Uno

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   Aunque tenía tan solo quince años se abría muy bien de piernas. Jason Durrel estaba sobre ella follándola con ganas a muy buen ritmo. Cuando sintió que estaba a punto de correrse aceleró las embestidas y entonces los gemidos y quejidos de Monique Williams aumentaron de volumen. Acabó dentro de ella con un estertor y se sintió satisfecho. No habia usado condón.

   —Ha sido fantástico —dijo mientras se tendía al lado de la chica y resoplaba feliz.

   Monique asintió aún turbada. Había sido su primera vez y sentía un montón de cosas, aunque no estaba segura de cuál prevalecía en su ánimo. Por un lado júbilo y orgullo: ¡lo había hecho con Jason Darrel!, la leyenda indiscutible del Sebastian River, el chico más popular del Instituto. Por otro lado se sentía tímida, torpe y tonta: haber dejado que se lo hiciera sin condón le parecía ahora de una estupidez tremenda. Pero había surgido así sin más. Los acontecimientos se habían precipitado y, llegado el momento, Jason ni siquiera mencionó que no lo iba a usar. Se había puesto entre sus piernas, le había preguntado si estaba preparada y ella, excitada e irreflexiva, había respondido que sí. Solo después, cuando él ya estaba dentro, se había dado cuenta de ese pequeño detalle.

   Ahora se arrepentía.

   Se sintió desnuda (porque lo estaba) y trató de cubrirse con la sedosa sábana de color azul eléctrico que había acabado en el suelo, pero Jason lo evitó con un gesto de la mano.

   —Quédate así —le pidió mientras con el índice le dibujaba una línea desde el hombro hasta su pecho izquierdo.

   Monique Williams era delgada como la rama de un almendro, pero a pesar de eso tenía una delantera bastante prominente que llamaba la atención de la mayoría de los chicos. Curvó sus finos labios en una sonrisa mientras los dedos de Jason Darrel ascendían por su pecho y acariciaban el pezón.

   —Me gusta este momento después del sexo —susurró él—, esos minutos en que te sientes tan relajado y tan genial que es como si estuvieras nadando en un estanque de nata líquida.

   Monique no había pillado la comparación, pero se apresuró a mostrarse de acuerdo.

   —Es genial, sí —fue todo lo que dijo. Y volvió a sentirse tonta.

   Pensó que si quería conservar a Jason Darrel tendría que mostrarse mucho más inteligente, simpática y agradable .Y, probablemente, ser más lanzada, ¿no? A los tíos les gustaban las chicas con iniciativa, lo había leído hacia poco en una revista juvenil.

   —Si quieres lo hacemos de nuevo —le propuso componiendo una mueca pícara y sugerente.

   Luego se dio cuenta que la herramienta de Jason estaba aún fláccida y se dijo que había sido una mala idea decirle aquello.

   Jason la miró con sus profundos ojos color miel y frunció ligeramente el ceño.

   —¿No te has quedado satisfecha? —le preguntó.

    —Oh, sí, sí, sí, sí, sí —contestó inmediatamente Monique volviendo a sentirse estúpida e idiota. Ella sabía hacerlo mucho mejor, no necesitaba repetir cinco veces un mismo monosílabo para indicar algo. Se preguntóa sí misma por qué se comportaba como una retrasada—, claro que sí, me ha gustado mucho.

   Cerró los ojos un instante y pensó qué decir a continuación sin que se le ocurriera nada. Por suerte, Jason se adelantó.

   —Hmm —musitó—, pero eres insaciable. Se trata de eso, ¿no?

   —Exacto —respondió modosamente—. Has acertado.

   Se dio cuenta que eso equivalía a declarse ninfómana, una salida total, una perra en celo. Pero le pareció que aquello era preferible a que Jason Darrel llegara a la conclusión de que era tonta de remate.

  —Eso está bien —aseguró Jason.

   Se estiró para coger su teléfono móvil, que estaba en la mesita junto a la cama, y tiró luego de Monique para incorporarla pues se proponía hacer un selfie de los dos.

   —Espera, que no llevo nada encima. Deja que me ponga algo de ropa —pidió Monique.

   —Así mola más —la contradijo Jason negando con la cabeza. Y antes de que ella pudiera protestar o decir algo pulsó la pantalla y sonó un click revelando que la foto había sido tomada.

   —Jo —se quejó Monique—, ni siquiera me había peinado. Seguro que salgo con pelos de loca.

   —Para nada —aseguró él—. Tú siempre estás preciosa. Mira.

   Le mostró la imagen y Monique pudo comprobar que ciertamente no estaba demasiado despeinada, aunque varios de sus cabellos estaban fuera de su sitio habitual, eso sí. Tenía una preciosa cabellera negra y brillante a juego con sus ojos que también eran oscuros, casi negros. La nariz delicada, los labios finos. No era una belleza pero tampoco estaba mal. En cambio, Jason Darrel, era tan perfecto que parecía un modelo o un actor de cine. Un par de mechones castaños y rebeldes le caían deliciosamente sobre la frente y sus ojos, brillantes y vivaces, parecían absorber toda la luz de la habitación.

   —Bueno, me encantaría poder quedarme contigo toda la tarde —aseveró Jason—, pero tengo que estudiar Química.

   Era su excusa favorita y solía usarla a menudo para deshacerse de cualquier chica de la que ya se hubiera cansado.

   —Claro, lo entiendo —dijo Monique—. No te preocupes. Yo también tengo tareas. ¿Quedamos mañana?

   Jason Darrel la miró con algo parecido a la lástima durante una milésima de segundo. Luego le regaló una de sus encantadoras sonrisas.

   —No sé si mañana podré —le dijo con dulzura—, pero ya te llamaré. —Recogió del suelo la camiseta de colorines de Monique y el sujetador de un gris tan claro que parecía blanco y le lanzó las prendas al regazo—. Ahora vístete, ¿vale? Mi madre no tardará en llegar.

    Aquello último era mentira, pero Monique no tenía forma de saberlo, así que en un par de minutos estuvo lista. Jason se acercó y le pasó los dedos por el pelo. Era veinte centímetros más alto que Monique, así que se tuvo que agachar un poco para besarla en los labios.

   —Me ha gustado mucho estar contigo —le dijo después, mientras la conducía hacia la salida.

   A Monique le parecieron las palabras más hermosas que nunca nadie le había dicho. Se sentía como en una nube rosada. Incluso se permitió el lujo de pensar que sería fantástico si Jason y ella se convertían en pareja. Podrían ser los protagonistas absolutos del baile de primavera, aunque para eso aún quedaban unos meses.

   Ya en la puerta, Jason se inclinó hacia ella y las frentes de ambos se aproximaron tanto que quedaron prácticamente pegadas la una a la otra. Monique pensó que volvería a besarla, pero en cambio él empezó a hablar.

   —Deberías comprarte la pastilla del día después —le dijo—. Porque no querrás quedarte embarazada, ¿verdad?

   —Claro, claro. O sea, claro que no —fue la respuesta de Monique.

   Entonces Jason Darrel sonrió, la hizo dar un par de pasos para que traspasara el umbral del todo y cerró la puerta a sus espaldas mientras le volvía a decir que ya la llamaría.





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⏰ Última actualización: May 13, 2018 ⏰

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Jason Darrel, ese capulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora