Una Noche De Copas (Fyoya)

08. Me Entrego A Ti

La luz del sol entraba a través de aquellas delgadas cortinas de lino blanco, el clima comenzaba a ser frio, días antes había escuchado en las noticias que debido a una tormenta tropical llegarían a presentarse lluvias por las noches lo que provocaba que la temperatura se encontrara debajo de los cero grados, pero en esta ocasión logro descansar mejor que otras veces, aun con la gruesa cobija de algodón y entre los brazos de su amado el calor, la satisfacción de lo que habían hecho una vez se encontraron solos permanecía presente, casi podría ignorar el dolor de su cadera

Abrió los ojos observando con detenimiento la habitación en la que se encontraba, no era su departamento mucho menos el del azabache donde se había quedado con anterioridad, no, ahí llegaron después de haber huido en los auto, a las afueras de Yokohama donde no pudieran encontrarlos, pero eso no era de relevancia para el pelirrojo, lo que realmente quería saber era ¿dónde se encontraba su amante?

Se cubrió con la sabana mientras se ponía de pie, intento sostenerse con ayuda de sus brazos encaminándose al cuarto de baño, dejo caer las cosas en el suelo al corroborar que se encontraba completamente solo observando en el gran espejo delante suyo todas las marcas sobre su pecho y cuello, una ligera sonrisa hizo aparición en su rostro, anoche al haber hecho el amor con su amado sintió algo diferente en él, había tenido más cuidado para tratarlo, aun podía sentir sus manos por sobre su cuerpo, en su espalda, cadera, piernas, explorando cada parte de su cuerpo, el motivo principal y único de lo que se había suscitado entre esas cuatro paredes fue la satisfacción de ambos por la decisión que habían tomado, Nakahara escogió servir a Fyodor con su vida

Preparo la tina con agua caliente, entrando a esta para poder relajarse, desde que despertó noto como un líquido viscoso bajaba por entre sus piernas, así que se apresuró a lavar su cuerpo, disfrutando de una tranquilidad realmente impresionante. Al salir de su larga y relajante ducha tomo la muda de ropa limpia que se encontraba sobre la cama, mientras estaba en el baño había escuchado como un par de chicas entraron a aquella alcoba, así que cuando volvió a la cama esta ya estaba hecha, no era su típico traje de la port mafia que fue cambiado por un pantalón de mezclilla y una polera sudadera blanca, cómodo aunque no era a lo que estaba tan acostumbrado

Estaba finalmente listo para salir, tomo su celular del tocador, tenía cientos de mensajes de tachihara así como su mentora, el rumor se había extendido esa misma noche a todos los integrantes de la mafia portuaria, por un momento se arrepintió de abandonar a quienes les debía la vida, Osaki Kouyou la única mujer que le mostro el amor de una madre, que lo entreno y lo convirtió en el hombre que era ahora, pero no había marcha atrás

-Chuuya- escucho una voz a sus espaldas, seguido de un par de manos posarse sobre su cadera -¿Qué ocurre mi ángel? - dejo el móvil a un lado tomando las manos que continuaban sobre su cuerpo, ladeo la cabeza para poder verlo de reojo encontrándolo con una gran sonrisa

-no es nada Fyodor, estoy bien - respondió de inmediato antes de dar media vuelta rodeando con ambos brazos sus hombros y cuello -¿Dónde estabas? me dejaste solo en la cama - fingió tristeza en el tono de su voz para recibir un poco más de muestras de afecto de parte de su amante, necesitaba esa atención después de lo ocurrido recién

-¿estás seguro?- lo tomo por ambos hombros para que se separara buscando que sus ojos se cruzaran con los orbes celestes del pelirrojo -¿te arrepientes de haber huido conmigo? - esa duda se hizo presente desde el momento que despertó, el verlo dormir plácidamente a su lado, sobre su pecho, su cuerpo desnudo y escuchando su lenta respiración le hacía creer que todo era un sueño, incluso no estaba seguro del motivo por el que el pequeño mafioso lo escogió por encima de su deber

La expresión en el rostro del menor era algo difícil de describir, dolor, arrepentimiento, tristeza y nerviosismo, era la misma mirada que había visto el día de ayer cuando se encontraron; lo obligo a retroceder hasta la pared cercana, lo tenía completamente arrinconado y sin ningún tipo de escape