—Entonces, el padre biologico dejó a su cargo a Aries cuando ella tenía la edad de siete años, desde entonces que vive con usted y su marido ¿cierto?
—Correcto. —contestó mi tía con la vista atenta a aquel hombre que se encontraba frente a nosotras, con un escritorio separándonos.
—En la escuela se quejaban de su falta de disciplina, su conducta desafiante y agresiva, entonces a los diez años fue diagnosticada con TC.
—Así es. —suspiró ella. Yo bufé por lo bajo y dirigí mi vista hacia la ventana. El cielo se encontraba nublado, y los arboles se movían con el viento, mientras su hojas volaban por el aire.
—Severas quejas por parte de las escuelas, cuatro expulsiones, 18 suspensiones, una asistencia baja. Fuiste expulsada la ultima vez por cometer agresión física contra una de las profesoras de la escuela.
—Si. —Respondí esta vez yo, seca. Mi tía me miró un segundo, frunció el ceño y volvió su mirada a la del director.
Aquel hombre siguió hablando de mis múltiples terapias, idas al psiquiatra, expulsiones de mis cuatro antiguas escuelas, las peleas de las que fui parte, el vandalismo del cual fui acusada, de mis problemas de conducta y mi asocialidad e incapacidad para seguir normas. Yo no prestaba atención, al fin y al cabo, no estaba diciendo nada diferente a lo que había escuchado antes por boca de otras personas. Miré a mi tía, su frente arrugada, sus ojos cansados, sus labios apretados, asintiendo a cada cosa que decía el director. Suspiré.
Tras mi ultima expulsión, al parecer la más grave, ya que me enfrasque en una pelea con una profesora de mi antigua escuela, mis tios no sabían que hacer conmigo. Bueno, solo mi tía, pues a mi tío por otro lado le importaba un carajo. La maestra Julliens, presentó una demanda, de la cual nos salvamos por poco, pero se concluyó que tenía un serio trastorno de conducta y que necesitaba ayuda especializada. No que antes no la hubiera tenido, pues había asistido múltiples veces a distintos psiquiatras. Pero esta vez hablábamos de algo totalmente distinto y aquí estábamos, en el ''Internado Mármol'', un horrendo edificio color plomo, de estilo antiguo, que ni las zonas verdes que tenía lograban embellecerlo. Ya había recorrido la escuela entera, y se asemejaba más a una prisión que cualquier otra cosa. Portón con seguridad, altos muros que no dejaban ver a la autopista, un edificio de enfermería, un edificio de dormitorios y otro donde se hacían las ''clases''. Era más bien un hospital psiquiátrico adolescente, pero les gustaba llamarlo escuela.
—No se preocupe, su sobrina estará en buenas manos aquí, recibirá el tratamiento médico y apoyo psicológico que necesita. —El director se levantó de su asiento, yo y mi tía hicimos lo mismo.
—Muchas gracias por todo. —sonrió mi tía. El director le sonrió de vuelta y se acercó a la puerta.
—Les daré unos minutos para que se despidan.— dijo mientras abría la puerta, antes de cerrarla, agregó.— Después conocerá su habitación señorita Aries.
Puse los ojos en blanco.
—Muchas gracias. —dijo mi tía ante mi gesto. Y nos dejaron solas. Mi tía iba a abrir la boca para decir algo pero me adelante.
—Se que me vas a decir, que debo portarme bien, que esta es la oportunidad de mejorarme, que todo estará bien, pero depende de mi y que me atenga a las reglas. —dije cortante. El hecho de que hubieran decidido encerrarme en un internado para locos no me hacía ni una gracia.
—Aries. —dijo severamente.— Esta no es solo una oportunidad para mejorarte, sino que es la última oportunidad que tienes. Tienes solo dieciséis años, y mira hacia donde apunta tu vida. Por favor. —tomó mis mejillas entre sus manos y me miró con esos ojos que conocía tan bien desde pequeña.— Hazlo por tu bien.
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Zodiaco: Outcast
Teen FictionTodos tienen sus monstruos y fantasmas. ¿Te animas a conocer los de ellos?