Penuria.

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Estaba en un lugar lleno de gente, todos aparentaban saber que harían con su vida, mientras que yo, bueno, yo no sabía una mierda. Me puse a pensar en todos los estragos que una enfermedad ocasionó en mí vida, en ese entonces no consideraba que era perfecta pero ahora sé que era feliz sin querer ser lo que los demás llaman hermosa.

Una enfermedad desencadenada por la baja autoestima, el poco sentido común y la carencia de afecto propio.

El egoísmo y la estupidez van casi siempre de la mano, y más cuando te vuelves superficial. Cuando te sientes gordo y crees que no eres más que un cuerpo, te acusas a ti mismo y a tu sobrepeso de todo; entonces tienes dos opciones: adelgazar o seguir así hasta que te ames con todo lo que te hace ser tú.

Yo tomé una mala decisión que desencadeno otras más, ¿Difícil imaginar? No creas que la vida es color rosa, la vida tiene muchos matices y lo que yo hice fue amar colores rojos, azules, negros y grises. Imagina que tienes 13 años, que pesas 50 kilos de más, que no tienes amigos, que tu familia te crítica y que la inseguridad comienza consumirte; entonces comienzas a bajar de peso, en una semana bajas 5 kilos y al final del mes has alcanzado a bajar 22.5 kilos.

Entonces piensas, "¡Oh, que magnifico!" si tu psique sigue normal, no te obsesionaras, pero sino... podría describírtelo con miles de palabras, pero, en resumen: enfermaras.

Enfermas mental, espiritual y fisiológicamente. Lo peor de esto es que te enamoras de tu enfermedad. Amas pasar días y días sin comer, empieza a gustarte el fumar; y si te da un atracón, te metes los dedos a la garganta, aunque no te guste, te laxas, aunque los espasmos estomacales te hagan pasar una mala noche. No importa, porque ahora crees que tienes el control total sobre una necesidad como lo que es comer. Crees que el hecho de no consumir alimento te hace fuerte, pero la verdad es que te ha hecho tan débil que no puedes pararte de la cama sin marearte, no puedes caminar sin sentir que vas a caerte, ni siquiera puedes estar bajo el sol sin tener la sensación de que te estás congelando.

¿Te cuento más?... Está bien.

En tu mente comienza a escucharse una voz que se dedica a decir cosas que te destruyen, te repite esas burlas y críticas que te dijeron en algún momento de tu vida. Te hace querer morir porque todo el tiempo te comienzas a sentir miserable. Ya no puedes tragar algo sin sentir culpa alguna, piensas que el mundo va a acabarse porque le has dado una mordida al pan que hizo tu madre.

¡Oh! Tu madre, ¿Qué pasa cuando se entera de que su pequeña no es la que ella creía?

Se vuelve loca cuando descubre que te has estado matando de hambre los últimos dos años. Revisan tu cuarto y hay comida podrida en unas bolsas dentro de tu closet al igual que debajo de la cama. Encuentra tu cajetilla de cigarros cuando ella nunca se le paso por la cabeza que tu fumaras. Lo peor, lo peor es cuando encuentra un cuaderno dónde has anotado cada caloría que consumiste durante el último año, entonces una hoja cae, está doblada y tu madre la levanta al mismo tiempo que la desdobla.

El aliento se le va. Es una carta de suicidio que hiciste cuando te dio un atracón y no aguantaste la culpa.

Ese día fue tan terrible, tomaste los laxantes que quedaban y luego escribiste esa carta sintiéndote como una basura porque creías que eras débil por comer después de no hacerlo durante dos semanas y media. Tu madre toma la carta y la arruga pegándola en su pecho sintiéndose la peor madre del mundo.

Tú sólo lloras y sientes el estómago revuelto, pero no hay nada en el desde ayer. Las cicatrices de tus piernas y abdomen arden como si se hubieran abierto de nuevo; tiras de tu cabello mostrando tu frustración... crees que has arruinado todo porque nunca creíste que alguien te descubriría, siempre estimaste que llegarías a tu meta y volverías a adelgazar veinte kilos en un mes como la primera vez... pero no fue así.

En ti ya no quedaba voluntad ni alma, todo lo bueno que alguna vez hubo en tu vida lo devoró un demonio delgado de sonrisa turbia que te sedujo. Tú lo llamabas Ana, pero el psiquiatra lo llamo Anorexia.

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