Ciudad repleta.
Camina solo. No tiene prisa, porque "al fin y al cabo siempre hay sol". Lo piensa mientras la comisura izquierda de su boca se eleva delicadamente. "En algún lugar del mundo está, pero siempre hay sol." Su comisura derecha también se eleva: sonrisa leve.
El ruido es abrumador. La ciudad está llena. "Habría que vaciarla un poco de vez en cuando". Lo piensa mientras eleva la mirada buscando la copa de los árboles. Los parques de Concepción tienen la gracia de verse aún más bellos boca arriba, donde no hay gente.
Le encanta este trayecto. "¿Cuántos pasos habré gastado en este lugar durante toda mi vida?". La cantidad no importa. Cuántos pasos habrá ganado, esa debería ser su pregunta. La suma de todos lo llevó siempre a mejores lugares.
Ha construido mundos. Le gusta caminar solo. Imagina mucho en sus paseos. Observa a la gente, escucha rumores, se cruzan los perros y los motores no se detienen. "Tremenda banda sonora tengo de fondo". La ciudad entera está a su favor.
Viaje de rutina. El paseo es uno más. Le gusta la lluvia y lo que deja, entiende las señales. De seguro irá a beber algo, fumará dos o tres cigarrillos y hablará con extraños. Recordará a Cortázar y se reirá de sus sueños. Ha marcado tanto su vida el viejo.
Dos cuadras y media. Temperatura corporal elevada. Camina rápido cuando piensa lento. No cree en las casualidades, ya no es tan malagradecido; todo es fantasía.
Son mil vehículos, un millón de personas, quinientos setenta y cuatro animales, un grupo de jazz improvisa en la plaza. Son cientos de calles, ancianas olvidadas, parejas riendo, un viejo pidiendo plata. Son millones de luces, trescientos olores y un montón de basura. Son demasiados factores. Es una masa gigante que se revuelve y lo abruma. No entiende nada.
De pronto, un destello.
Un cosquilleo.
Una caricia en el alma.
Ahí estaba, entre todo ese caos. Ojos rasgados y perfil afilado.
La reconoció por su sonrisa.
El sol había empezado a resplandecer