Los días habían pasado. Ya un mes y medio. Volvía del trabajo como lo hacía desde hace ya dos semanas. Había pasado las fiestas sola y en casa, pero no le afectaba en lo más mínimo.
Camina con seriedad mirando hacia el frente; su turno abría terminado.
Al llegar a casa se saca los zapatos y cierra la puerta tras de sí. En la sala. Se deja caer sobre el sillón dando un fuerte bostezo, sin dudarlo; se encontraba exhausta.
Su paz y tranquilidad no duran mucho ya que, al poco tiempo, el teléfono comienza a sonar; lo atiende, luego de unos segundos, recostándose por la pared.
-¿Diga?
-Hola hija-se oye del otro lado de teléfono - tengo un tiempo libre en la oficina y me preguntaba si quisieras salir a almorzar.
-Me encantaría hacerlo padre, pero...-inventa algo rápido - es que tengo que hacer papeleos del trabajo y no creo terminar sino hasta dentro de unas horas. Quisiera dejar de hacer esto e ir contigo pero, si no lo termino ahora, luego no lo haré mas.
-Si, entiendo hija.
Ambos se despiden cordialmente y ella vuelve a lo suyo; tirarse sobre el sillón. Pero ya no se siente tan cómoda como lo estaba hace un rato; la llamada de su padre interrumpió su calma.
Se levanta por última ves para dirigirse hacia la cocina y prepararse un café. Había recogido su correspondencia antes de subir a su departamento y se disponía a leerlas mientras bebía su café.
Sólo descubre cuentas qué pagar tras cuentas, pero se detiene frente a un sobre distinto al resto; la carta de Oliver.
Había recibido una respuesta.
Se frota la nuca con la mano opuesta a la que sostiene la carta. Su corazón palpita de un modo inusual ¿qué le habrá escrito? ¿se habrá enfadado?
Le pone fin a tanto misterio abriendo y leyendo la carta."Rouse, sé que lo que te voy a pedir puede que no sea algo de tu agrado, pero necesito saber ¿qué sucedió con mi madre?
Mis superiores ya me han informado de que a fallecido, pero no me han dado más detalles.
Oliver Dunkan"-Creí no volvería a saber de ti.
Una ves más se encontraba frente al Dr Grey.
-El pensamiento es mutuo- dice con la frente en alto- pero no vine por mí. Vine porque Oliver necesita saber qué es lo que le ocurrió a su madre.
Deja a un lado los papeles que revisaba de sus pacientes para mirarla. Sin dejar de sonreírle. Se recuesta en su silla, relajando su cuerpo, para así prestarle la mayor atención posible.
-Murió de una insuficiencia cardíaca- su sonrisa, repentinamente, se borra de su rostro- no sabemos bien el por qué. Solo que, a sus cincuenta y un años de edad y con su salud perfecta, no es algo normal. Murió el veinte de agosto. No era muy allegado a Oliver, así que supuse lo sabía ya hace tiempo, pero él no le había dado importancia. Por eso no me molesté en informarle.
Un profundo silencio los invade.
-Entonces asumió...
La voz se le estaba quebrando; se encontraba muy enfadada.
-Así es- levanta brevemente la voz para redireccionar el tono de su hablar -... asumí que no le daba importancia- suspira frotándose la frente - Usted no conoce bien a Oliver; no sabe de que es y no es capaz señorita Rouse. Trate de no entrar a su juego...o, en todo caso, de redireccionarlo y convertirlo en TU juego.
Suspira fuertemente y sigue ojeando unos papeles invitándola, sutilmente, a marcharse.
Ella simplemente lo hace. No discute. Sólo se marcha. Sabía que tenía razón.
Una ves en su departamento, se sienta bruscamente en el comedor."Oliver, te confieso que, mientras más me encuentro con el Dr Grey menos son las ganas que me dan de ir al doctor.
Me a dicho que tu madre murió de una insuficiencia cardíaca. Lo lamento tanto. Si hay algo más que pueda hacer por ti y que no incluya a Grey, puedes contar conmigo.
Att:Rose.K"A pesar del terrible encuentro con "ese doctorcito" a Rouse le asentaba bien el poder ayudar a un soldado; sentía la necesidad de hacerlo. Él estaba luchando por su país, lo menos que podía hacer era estar a su merced para lo que necesitase.
Baja las escaleras con rapidez camino al buzón que se encontraba fuera de su edificio. Pero. Una mala pisada hace que resbalase y cayera seis escalones.
Un golpe en seco hace que, todo aquel que se encontraba en la recepción, volteara en dirección del ruido. Y, en un parpadeo, se encontraba rodeada de personas quienes no paraban de preguntarle cómo se encontraba.
Rouse intenta levantarse, pero, al apoyar su mano izquierda, solo consigue volver a tocar el suelo.
La desesperación y el dolor la invaden, pero sabe disimularlo muy bien.
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Escribiendo a un extraño soldado
RomanceUn extraño amor como el de los tiempos moderno...pero con cartas.