Dicen que de los errores se aprende. Lo que no dicen es el tiempo en que toma efecto.
Desde que tengo memoria, he cometido error tras error; a veces por maldad, otras por diversión, otras por despistada, otras por no pensarlo mejor.
Pero de todos modos, para todos, haga lo que haga, siempre lo hago mal: si no puedo conseguir un empleo por falta de tiempo, soy una inútil, que si encuentro empleo, soy una tonta si lo acepto; que si pierdo algo, soy una boba por hacerlo; si no recuerdo algo, entonces ¿para qué tengo esa porquería a la que llamo cerebro? Si no puedo cumplir un trabajo, soy una incompetente; y si no soy lo que los demás quieren, soy una vergüenza.
Traté de ignorarlo, con todas mis fuerzas, traté de que esto no me afectara, traté de ver lo mejor que hay en mi. Pero, con una familia así, es imposible. Siempre atentos a mi, esperando lo mejor. Y yo ni siquiera soy capaz de cumplir una promesa tal cual.
Trato de no tomarle importancia, pero ellos, son aves que buscan que me tumbe y caiga rendida para saciar su hambre con mis restos. Me lanzan piedras, para que caiga; son piedras más dolorosas que cualquier roca, son palabras y acciones que me golpean fuertemente hasta hacerme perder el equilibrio y caer, pero logro levantarme tratando de evadir otras palabras. Nunca lo logro. Ellos son hábiles al lanzarlas. Saben exactamente donde voy a pasar y la lanzan en el momento más preciso. Cuando creo que estoy algún a salvo, cuando estoy feliz, cuando las cosas me salen bien, llega una piedra a golpearme directamente en la cabeza. Duele, duele mucho, y llega a sangrar, como mi brazo después de los navajazos que pide mi cerebro a gritos. Arde la herida y no me deja abrir si quiera los ojos. Duele pero no más que las palabras que estallan en mi mente. Me atrapa el dolor, y a veces me entierra.
Siempre he sabido curar mis heridas, salir del hoyo, sacudirme la tierra y continuar el camino. Pero hoy no. Ya me cansé de que no me tomen en cuenta, de que me culpen por lo que no hago o soy, de decepcionar a los demás. Ya no puedo complacer a los demás. Me duele el pecho de pensar en lo IDIOTA que soy, o me hacen sentirme.
Sigo sin entender, por qué aún no puedo hacer algo que complazca a los demás, y de la misma forma, me satisfaga a mi también. Me gustaría entender, por qué mis amigos le tienen confianza a sus familias, y yo no. Me gustaría llevar una vida distinta, sin gritos, discusiones o problemas a diario. Me encantaría tener una mente diferente para no ser lo que soy, una inútil. Me gustaría poder decir, que amo a mi familia más que a nada; así, en general, y no sólo a mi hermano, que es mi adoración.
¿Por qué no soy otra persona? A veces ni siquiera yo me acepto como soy.
Lo único que sé, es que necesito un abrazo sin motivo alguno, que me llene el alma, que me abrigue el corazón, y que me de el empujoncito que necesitó para levantarme esta vez y continuar con mi destino. Eso es lo que necesito...