Si sus cálculos no fallaban aquella seria la décimo octava canasta consecutiva que lo veía anotar sin fallar. Y es que no importaba cuantas veces lo viese repetir aquellos increíbles y tan poco ortodoxos movimientos, siempre quedaría sin aliento, anonadado ante la imagen de su atlético cuerpo suspendido sobre el aire y el tiempo, casi como si los minutos se congelaran ante la majestuosidad de su indomable juego, siempre logrando encestar magníficamente aquel balón sobre el aro.
"Era tan malditamente genial"
No era la primera vez que sentía que su cuerpo se paralizaba ante aquel singular escenario, tampoco le parecía relativamente extraño que sus pulsaciones cardiacas se dispararan tan abruptamente, casi como si estuviese corriendo alguna maratón de olimpiada, ni siquiera le preocupaba que en sus dorados ojos solo se reflejara la masculinidad de su imponente silueta, asumía para entonces que era lo normal, después de todo lo admiraba, como a nadie y como a nada. Poseía, aquel estilo único de juego que nadie podía imitar y que a su vez deseaba poder alcanzar.
Y es que para Kise Ryota no existía en el mundo jugador que igualara jamás al perfecto e inverosímil Aomine Daiki, su eterno rival y compañero de equipo.
-¡Aominecchi, Juguemos!
retarlo constantemente se había convertido en una extraña rutina, que paradójicamente ambos habían aceptado con bastante facilidad, aunque ello incluyera algunos "peros" de por medio, sin embargo, pasar tanto tiempo juntos había hecho que descubriera la forma correcta de sobrellevar al menos un poco su osca personalidad, aunque sinceramente le debía más a su pelirrosa amiga que a su propio criterio de descubrimiento, pero pese a todo, lo conocía y se conocían, por ello mismo sabía que nunca podría rechazarlo, porque Aomine Daiki disfrutaba de los retos más que ningún otro en el mundo.
- concéntrate Kise, porque no me pienso contener.
El balón botaba entre el piso y sus manos y él, solo podía escuchar su cada vez más gruesa y seductora voz, en cada palabra dicha por aquellos tentadores labios que no hacían mas que provocarle un extraño hormigueo que lentamente se extendía peligrosamente por todo su cuerpo, deseaba que jugara, que no se contuviera, que cumpliera a cabalidad su amenaza y que lo destrozara en la cancha, esperaba que le mostrara una y otra vez lo que significaba jugar contra él.
Porque aunque en su corazón anhelara ganar, también había una parte que deseaba que él no perdiera.
Podía sonar estúpido, pero en su interior el fuerte sentimiento de que aquello nunca acabara quemaba intensamente su alma.
- hoy te derrotare Aominecchi, ¡prepárate!
- no seas idiota Kise, no lo harías ni en mil años.
Y tenía razón, mucha razón, no era ni la mitad de bueno de lo que era él, pero aun así le ganaría, quizá no hoy y quizá no mañana, talvez ni siquiera podría hacerlo en un buen tiempo, pero lo haría algún día, se ganaría el derecho de correr a su lado, aquel siempre seria, su pequeño y tonto sueño ideal.
- lo estás pensando demasiado!
Su exquisita e incitante voz nuevamente había resonado en el lugar, seguramente en nada más que un vago intento por camuflar la euforia que en aquel momento el también estaba sintiendo, aun así, había sido demasiado lento para reaccionar ante su magnífica agilidad, había pasado su defensa, tan rápido y feroz como un animal salvaje, dejándolo nuevamente enmudecido ante tal inigualable habilidad, su cuerpo entero no pudo evitar vibrar de felicidad, una felicidad aplastante que burbujeaba en lo mas profundo de su corazón.
"Y tan malditamente bueno"
Aquello era lo que realmente amaba, y también el estímulo que su vida necesitaba, nunca sería como él, pero se esforzaría y le demostraría lo genial que también podía llegar a ser, incluso si no tuviese más alternativa que destrozar cada parte de su cuerpo en aquel proceso.
Pero de pronto y sin esperarlo la pequeña tribulación de sus pensamientos se vio abruptamente interrumpida por la escena más deslumbrante que sus ojos, su mente y su corazón podían alguna vez llegar a manejar, Daiki sonreía, sonreía gloriosa, estúpida y hermosamente para él, exclusivamente para él.
El bastardo había ganado el juego.
Una vez más había perdido ante él, ante su imponente presencia y su habilidad innata, no podía negar que aquello realmente le frustraba, sin embargo y contradiciéndose a su vez, le resultaba jodidamente emocionante. Si de pronto alguien le preguntara que era lo que realmente le parecía tan endemoniadamente excitante del básquet probablemente respondería que todo. Pero sin duda resaltaría en mayúsculas y negrita el nombre de Aomine Daiki.
Había comenzado admirándolo y ahora aquel sentimiento había tomado un rumbo tan torcido que ya no sabía como nombrarlo, sin embargo estaba seguro de al menos una cosa y es que ahora no solo anhelaría jugar un uno a uno a diario con él, anhelaría también ver nuevamente aquella endemoniada sonrisa que reflejaba su alma, tan cálida e imperceptiblemente llena de vida, justo como lo era un radiante atardecer.
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lo corregí, lo siento ; n;)
e inserte un, no era lo que esperaba pero no me quejo.
En serio hay quienes llegan aquí?
De ser así muchísimas gracias por animarse a leer otra de mis fumadas. 💕
Tarde tanto porque escribí tres fics diferentes y se me iban tanto de las manos que no lo sentí ideal para el tema, y al final me decidí por este ; n;)
Nunca escribiré como mis diosas todo poderosas de los fics pero me alegra colaborar con algo chiquito para y por la shipp
Un agradecimiento enorme Nayen hermosa por siempre animarme en mi depresión de principiante
También por supuesto un agradecimiento al grupo AokiLovers por siempre mantener viva la Shipp
#AokiIsLove
#AokiIsLife
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CAUGHT
Short StorySi sus cálculos no fallaban aquella seria la décimo octava canasta consecutiva que lo veía anotar sin fallar. Y es que no importaba cuantas veces lo viese repetir aquellos increíbles y tan poco ortodoxos movimientos, siempre quedaría sin aliento. es...