Once: Naranja y Mora(do)

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Justo antes de abrir los ojos, Gumball ya tenía pensada de sobra la persona con la que quería estar. La imagen de su hermano y mejor amigo afloraba en su mente, deseando compartir su desgracia, o más bien, dividirla, para que ninguno de los dos cargase algo muy pesado. Eso fue lo que el gato azul pensó. "Bua, he sonado super profundo y convincente." Se dijo a sí mismo.

Cuando abrió los ojos, una luz le cegó por un momento, pero cuando recuperó la vista del todo, pudo ver que estaba cogiendo las manos de alguien. Alguien naranja.

Gumball subió la cabeza y vio a un desorientado Darwin, mirándolo incrédulo.

—¡DARWIN! —Saltó Gumball, abrazando a su compañero.

—Oh, Gumball... No sabes lo que me ha pasado...

—No, tú no sabes lo que me ha pasado a mí.

Estuvieron diez minutos contando sus impresiones y aventuras, hasta que terminaron y volvieron a abrazarse.

—Estaba tan preocupado por tí... —Entonces, el gato soltó a su hermano, y mirándole a los ojos, le preguntó—. No sabrás dónde están los demás dea fiesta, ¿Verdad?

—Sí... pero no. —Suspiró—. Ya te he contado que me encontraba con todos en una habitación gris, y esperamos hasta que algo me llevó al cobertizo.

—Ajá.

—No había puertas ni ventanas en la habitación, y no sé dónde estaba. Sé que todos los demás están en ese cuarto, pero no sé dónde se encuentra.

—Ya, supongo que...

Un estallido interrumpió su conversación, y la puerta del cobertizo se abrió de golpe tras una patada. Los dos hermanos se quedaron paralizados al ver al conejo morado-gris tras el hueco.

Gumball sacudió la cabeza, y con más incredulidad que miedo, se acercó a él y le plantó:

—¡¿Pero tú no eras un virus!?

Kail no se esperaba esa bienvenida, y se quedó en blanco por un momento. Luego se le ocurrió una respuesta.

—Mira niño...

—No soy un niño, tengo trece años, entérate.

—¡Shh! Cállate pesado!! —Le miró con furia—. A lo que iba. Estamos en una dimensión más. En MI dimension, y yo elijo lo que pasa en ella. Elegí que tú te quedaras solo en la fiesta, también las pistas, también tu reencuentro con tu hermanastro.

—¡No me llames así! —Gritó enfurecido el pez naranja.

—¿Y a qué vienes? ¿A fastidiar más aún? —Gritó Gumball.

—Teóricamente, sí, ese es mi trabajo. Pero no exactamente por eso. He venido a... A... Destruiros.

—¿Solo eso? —Gumball le miró como si fuera algo soso. —Me esperaba algo más... Interesante.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres? ¿Que un virus cobre forma de conejo que quiere destruir a dos niñ... chicos, no te parece más interesante?

—Pues... No, la verdad. Me esperaba un cambio en la trama, un giro inesperado que dejara ver las cosas de otra manera. Porque este numerito ya se ha repetido varias veces, y me aburre.

—¿Me estás vacilando? —Kail se sorprendió de su actitud.

—Ay, no sé, algo inesperado o interesante, o otra cosa que empiece con i. —Gumball contó con los dedos.

—¿Y doloroso, sofocante o estresante?

—Eso no empieza por i.

—Pero puede que pase. —El conejo sonrió maliciosamente.

Darwin tragó saliva, y se hizo a un lado. Gumball no pudo.

—¿Y-y cual de esas que has dicho voy a s-sufrir yo? —Tartamudeó el gato azul.

—Ohh, eso ya lo verás. —Gumball no parecía convencido—. Vale, lo digo. La primera.

Sonrió de forma escalofriante. Gumball tragó saliva como su hermano antes, y notó como lo elevaban en el aire.

Con sorpresa, Darwin vio como su hermano flotaba, levantado por una fuerza violeta que Kail controlaba.

Gumball cerró los ojos, esperando lo que fuera que Kail le fuese a hacer.

Darwin le miraba sin hacer nada.

Kail sonrió, e hizo algo que quería hacer desde hace mucho tiempo. Tiró a Gumball hacia un lado del cobertizo.

Darwin lo vio con los ojos vidriosos, y se tambaleó. Apoyó su cuerpo en la pared, cerró los ojos y tosió al respirar el polvo que dejaba las cajas del cobertizo al moverse.

El juego (El asombroso mundo de Gumball) -Portada En Proceso-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora