Capítulo 1

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Marbella se inclinó sobre el retrete y vació su estómago. Se maldijo cuando terminó y juró no volver a beber tanto, aunque, realmente ésta venía siendo su rutina de aniversario desde hace cinco largos años. Y así cada año Marbella se embriagaba hasta perder la conciencia ... o la dignidad.

Pero para su fortuna este año Marbella se había decidido a beber en casa.

Tras permanecer unos minutos acostada en el suelo, se levantó y entró a la ducha. No se molestó en quitarse la ropa, ya que a ésta de todos modos le hacía falta una lavada urgente. Al entrar el agua helada le bastó para disipar gran parte del mareo y cuando hubo terminado se dedicó a vestirse y después a intentar dormir algo, pero, a medio camino de su armario a su cama, ella observó el reloj, el cual marcaba las 5:30 p.m. y de inmediato palideció.

La noche anterior había comenzado a beber desde las dos de la mañana y desconocía como habían podido pasar tan rápidas y borrosas las quince horas siguientes. De modo que, de muy mala gana comenzó a buscar su uniforme, pues tenía que ir a trabajar en su puesto como mesera en Rix al punto de las seis de la tarde y no podía permitirse perder ni un solo día de paga, por más cansada y enferma que se sintiera.

Desde hacía cuatro años que Marbella se había mudado del asqueroso departamento de su tía Esther a otro igual de asqueroso, y debía ocuparse de cubrir la mitad de la renta y tener suficiente para pagar sus alimentos.

Apresurada, Marbella guardó su uniforme en su bolso y recogió su cabello en un moño alto. No le gustaba trabajar como mesera. Simplemente no soportaba tener que sonreír a toda esa gente, ni mucho menos tener que soportar a pelados ebrios, pero ese empleo era por mucho, mejor que otros.

Su horario comenzaba a las seis de la tarde y terminaba a la una de la madrugada, y aunque tuviese todas las mañanas libres y, parte de la tarde, ella siempre se sentía cansada y abatida. Y aún más cuando el recuerdo de su pasado la perseguía año tras año y ella, como siempre, se descontrolaba con el alcohol o con cualquier otro estimulante.

Marbella cerró la puerta de su habitación detrás de ella y puso llave a la cerradura.

— ¿Ya te vas al trabajo? — La voz de Yelina la hizo sobresaltarse.

—Sí, que, por cierto, tú también deberías de ir buscando uno. —Contestó Marbella molesta y con el ceño fruncido. Pero eso sólo le duró unos segundos.

Su rubia y guapa compañera de departamento se encontraba en el sofá sentada en las piernas de un hombre moreno y apuesto, con barba de algunos días y el cabello negro y corto a rapa, quien la miraba con sus ojos café castaños muy sorprendido y, ciertamente, algo divertido.

Marbella estaba segura de que su rostro estaba mostrando lo incómoda y nerviosa que se encontraba en ese momento y sintió una rabia profunda por haberse dejado sorprender así.

—Yo no necesito trabajar, Marbe. —Apenas se había dado cuenta de que la sala se encontraba más sucia que antes gracias a las latas de cerveza que estaban sobre del mueble. Miró a su alrededor y se sintió exactamente como cuatro años atrás, cuando aún vivía con su tía Esther.

El departamento consistía solamente en la sala, con una pequeña cocina incluida y dos cuartos con sus respectivos baños asquerosos, piso adornado con una alfombra manchada y raída y dos ventanas en la sala que se cubrían por unas cortinas amarillentas y agujeradas. Los únicos muebles que poseían era el sofá desgastado y viejo, una televisión que muy a menudo desenfocaba los canales y una estufa. Los alimentos se guardaban en una hielera que la mayoría de las veces se encontraba medio vacía.

El único lugar que sentía con un poco de valor era su habitación, donde conservaba una caja donde guardaba su salario y también donde se encontraba su cama, la cual seguramente se encontraba en mejores condiciones que la de su compañera del cuarto de al lado.

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