible amarte más de lo que ya lo hago...
—Yo también te amo.
La beso. Es un beso profundo, con muchos suspiros de por medio y caricias en su espalda. Noto mi ropa interior húmeda. Su mano me acaricia el vientre haciéndome encoger por un microsegundo, vuelvo a respirar normal. Entonces noto que su mano va donde antes estaba su muslo y acuna mi sexo con brusquedad. Rompo el beso y noto cómo palpito donde su mano no deja de moverse provocándome descargas eléctricas.
Está lloviendo fuera y aunque ahora solo me apetezca gritar y que esos crujidos vuelvan, no quiero hacer más ruido que la lluvia. No sé cómo lo hago, pero consigo levantarle la camiseta hasta las axilas y que deje de acariciarme para deshacerse de ella. Ahora el edredón guardará en su memoria incluso la forma en que se mueven sus omóplatos cuando vuelve a dejarse caer sobre mí y sentimos nuestro pecho el uno contra el otro. No quiero que el edredón se caiga y lo sujeto hasta que está como al principio. Le acaricio la parte baja de la espalda y beso el hueco de su hombro unas cuantas veces hasta que su mano vuelve a reclamarme. Me está acariciando por encima de la ropa y quiero quitarme el pantalón, pero a mis manos les gusta demasiado la curva de su espalda. La veo mordiéndose el labio cuando escucha el primer gemido abandonar mi boca. Me ha costado mucho dejarlo ir. Volvemos a besarnos, esta vez no puedo evitar hacerlo con brusquedad. Mi lengua acaricia justo debajo de su filtrum y uno de sus dedos se despide del movimiento que hacen los demás y me acaricia justo donde tiene que hacerlo para que yo no pueda más y mis manos bajen hasta los bolsillos traseros de su pantalón y me agarro a sus glúteos. Me vuelve a besar y a acariciar y, a la vez que aprieto los ojos, aprieto donde están mis manos y gemimos contra la boca de la otra. Elevo las caderas involuntariamente buscando más su roce y su mano baja hasta donde sé que está húmedo, aunque lleve los pantalones aún, sé que puede notarlo. Sus dedos abren hábilmente mi pantalón y mis manos van desde su trasero hasta su nuca y costado derecho. Sus pezones están duros. Vuelve a besarme el cuello mientras me baja la cremallera. Vuelvo a atraerla a mi boca y, mientras nos robamos el aire la una a la otra, mi mano viaja por su costado y acaricio su pecho muy superficialmente, lo bastante para que deje de respirar dos segundos y continúo bajando hasta el hueso de su cadera. Ella siempre bromeaba y me decía que ya no se le notaba porque come un montón, pero está ahí.
Se queda quieta sobre mí, solo me besa. Y por la manera en que lo hace sé que ya no está pensando en nada. Me muerde el labio suavemente y yo le respondo con unas mordidas algo más fuertes para notar su sonrisa.
—Qué posesiva... -vuelve a hablar después de tanto tiempo. Ya necesitaba escuchar su voz.
Sin pensármelo dos veces, antes de que ella vuelva a acariciar mi sexo y a desquiciarme, meto mi mano por dentro de su pantalón y de su ropa interior y un calor y una humedad que nunca antes había sentido, envuelve mis dedos.
—¡Yui! -llora en mi oído.
Está apretando tanto los ojos que me anima a seguir. Acaricio su húmedo sexo aún con la dificultad de tener su ropa, que me impide mover la mano con libertad. La acaricio como ella me lo ha hecho a mí y gime en mi oído sin ningún pudor. Con la otra mano vuelvo a atraerla a mi boca y se deja besar. Decido acariciarla con cuidado, pero está tan mojada que mis dedos se escurren y van a parar a su periné. Me trago varios gemidos suyos y con el dedo corazón subo hasta donde han resbalado mis dedos antes e intento introducírselo. Sus caderas se mueven contra mi mano y su cálido interior envuelve la punta de mi dedo. Lo deslizo con cuidado y ella se separa de mí y se mantiene erguida, sintiéndome. Toma aire e intenta relajarse. Con cuidado lo saco y lo vuelvo a meter. La noto temblando. Saco la mano y le desabrocho el pantalón, ella se sienta sobre mí y termina lo que yo estaba haciendo. El edredón está sobre sus hombros y yo la miro desnudándose, sintiendo aún la viscosidad en mis dedos. Deja caer sus pantalones y su ropa interior en el lado opuesto donde está su camiseta. No puedo dejar de mirarla mientras se desnuda. La cama vuelve a crujir cuando vuelve conmigo.
—¿Sabes que eres preciosa, Moa?
—Tú también lo eres, Yui.
Es cierto que hoy dependo mucho de mi cama y almohada, estos secretos prefiero que se guarden en un lugar seguro como este y no en otro lugar, pues incluso mi mente no será capaz de recordar siempre al 100% todo lo que pasa con ella. Mis sentidos se abotorgan en el momento en el que ella me desnuda y me besa. En el momento en el que nuestros cuerpos se necesitan, en el momento en el que mi cuerpo arde ahí donde su lengua me toca.
La almohada graba el movimiento de mi mejilla contra esta cuando noto ese pequeño pinchazo que me hace agarrarme a Moa fuertemente. La cama cruje una y otra vez haciendo más ruido que la lluvia cuando me pongo encima de ella y gime cada vez que estoy dentro una y otra vez. Las sábanas, mientras, toman la forma de sus puños cerrados.
A la vez que la beso mientras ella se mueve contra mi mano como yo he hecho antes, me pregunto si su cama también guardará secretos tan grandes como el darle todo lo que tienes a la persona que amas.
Fin
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Secretos
FanfictionUn one-shot con tan poca historia, que no necesita resumen. Advertencia: incluye contenido adulto.