LOS PRINCIPALES CUIDADOS PARA UN BORRACHO

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Los principales cuidados para un borracho

4 de noviembre de 2017

Estuve varios días sin escribir, estaba increíblemente deprimida luego de lo que me dijo Gabriel. Sé que lo dije treinta mil millones de veces, pero se acabó. Basta de hombres para mí. Estoy mejor así, con mi eterna y compañera soledad. Que Gabriel, Juan y todos se fueran a la mierda. El día 3 de noviembre había llegado a mi casa, a mi hogar en San Juan, a pasar unos días descansando hasta que me operaran el 17. De paso, para pasar el cumple de Guada, que era el 10. La noche del sábado 4 decidimos juntarnos con mis primos –Augusto, Camilo, Mariano y Nerea– y venía una amiga de Guada que yo ya conocía, Julia. El primero en llegar fue Mariano, los segundos fueron Augusto y Nerea, mi primo Augusto venía muy ebrio, pero se dio un baño, le di dos calmantes para el dolor de cabeza y al rato se le pasó el pedo que tenía. Julia y mis primos ya estaban instalados en casa. Cenamos unos huevos fritos con salchichas –cena súper elaborada–. Mi hermana estaba armado en un mueble una especie de bode

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ga con alcohol para su cumpleaños. Compraron unas cervezas, también quedaba la mitad de un Fernet y un Gancia que Guada había sacado de su pequeña bodega para tomar. En cuestión de un par de horas Mariano se embriagó. Había tomado Fernet con coca, cerveza y el Gancia –solo y con jugo–. Empezó a ponerse muy pesado con la pobre Julia así que Guada y su amiga se encerraron en su cuarto para que no molestara. ¡Qué borracho molesto, demasiado cargoso y perseguido! Eran las cuatro de la mañana y el ambiente con Mariano se tornó tan pesado, que Julia se tuvo que ir, mi hermana se acostó después de tener que limpiar todo el alcohol que había tirado al piso –como si mi casa fuera un bar–. A los diez minutos Camilo se fue a dormir al cuarto con mi hermana. Tuvimos que hacernos cargo del ebrio entre Nerea, Augusto y yo. –Está muy ebrio, ¿qué hacemos? –pregunté a mis primos. –No le den cabida y no va a joder –me respondió Augusto. –Va a vomitar en cualquier momento y se le va a pasar –agregó Nerea. –No sé –dije–, me da miedo, ¿y si la despertamos a mi mamá? – ¿Para qué, prima? –Para llevarlo al hospital, debe estar por darle un coma... mirá como camina. Se tambaleaba por todos lados, se tiró al suelo y se arrastraba por debajo de la mesa y de las sillas. Hablaba o trataba de hablar puras pendejadas o boludeces de ebrio. –Voy seguirlo, para que no se golpee ni nada –propuso Nerea. –Nerea, Agustina. Vayan a acostarse, yo lo voy a vigilar. –No me voy acostar. –Yo menos. Fue todo un debate hasta que nos sentamos los tres en el sillón y dejamos a Mariano deambular por toda la casa. Augusto

Agustina Pringles Pardini | Mía y yo

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estaba tranquilo, en cambio Nerea y yo, muy nerviosas. Cuando estábamos acomodándonos ya para ver la tele, se escuchó un ¡PUM! Nerea corrió al pasillo, y en mitad de mi cuarto con las piernas dando a la puerta cerrada de mi hermana estaba tirado Mariano todo vomitado. Nerea volvió y dijo: –Chicos, Mariano vomitó todo. –¿Dónde? –pregunté fastidiada. –En el lugar que menos te gustaría. –En mi cuarto, ¿verdad? –Sí. –La puta que lo parió. Fuimos los tres hasta mi habitación. Mis suelos se encontraban llenos de vómito. Había porquería hasta debajo de mi escritorio... ¡Puaj! Augusto se puso manos a la obra. Metió a Mariano al baño, le sacó la ropa y lo sentó en el inodoro,lo dejo ahí. Cerró la puerta y me dijo: –Prima, buscá un balde, una fregona y el secador de piso. –Okey –respondí. Llené el balde con agua caliente, le puse lavandina, detergente y un perfume para pisos. Augusto inundó mi pieza de agua y sacó toda la porquería afuera de la casa. Limpió mi cuarto y el baño hasta las seis de la mañana. Después se dedicó a abrir el agua y bañar a Mariano, se dormía parado –también se cayó mientras lo bañaban. Augusto limpió el inodoro, sacó la ropa sucia y la puso en el lavarropas. Nerea y yo, en la cocina, escuchábamos todo lo que Augusto le decía a Mariano, solo recordarlo me da risa... –Bañate culiado, dale... me estoy haciendo cargo de tu pedo. Mariano respondió balbuceante: –Y yo del tuyo.

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–Jajajajajajajaja –Nerea y yo no parábamos de reírnos. Augusto nos hizo una seña con la mano para que fuéramos al baño. Ahí se encontraba Mariano sentado en el inodoro, completamente desnudo y con la cabeza mirando al piso, totalmente dormido. Nerea y yo contuvimos la risa, aunque al salir del baño no pudimos más y estallamos... Nerea dijo: –Esto queda para la historia de la Tercera Generación. –No sé si es gracioso, preocupante o patético –contesté. –Es chistoso jaja –Jajaja, no puedo parar de reírme. Augusto tomo dos fotografías a Mariano en el baño. Cuando terminó de bañarlo, lo sacó de la ducha con un toallón lila envuelto a la cintura. Caminando ya un poco mas normal. Repetía cada cinco minutos: –Para, para, dejame hablar –levantaba las dos manos en seña de que no habláramos. –Mariano, te voy a dar una piña, estas en pelotas y tus dos primas están acá. –¿Quiero leer mis mensajes, donde está mi teléfono? –Mariano son las siete y cuarto de la mañana, nadie te escribe a esta hora. –Los mensajes viejos no los nuevos. –¿Dónde están mis lentes? –Acá están. –¿De dónde los sacaste?, ¿dónde está mi mochila? Y así fue casi por una hora, persiguiéndolo, diciéndole que no podía usar su teléfono porque estaba salpicado en vómito. Que nadie le quería robar sus cosas, que todo estaba arriba de la mesa. Después otro drama para que se tomara los remedios para que la resaca no fuera brutal y evitar que siguiera vomitando.

Agustina Pringles Pardini | Mía y yo

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He aquí algunos consejos que tomamos esa noche para calmar a un borracho:

1- Darle en este orden: medio vaso de agua tibia, con jugo de medio limón sin semillas, al instante que se le está por dar esta fórmula al borracho, poner una cucharada de bicarbonato de sodio y hasta el fondo. 2- No discutir con un ebrio, pues puede ponerse nervioso y violento. 3- Darle un baño de agua fría. 4- Tratar de que no se golpee la cabeza ni sin querer, ni que se la golpee el mismo a propósito. 5- No seguirle la corriente. 6- Darle calmantes para el dolor de cabeza, así evitamos que a la mañana siguiente despierte con resaca. 7- Conseguirle ropa limpia, aunque sea de mujer y sobre todo, de su prima mayor.

Luego de toda esa lucha para que Mariano dejara de dar vueltas, se tomara los remedios, Augusto logró acostarlo en mi cama y cerró la puerta de mi cuarto para que no pudiera salir. Nos acostamos a las ocho y diez de la mañana, viendo Vecino asesino. En solo diez minutos, Nerea y Augusto se durmieron así que apagué la tele. Recuerdo que nos despertamos los tres cuando sonó un teléfono a las once y cuarenta de la mañana. Era el teléfono de Augusto el que sonaba. Cortó y dijo: –¿Qué quiere este culiado? –¿Quién es? –pregunté. –El pelotudo de Mariano. –¿Y qué quiere? –preguntó Nerea. –No sé –respondió Augusto–, que no joda, sigan durmiendo.

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–Ya no puedo dormir –dije. – Nadie puede negar que amo a mis primos –dijo Augusto con un toque de humor. Nereita y yo nos pusimos a buscar los ingredientes para hacer un bizcochuelo. Yo sacaba las cosas y le daba instrucciones a ella para que lo hiciera sola. Escuchamos abrirse la puerta de mi pieza. Mariano entró a la cocina como si nada hubiera pasado. No le hablamos, estábamos enojadas. Nos había tenido despiertas limpiando su mugre. Le di dos calmantes más y se fue a sentar al sillón. Se escuchaba que Augusto lo cagaba a pedo. Fue una noche que quiero recordar, pero no volver a vivir. Fue como si mi tío Teli, papá de Nerea, hubiera percibido que algo pasaba porque nos mandó un mensaje de difusión a todos que decía: «no se hAgAn los boludos... AnoChe Augusto estAbA hAstA lAs mAnos y se quedAn Con CArPA A dormir Porque sAben que si los vAn A busCAr A lAs seis de lA mAñAnA les sAle el olor A AlCohol hAstA Por los Poros. sigAn hACiéndose los vivos nomás. este msj. es simultáneo el Próximo vA Al gruPo de lA fAmiliA...»

Todos leímos el mensaje al unísono. Sabía que algo sospechaba mi tío, algo percibió de la juntada. Aún no sé qué le habrá dicho a Nerea. Nunca supe, no sé si se enteró o no de lo que pasó. Si se enteró, doy gracias a Dios que no le dijo a la familia, porque si no, no nos podíamos juntarnos más, al menos en mi casa.

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