NO TE PUEDO VER

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Había contado hasta cinco como mi abuela me dijo, pero sabía que aquella cosa seguía ahí, un cuerpo negro apenas visible en un rincón de mi closet, adherido en la parte superior como si fuera una enorme tarántula.

Sentia la mirada de sus ojos amarillos apuntandome directamente, me cubrí de los pies a la cabeza con la sabana de mi cama intentando protegerme como lo haría cualquier niño de mi edad y asome la mirada, entonces vi esa sonrisa diabólica que me paralizó de terror, sus brazos anormalmente largos comenzaron a bajar hasta el suelo.

Unas mugrientas uñas hicieron cierto ruido cuando se deslizaron por el piso, mi llanto se ahogo en mi garganta, no podía moverme y trate de abrir la boca para gritar pero de nuevo no pude hacerlo, solo podía escuchar como aquel engendro se arrastraba desde el closet a mi cama, senti que jalaba mi sabana que poco a poco se resbalaba hacia abajo por mi cuerpo.

Una risa debil se escucho casi como un quejido espeluznante, sentí un frío que me recorría la espalda y mi corazón a punto de salirse.

Entonces la puerta de mi habitación se abrió de repente.

- Mi niño vine a saber si todo esta bien.

Aquella voz dulce me lleno de alivio, antes me encontraba en el infierno pero un ángel había llegado a salvarme, y aunque mi abuela era invidente sabía que a su lado nada podría hacerme daño, a mis diez años comprendí lo que era tener a la muerte tan cerca, arrastrándose bajo mi cama.

Por fin pude moverme y corrí hasta la puerta para abrazar a mi abuela.

- Hay algo en mi habitación -dije con temblor en mi voz.

Las lagrimas inundaron mi rostro pero ella siempre supo aliviar mis heridas, hasta las del alma.

- Mientras yo este aqui no dejaré que nada te lastime.

Entro hasta llegar a mi cama y decidida golpeo fuerte el suelo con su bastón.

- Quien sea que ande por aquí le advierto una cosa, nadie toca a mi niño y si se atreve sufrirá las consecuencias.

Ella acaricio mi rostro y con una sonrisa había logrado derrotar a todos los monstruos del mundo. Al menos eso había pensado.

Daniel termino de contar su historia al doctor Durvan, un hombre ya entrado en años, su aspecto era el del típico médico; barba y bigote canosos, anteojos redondos, rostro apacible y cuerpo algo rechoncho.

- Dime Daniel ¿aún tienes miedo por las noches? -pregunta el doctor.

- Tengo terror. -contesto el joven ahora de veinte años.

- La próxima semana hablaremos mas sobre tu abuela, sigue con tus medicamentos y trata de tomar algunos días de descanso, te aseguro que no te vendrán mal.

- Gracias doctor Durvan, lo veo la proxima semana.

Daniel sale del consultorio y baja por las escaleras del edificio, afuera la tarde es hermosa pero fría, camina tranquilo por las calles amplias de San Fernando, una ciudad con calles amplias y limpias, los árboles crecen por todos lados, los patios de las casas se ven muy bien cuidados, llenos de pasto y plantas de muchos colores, algunos chicos pasean con sus bicicletas por aquí y por alla, es el sueño de cualquier familia, un lugar hermoso para vivir.

Daniel camina con la mirada baja y solo voltea a ver para saludar a algunos vecinos que descansan en el pórtico de sus casas, de pronto un sentimiento raro lo hace mirar hacia una gran casa blanca con acabados de madera, su ventana de muy buen tamaño le da una vista esplendida pero adentro y asomandose entre las cortinas una enorme silueta deforme lo saluda con una sonrisa tan desagradable y asquerosa que se le acelera el pulso.

Daniel se apresura a mirar hacia la copa de los árboles y sigue caminando como si nada hubiera pasado; sin embargo mientras avanza siente que por la espalda alguien no le quita los ojos de encima.

- Largate -dice Daniel susurrando.

Al llegar a su casa se queda parado en el patio viendo hacia la entrada, adentro todas las luces estan encendidas a pesar que no ha oscurecido.

- No tengo miedo, no tengo miedo -Se repite en voz baja y después solo en su mente.

Una mano toca su hombro haciendo que salte del susto.

- ¿Estas bien Daniel? -Le pregunta Andrea mientras sostiene a una pequeña cachorra de raza maltes.

- Si... claro, solo me quede pensando en algo que... pensé que había olvidado algo. -Contesto apenado Daniel y tratando de inventar una excusa.

Andrea es su vecina, una joven de diecinueve años estudiante de enfermería, vive frente a su casa, Daniel se siente atraido por ella, sus ojos color miel, su cabello largo y castaño lo habían hecho olvidar por un minuto sus miedos e inseguridades.

- Si quieres voy a preparar hot cakes mas tarde -Le dice ella con aquella sonrisa que tanto le gusta -Puedes venir a mi casa y platicamos un poco mientras Luna se duerme. - La mascota es muy pequeña y de pelaje blanco, simplemente mueve la cola y saca la lengua mientras Daniel acepta la invitación.

El joven se da la vuelta y se dirige a su casa pensando en Andrea, pero su realidad se hace presente cuando entra y cierra la puerta tras de sí, al instante una mano fría y aspera lo agarra con fuerza de los tobillos.

Andrea camina sonriente mientras cruza la calle cargando a su mascota como si fuera un niño, Luna comienza a ladrar cuando ve a Daniel inmovil y de espaldas por la ventana de aquella puerta, ladra fuertemente hasta que algo jala al joven quitandolo de la vista. Andrea voltea para ver que pasa pero todo parece tan tranquilo, sonrie y sigue sobre sus pasos hasta su casa.

La tarde transcurre tranquila mientras llega la noche, pero todos los vecinos de aquel lugar ignoran que dentro de la casa de Daniel Crow hay una terrible realidad, el joven vive un infierno y su existencia cada día es un constante martirio.

Inmerso en la oscuridad de su sotano Daniel tiembla de pies a cabeza, agazapado en posición fetal mira hacia una esquina de aquel lugar.

- No puedo verte.

La voz que escucha no es normal, pero le es familiar.

- Vine para saber si todo estaba en orden.

- Tu no eres ella... no eres ella.

Daniel comienza a recordar a su protectora, la única persona en todo el mundo que se preocupaba por él, su abuela Annie.

- No somos ella... pero esta aqui con nosotros. -Una risa mas parecida a un jadeo se escucha desde las sombras.

- ¡No! -Grita Daniel solo con imaginarse a su ser mas querido viviendo cosas indeseables en algun tipo de infierno lejos de él.

Entonces aquella cosa extiende una mano a través de la oscuridad hasta la luz que viene desde la puerta de arriba. Su piel enegrecida y llena de ampollas le causan terror y repulsión a Daniel, una vez mas aquel monstruo imita la voz de su abuela.

- Ya no estoy ciega... ahora te observo dormir cada noche y lo seguire haciendo hasta que mueras.

Daniel se incorpora lo mas rapido que.puede y corre hacia las escaleras torpemente, su corazón a todo lo que da, sus ojos llenos de lagrimas y su rostro pálido lo hacen ver como un cadáver.

En el sótano suena una risa apagada, burlona y macabra, en el piso de arriba muchos pasos como si un montón de personas corrieran de un lugar a otro, Daniel aterrado sale de la casa hasta el patio, afuera todo es tranquilidad pero hasta eso comienza a parecerle una locura.

- Daniel ¿estas bien? -Es Andrea, ella sale de su casa y camina lentamente hasta la orilla de la calle. -Te ves pálido.

- Tuve una pesadilla y sali a tomar aire -Contesta Daniel tratando de sonar calmado.

- Ven conmigo, te prepararé un té -Dice Andrea mientras lo toma de la mano para llevarlo a su casa.

El joven se siente al instante aliviado, su miedo se transforma en algo mas luminoso, su corazón late de manera diferente, Daniel a tenido muy poco cariño desde la última vez que su abuela acarició su mejilla y se despidió de él para siempre.

LA RETORCIDA VIDA DE DANIEL CROWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora