Intentaba huir lo más rápido que podía, pero ellos se aproximaban más a cada paso que daba, me quedaba sin aliento, me empezaba a costar visualizar el camino, sentía que mis rodillas ya no respondían a mis pensamientos, pero seguía corriendo con fuerza de voluntad y con sangre en el costado.
El olor de aquel lugar putrefacto eliminaba mi sentido olfativo, me estaba obligando a tragarme el aire que respiraba, lo cual me iba ralentizando cada vez más y más... hasta que ya no pude estabilizarme. Me desmayé en el suelo lleno de humanos muertos y descuartizados de todas las maneras.
Al principio solo había oscuridad, pero abrí los ojos en un alto edificio donde a la lejanía se podía ver un campo abierto sin vegetación alguna que no fuera césped, a excepción de un sáuce enorme en medio de todo aquel lugar.
Me levanté temblando, por miedo a que algunos de esos zombies sin cara se me abalanzara de nuevo y me arrancase otro trozo de piel.
Cuando mi cerebro despertó del todo, mi vista sobrenatural empezó a tener efecto, pude ver a todos los espíritus que habían a mi alrededor, a un extraño planeta borroso al mirar al cielo, a las estrellas, satélites y poco más. Me pasaba desde pequeña, siempre he podido ver, oír y escuchar cosas extrañas que nadie más podía percibir. Por ello empecé a tener problemas en el colegio, no podía controlar esa capacidad y todos se metían conmigo por estar hablando sola con vista perdida. Incluso había idiotas que fingían ser mis amigos para después tener algo más que criticar de mi. Aunque luego simplemente los echaba de mi lado; escuchaba todo lo que decían estuviesen a la distancia que estuviesen, nadie podía utilizarme.
Observé en un espejo cercano cómo iba vestida, ya que al parecer alguien me había raptado por la noche para traerme a este lugar. Primero miré mis ojos, que eran tan oscuros como el profundo abismo, igual que de costumbre, luego mi pelo, negro como el carbón, rizado y hecho jirones por culpa de la carrerita al huir de los zombies. Bajé la vista hacia una camisa de cuadros rojos y negros manchada de mi sangre, unos pantalones vaqueros negros con varios agujeros y unas zapatillas blancas. Asentí mirándome en el espejo aprobando al que había elegido mi vestimenta.
Se me ocurrió mirar detrás de mi utilizando mi vista sobrenatural para saber si el espíritu que siempre me seguía estaba allí, y efectivamente estaba.
—¿Dónde estamos? —le pregunté con voz de como si me hubiera acabado de levantar de una siesta eterna.
—No tengo respuesta para eso... —me respondió ella al cabo de tres minutos con su voz distante.
Adivinando que si se lo preguntaba de otra forma me iba a responder igual, lo dejé pasar.
Bajé por las escaleras de emergencia del edificio hasta llegar a la planta baja y así salir por la puerta que daba al exterior.
Pero dicha puerta no se abría, estaba cerrada por fuera y no había cristal para comprobar si tenía puesto el pestillo. Probé a estampar mi cuerpo contra ella y a desatrancarla con cosas varias cosas que había por el suelo, pero seguía sin abrirse.
—Je, je, je, no podrás abrirla tan fácilmente, niña —decía una voz adulta a mis espaldas.
Me di la vuelta de golpe, asustada, creyendo que era un espíritu, pero no vi a nadie.
—¡Hazte ver! —grité con mi voz de vagabunda ruda que parecía haberse tragado una sierra.
Al momento de decir aquello, una silueta negra de una persona en la oscuridad, al lado de una encimera, se acercó hacia la luz. Un abuelo de mediana estatura, ojos verdes, con la ropa llena de roturas y heridas en la piel dónde parecía que se había desgarrado, me miraba.
—Para superar la prueba necesitarás más que inteligencia, je, je, je
—susurraba aquel señor añadiendo esa risita que me ponía nerviosa.—¿Q-quién es usted? —intenté preguntar carraspeando, pero mi voz sonaba igual de áspera y muerta.
—Nadie hija, un personaje más en esta película, je, je.
El señor empezó a moverse de una manera extraña como si lo estuvieran electrocutando.
Di un bote y me eché hacia atrás, por si se le ocurría echarse encima de mí.
—¿Qué? ¡¿Decir la verdad también está mal?! —dijo el abuelo gritando y mirando hacia el techo, con ticks nerviosos.
El señor se iba a dar la vuelta, pero yo corrí y le rocé el hombro con la mano; estaba mugriento, olía a comida pasada y no me atrevía a tocarle nada más.
—Espere... usted ¿por un casual sabe qué lugar es este? —pregunté temblorosa, con temor a que me hiciera daño.
—Aléjate de él —oí decir al espíritu que siempre estaba conmigo, escondida en algún lugar.
Di tres pasos atrás al escuchar su advertencia.
—Oh, claro que sí niña, yo lo sé todo je, je, todo el montaje que están haciendo estos... —volvió a hacer los mismos movimientos de antes sin darse la vuelta para luego dársela y pestañear muy seguido— quiero decir... —aquí pareció más cabreado, hablaba entre dientes—lo que está ocurriendo en este mundo mientras tu intentas salir de un edificio en ruinas je, je.
—¿A qué se refiere? ¿A por qué no se veía a ni un ser humano normal mientras huía de esos zombies?
Le tenía demasiado cerca, podía oler su aliento, pero no olía a nada podrido, era más bien, algo químico que ha salido mal.
—No hija, eso es porque solo quedan 200 mil personas en todo el planeta tierra, has tenido suerte de encontrarte con una —me contestó el señor sin añadir su maldita risa nerviosa.
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NOTA: Esto es una historia corta en mi opinión, aunque no lo he puesto como género porque me parece que le va perfecto el de ciencia ficción. Si os gusta la historia, recordad votar, ayudaría a hacer crecer esta historia, gracias.
Soundtrack de canciones que identifican y relacionan a la historia:
Créditos a: Wonderland_E
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Más allá de las estrellas: El Poder De Estar Juntos.
Ficção Científica#ShadowAwards Mejor portada #Mils&Mila 2do lugar Una chica con poderes extraños, da un salto en el tiempo que en su creencia le lleva a un futuro lejano donde casi se ha extinguido la raza humana, ya que un virus los ha transformado en seres horribl...