Castiel estaba muy débil. Se veía tan pequeño entre sus brazos. Tan frágil, tan lejos de ser ese que con la mirada perdida y rostro impasible puede vencer a cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
Dean lo miro mientras apretaba aún más sus brazos alrededor de su lastimado cuerpo.
—Está bien, Dean —
—Cas... No hables —susurro rápidamente.
—Está bien... Estoy... cansado. Pero todavía puedo verte, ¿sabes? Tu rostro, el verdadero.
Un nudo se formó en la garganta de Dean, en su interior aun podía sentir ese dolor que los ojos de Castiel reflejaron al notar en lo que se había convertido.
Lo miro, en sus ojos un grito desesperado que suplicaba perdón por no haber sido lo suficientemente fuerte como para evitar todo aquello o tal vez por haber perdido lo más valioso que tenía, la única cosa buena que le quedaba, su humanidad.
—No me mires así... Aún eres la criatura más hermosa que he visto en mi vida. Tú eres bueno, Dean Winchester. Siempre lo has sido.
—Cas... Y-yo soy un monstruo —
—No. No lo eres, puedo verlo en tus ojos —
El silencio se apodero del lugar, Dean podía sentir lo frio del ambiente, la ruta desierta, la luz de la luna que desde lo alto observaba todo al igual que aquellos que esperaban la caída del ángel, levantó la cabeza y se encontró con millones de estrellas, millones de ojos. Cas no se merecía eso, todos sus errores ya habían sido pagados con dolor, con su gracia y ahora reclamaban su vida y el no podia hacer nada más que cubrirlo, protegerlo de aquellos que querían ver su dolor.
—Lo siento.
—¿Por qué? —pegunto Castiel confundido.
—Si yo fuera un ángel y no esto, podría...
—No lo hagas. Dean... por favor, no te culpes por esto— Pidió Cas, lo conocía mejor que nadie y sabia de esa manía de hallarse culpable por todo lo malo que pasaba a su alrededor.
Así que Dean no dijo nada.
***
—¿Dean? — Llamo después de un rato.
—Aquí estoy.
—Quédate conmigo... por favor —pidió el ángel.
—Yo no voy a ninguna parte, estúpido —sonrió forzadamente.
El cazador tomo su mano, los dedos de Castiel estaban fríos llevo su mano hasta la cara del ángel su piel estaba helada, una vez más apretó su agarre en un intento por calentarlo.
—Cas... ¡Castiel!, no cierres los ojos —Grito Dean al notar que ya estaba muy débil.
—Yo sólo tengo... mucho sueño.
—Lo sé, lo sé. Pero no puedes dormir ahora tienes que aguantar un poco más, lo sabes, ¿verdad? No importa lo que pase Cas, no te atrevas a...
—Dean —susurro.
—Hablo en serio maldición!
—No llores —casi suplico.
Le temblaban las manos. Sus ojos ardían y su pecho se estaba quemando de tanto dolor e impotencia, miró hacia otro lado, pero no podía parar. Las lágrimas eran rápidas y salían sin permiso.
Todo eso era demasiado para él, se sentía impotente por no poder hacer nada en el medio de esa vieja carretera con el amor de su vida entre sus brazos alejándose lentamente de el.
—Yo... creo que voy a ir a dormir ahora, Dean. Sólo... por un momento.
—No, Cas por favor- Suplico desesperadamente.
—Estoy intentado. E-en verdad lo intento.
—Lo sé, lo sé —Dijo Dean abrazándolo mientras sus lágrimas caían
No quería aceptarlo, no podía permitirlo, no quería perderlo simplemente no podía.
Sabía que ese día llegaría y que de alguna forma se separarían, pero nunca pensó que pasaría tan pronto, nunca en esas circunstancias, el siendo un demoño ¿Cómo sobreviviría sin Castiel?
—¿Estarás aquí cuando me despierte? —pregunto el ángel con lágrimas en sus ojos
—Sí —contesto con la voz quebrada.
Castiel lo miro a los ojos por un momento, esos ojos verdes que tanto bien le hacían, ese hombre que tanto le había enseñado, con el único que entendió su verdadero propósito en la tierra, el único que amo más que a su propia vida, por el que renuncio a su naturaleza.
—Yo también te amo, Dean.
Su voz era tan suave y tranquila. Increíblemente cálida. Dean sonrió entre sollozos y asintió.
Lentamente cerró sus ojos azules con un suspiro.
***
Dean lo sostuvo en sus brazos, incluso mucho tiempo después de que el corazón de Castiel dejara de latir....
