C38: Extraviado.

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—¿Puedes creer que este pedazo de chatarra genere tanto mal? —pregunta Callie en cuanto salimos de la clase de la profesora Ruggles, apuntándome con su celular—

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—¿Puedes creer que este pedazo de chatarra genere tanto mal? —pregunta Callie en cuanto salimos de la clase de la profesora Ruggles, apuntándome con su celular—. Tiene más de una docena de los elementos químicos de la tabla periódica, sobre todo en lo que respecta a la batería, que son perjudiciales para la salud. —La brisa hace volar su flequillo rubio, y sus ojos se agrandan incrédulos—:  Níquel, litio... —comienza, pero estoy tan indignada y emocionada con el tema que la interrumpo mientras avanzamos entre las numerosas fuentes de los jardines de la universidad.

—Encima liberan kilos de dióxido de carbono a la atmósfera durante su existencia y uso, su fabricación contamina y una vez que son deshechados tardan cientos de años en degradarse. —Saco mi propio teléfono del bolsillo de mi vestido y lo observo con el ceño fruncido—. Literalmente, por comprar esto con el propósito de subir una foto a Instagram, seguiré contaminando incluso sin estar aquí, contaminaremos el mundo donde van a vivir nuestros hijos. ¿Qué clase de personas hacen eso?

La profesora Ruggles no podría haberlo dicho mejor: estamos destruyéndolo todo, y aunque seamos conscientes de ello, lo seguimos haciendo porque sabemos que ya no estaremos vivos para cuando las consecuencias se agraven. No nos importa el futuro de nadie más, no más allá del nuestro, ni siquiera de las personas que vamos a dejar atrás. De otra forma estaríamos haciendo algo para cambiar la situación actual. En lugar de prevenir, estamos construyendo una bomba de tiempo para la próxima generación.

Egoístas, desconsiderados y calculadores.

¡Frijoles! Qué horror de humanidad.

—No hablemos más de esto, porque en verdad voy a... —Alguien tira del brazo de Callie, obligándola a darse la vuelta. Mi compañera jadea en cuanto Mei Ling la acerca a su cuerpo y presiona sus labios contra los suyos, tomándola por sorpresa.

Y a mí también.

Siento mis mejillas y cuello ruborizarse mientras sonrío ante la escena. Jamás había tenido la oportunidad de verlas juntas, y puedo decir que el contraste es tan encantador como desconcertante. ¿Cómo fue que terminaron en una relación? La pregunta quema en la punta de mi lengua y abro la boca lista para interrumpir el momento y pedir una breve historia sobre la fusión de estas dos, sin embargo, Mei se me adelanta.

No sé cómo hace para ver mi rostro mientras explora la garganta de Callie con la lengua.

—Ni se te ocurra, chica arcoíris —advierte apuntándome con un dedo mientras con la otra mano sigue sosteniendo a la ecologista—. Hoy sólo estoy de humor para tener sexo caliente con mi novia, no para escucharte, así que voy a robártela —explica entre el salvajismo del beso—. Discutí otra vez con el imbécil del profesor de grabado calcográfico, por lo que necesito esto antes de ir a maldecirlo a él y a su pecho peludo de macho.     

—Pero tengo clase —protesta la rubia, apartándose lo suficiente para tomar una bocanada de aire. 

—Las necesidad sexuales de algunos no pueden esperar —acota alguien a mis espaldas.

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