Patines, familia y algo más...
Era jueves, o «Juernes» –combinación de jueves y viernes– como a mi primo Augusto le gusta llamarlo. Ya se había instala
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do en mi casa ya que los viernes no cursaba en la facultad. Pasó todo el finde con mi mamá, mi hermana y conmigo. Augusto mide como metro sesenta y dos, tez trigueña, cabello claro, pero no rubio. Ojos marrones, extrovertidísimo. Toca las guitarras criolla y eléctrica. Siempre que puede va vestido con los colores y el escudo de Sportivo Desamparados –un club local de mi provincia y del que mi abuelo fue uno de los fundadores–. El día viernes habíamos ido a ver a mi prima Tatiana competir en patines. Ella es hija de mi tía Valeria –Titi– y de Pedro, su esposo. Tati, como le decimos cariñosamente, es una nena que adoptaron. Tiene ocho años y es la niña más tímida y dulce que podés conocer. El día que competía estaba preciosa con su traje bordó con cristales brillantes en los hombros, iba peinada con un rodete escondido decorado con un tocado plateado con pequeños diamantes de fantasía. También estaban mi prima Eva, hermana de Augusto. Eva tiene siete años y como dice mamá: «Eva es un bombón de chocolate». También estaban mi primo Bono y mi primo Tony. Los dos son hijos de mi tía Lili y nuestro tío Leo. Bono tiene 3 años y Tony 3 meses. Son los niños más buenos y dulces que hay. Ese viernes vimos competir a Tati, en la categoría de danza. Luego de que terminó su presentación salió corriendo y llorando porque según ella había patinado mal y a destiempo y no había obtenido la calificación más alta, creo que fue. 1,7, 1,8 y 1,3. No era bajo, pero tampoco la calificación que ella quería. Aun así, lo pasamos bien, la vimos a ella deslumbrarnos con su belleza y gracia. Hacía poco que mis tíos la habían presentado a toda la familia y todos estábamos enamorados de ella.
Agustina Pringles Pardini | Mía y yo
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29 de septiembre 2017 | 22:30 h
Nos encontrábamos en casa de mi tía abuela Lilia –o como le decimos todos: Gringa–. Augusto vive con ella. En fin, estábamos mamá, Gringa, Guada, Evita, Augusto y yo. Los primos fuimos a la habitación de Augusto, que es bastante pequeña y está amueblada con una cama chica, una mesita de luz de color marrón –donde descansaba un marco con una foto de él y de su novia Mariana–, un escritorio blanco con una silla de oficina azul donde habían colgadas un par de remeras y encima del escritorio cientos de apuntes de la facultad y una lámpara pequeña de color verde. Toda su habitación está decorada con banderas, afiches, banderines y lo que se pueda comprar de Sportivo Desamparados. Augusto conectó su guitarra eléctrica al amplificador y empezó a tocar Back In Black –AC/DC–. Esa misma noche le conté a él como iba con mi historia y al final me quebré y le hablé sobre Mía. Toda mi familia tiene un sentido del humor particular y un poco negro. Ellos se reían de Mía y a mí me molestaba porque sentí que lo tomaban como una joda, ellos no tenían idea de cómo ella me atormentaba. Esa noche organizamos juntada de primos en mi casa. Pasamos por el trabajo de Mariano y Camilo –ellos son los 2 mayores de 5 hermanos–. Estaban mis primos Camilo, Mariano, Alesio, Diego y Ernestina –la benjamina y única nena de los 5–. Y como era juntada de primos grandes éramos: Augusto, Camilo, Mariano, Nerea, Guada y yo. Nos llamábamos «La Tercera Generación» –nos queremos con locura–. Pasábamos las noches tocando la guitarra y cantando, mirando películas de terror por Netflix, viendo videos, tomado cerveza –bueno, ellos tomaban porque yo no podía–, por el momento.
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30 de septiembre 2017
Nos levantamos todos a las 12:30 del mediodía a «desayunar». Mamá nos preparó la leche y nos dejó en la mesa el chocolate, el café, el azúcar, el edulcorante, bizcochuelo de vainilla, de banana, galletas y queso untable. 25 minutos después mis primos tomaban cerveza. Era un día bastante pesado, corría viento caliente. Aquí le decimos Viento Zonda –el ambiente se vuelve muy caliente y polvoriento–. Al rato se puso frío –siempre pasa luego del Zonda–. Nunca voy a lograr entender el clima de San Juan. Almorzamos a las tres de la tarde –milanesas con ensalada de tomate–. A Mía no la vi en todo el día. Creo que cuando hay ambiente de amor, de protección, de cariño, de compañía no se presenta porque es algo que ella odia. Cuando me sabe amada y cuidada por mi gran familia, mis pocos amigos, se desaparece. Pero sí, soy amada y cuidada. Y aunque no tengo mucho, soy rica en afecto. Eso es algo que no muchos tienen y me siento bendecida por eso. Y eso es algo que a Mía le molesta, el amor... creo que es algo que la destruye.
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MIA Y YO (TERMINADA)¡ PRONTO EN LIBRERÍAS!
Teen FictionSi atravesar la adolescencia es complicado para todos, no te imaginas como lo es para Agus que, encima de padecer una rarisima enfermedad, de la que no todos entienden y nadie cree que exista; Carga con alguien mas en su cabeza , una voz que resulta...