Desastre

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Stuart cerró un ojo, sacando la lengua, concentrándose en colorear correctamente el muro que, se suponía, estaba pintando, Murdoc observándolo desde una esquina con una brocha en la mano y riéndose por lo bajo del cantante.

El hombre más joven se detuvo, mirando el desastre que estaba haciendo: grandes goterones de pintura rosa caían por la pared, creando pequeños y lentos ríos que terminaban en el suelo, formando charcos que ensuciaban los periódicos que Russel había colocado para proteger la alfombra de la habitación.

- Tu hija se va de campamento una semana y arruinas su habitación. – Se burló el bajista, 2D frunciendo el ceño antes de voltearse para enfrentar a su líder.

- A Ray le va a gustar.

- Agradece que la china y el mini idiota se fueron al mercado porque de esta no te salvas. – Stuart respiró profundo para luego pasear la mirada alrededor del cuarto de su hija mayor. – La avecilla azul puede quererte mucho, pero esto no te lo va a perdonar.

- Cambio la habitación por la de Keith y solucionamos el problema. – Murdoc abrió la boca antes de lanzarle la brocha llena de pintura en el pelo, transformándolo en un revoltijo azul y rosa.

- ¡Ni pienses que mi hijo se quedara en el cuartucho de tu engendro! – Unos suaves pasos contuvieron al verdoso de lanzarle un tarro lleno de pintura al cantante.

- ¡Murdoc Niccals! ¿Qué fue lo que hiciste? – Él se estremeció, mirando enfadado a 2D antes de darse la vuelta y enfrentar a su mujer.

- Corderito, yo no hice nada. – Soltó con una sonrisa inocente.

- Vuelve a decir que no hiciste este desastre, porque no te creo. – Pasó por un lado del bajista, dirigiéndose a Stuart, quien trataba de limpiar sin resultado la pintura del cabello con los dedos. – Miren el cuarto de Rachel, se va a morir cuando vea esto tan feo.

- F-f-fue mi culpa, Marie, y-yo no s-sé hacer nada bien.

- No te preocupes, Stu, seguro fue Murdoc y te quiere echar la culpa.

- Pero si no fui yo, nena. – Marie negó, saliendo por la puerta para caminar por el pasillo sin mirar a su pareja. – Me las vas a pagar, Faceache. – Le dio una mirada furibunda, persiguiendo a la mujer, dejando solo a Stuart.

El cantante suspiró, dejándose caer al suelo, sin preocuparse de la pintura que le caía sobre el cuello, su mente centrándose en los muros rosas y en el techo para luego fijarse en una ventana que permitía iluminar el lugar.

- Creo que a Ray le va a gustar esto. – La voz de su esposa lo sacó de su ensoñación, viendo hacia la entrada, ella sonriéndole con su pequeño hijo en brazos.

- Pienso que mi hija me va a odiar cuando vea esto. – Noodle negó, acercándosele para entregarle al niño de pelo azul y dejarse caer a su lado.

- Ella te adora. – El pequeño niño estiró sus manitos al rostro de su padre, palmoteando y apretando los dedos para llamar su atención, balbuceando en su extraño idioma de infante. – Y Stu también.

- Soy un pésimo padre.

- No lo eres. – Le acarició una mejilla, sonriéndole. - Tú, Stuart, eres el mejor padre del mundo, mucho mejor de lo que la gran mayoría podría ser.

- ¿Crees eso?

- Sí, ¿por qué crees que me casé contigo?

- No sé. – Murmuró encogiéndose de hombros. - ¿Por qué soy muy guapo?

- Una de las razones es esa, pero la más importante es que imaginaba como serías como padre y no me equivoqué. – Lo besó suavemente, su hijo quejándose y removiéndose en los brazos de su padre para que dejara gatear en el piso. – Además te amo, Toochi.

- También te amo, Noodz.

- Russ podrá ayudarnos a arreglar un poco algunas cosas que tal vez le desagraden a Ray.

- Gracias, amor.

- Ven, vamos a limpiar ese desastre de tu cabeza y a comer un pastelillo. -Se levantaron, llevando consigo a su hijo menor.

Le tomó una mano firmemente, agradeciéndole internamente a Noodle el poder darle ánimos, feliz con la idea de que ella y sus hijos eran todo el hogar que necesitaba.

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