Todo sobre Mía
No, no me refiero a la buliMIA, me refiero a mi alucinación auditiva que comenzó en 2015, cuando solo era una voz en mi cabeza. Para el año 2017 Mía se presentó físicamente. La primera vez que vi a Mía estaba sentada en el escritorio de mi cuarto. Vi por el reflejo de la ventana de mi cuarto unos enormes ojos azules que me miraban fijamente. Se sentó en mi cama y me dijo: –¿Vas a seguir pensando en esa mierda de tipo? No sé cómo hizo para saber que estaba pensando en él, en Juan. Yo solo me quedé mirándola y le pregunté quién era. –Soy la voz que te habla, soy quien te atormenta día y noche. Pero sobre todo en las noches, cuando llorás, cuando escuchás música, cuando escribís. Soy las ganas que tenés de lastimarte y de lastimar a otros. Vine para decirte que tenés que morir. Ese es tu destino, no podés amar, tampoco van amarte. Matate. Yo voy a decirte cómo». Mía a veces era buena y otras mala. Pero era más mala que buena. Se vestía igual a mí, pero era más hermosa. A veces me decía cosas sobre Juan, como que él no valía la pena, que yo era mejor, pero a veces, cuando se molestaba, me decía: morite, matate de una sobredosis como va a hacer él. No valés la pena, nadie va amarte nunca y cosas así. Y así hizo, Mía me enseñó todos los pasos a seguir para planear mi suicidio. A veces caminaba por la calle y la veía. Siempre vestía de ne
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gro y sus labios pintados de rojo vino, como lo hacía yo. Siempre con los auriculares puestos, tenía los mismos tatuajes que yo en sus muñecas y en el costado de su brazo izquierdo. Sentía que quería tomar mi cuerpo cuando yo muriera, sentía que quería quedarse con mi familia, con Juan, con mis amigos. Necesitaba eliminar a Mía, pero para eso necesitaba de Laura y ella se había tomado permiso médico porque su mamá estaba muy enferma. Así que, si ella no podía ayudarme, tenía que buscar a otra psiquiatra, alguien que hiciera que Mía desapareciera de una vez por todas. Marianela, mi psicóloga me había dicho que Mía era producto de mi imaginación, de mi cabeza, que ella no existía. Pero yo podía verla cuando caminaba, cuando estaba nerviosa, cuando comía demás, cuando me miraba al espejo. Cuando me decía que tenía que asustar a mi hermana Guada, cuando hacía que sintiera celos de ella. Cuando estaba mal. La veía mucho. A veces era amiga y otras enemiga. Pero la mayor parte del tiempo me incitaba a hacer cosas malas. Mía no quería detenerse, ella me dijo que iba a estar hasta el final, que ella iba a desaparecer cuando yo muriera. Así que esa era la solución. Mía no iba a irse hasta que yo muriera. Así que para eliminarla tenía que eliminarme yo. Sentada en mi cama, Mía tomó mi mano y me dijo que iba estar conmigo, que íbamos a morir las dos, que era nuestro destino. Que no pertenecíamos a esta tierra impura, que éramos más. Y que podíamos llegar lejos. Pero tenía que morir lo más pronto posible. Tenía que acelerar las cosas para salir de este mundo. En realidad yo tenía que pensar en buscar una psiquiatra que me internara o me diera medicamentos para bloquearla, o alguien que me diera un puto diagnóstico, alguien que me dijera cómo acabar con ella sin que ella se enterara que planeaba eli
Agustina Pringles Pardini | Mía y yo
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minarla. Yo iba a decidir cuándo morir, no ella. Mía no era nada más que pura maldad, era yo en mi versión malvada solo que rubia y de ojos claros. Creo que Marianela no creyó mucho sobre la existencia de Mía, pero ella existía y quería que me hiciera daño y yo estaba dando marcha atrás, pero ella no se detenía. No iba a detenerse. Necesitaba pararla ¿Pero cómo? He ahí el dilema sobre hacerla desaparecer.
26 de septiembre de 2017
Mía estaba muy enojada porque le había contado de su existencia a mi mamá. Ella se preocupó y me pidió que le contara más de Mía. Le dije que era muy parecida a mí, a excepción de los ojos y el color de su pelo, pero tenía los mismos tatuajes que yo, se maquillaba como yo, se vestía con mi ropa. Por ejemplo, yo me ponía un pantalón de jean azul claro que tenía, una musculosa gris con una calavera negra, y unas zapatillas blancas. Ella se ponía mi vestido negro con flores blancas y mis zapatillas azules. Pero cuando miraba el armario la ropa que tenía puesta ella estaba colgada y guardada en el placard. Me había terminado de desquiciar. Ella era orgullosa, soberbia, caprichosa, eso sí teníamos en común. Ese día íbamos en el auto con mi mamá y ella se bajó en una carnicería y pude ver por el espejo retrovisor que Mía estaba sentada en el asiento de atrás, me miró y me dijo: –¿¡Por qué le contaste a tu mamá!? Era nuestro secreto. Nadie puede saber de mí. –Le conté porque me tenés harta –respondí–, quiero que te vayás ya de mi vida, que no vuelvas nunca. Se rio y dijo: –Para que yo me vaya, tenés que irte conmigo, ese era el trato. Para eso están las cartas, para eso está la fecha puesta, para eso
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MIA Y YO (TERMINADA)¡ PRONTO EN LIBRERÍAS!
Novela JuvenilSi atravesar la adolescencia es complicado para todos, no te imaginas como lo es para Agus que, encima de padecer una rarisima enfermedad, de la que no todos entienden y nadie cree que exista; Carga con alguien mas en su cabeza , una voz que resulta...