Las clases transcurren más lentamente de lo habitual.
Dan el timbre para la hora de descanso y es inevitable sentir alivio, hasta que al entrar a la cafetería me doy cuenta de que estaré solo. Me siento en una de las mesas vacías a leer un poco, hasta que alguien capta mi atención.-Me he dado cuenta de que estarás solo este rato, y eso me parece triste, ¿Te molesta si te hago compañía?
Volteo a verla y la reconozco al instante, una de las chicas que estaban en el restaurante la noche anterior.
-Por mi está bien.
-Mucho gusto, soy Janette.
Me tiende su mano, y antes de estrecharla, la observo. Una mano pequeña con dedos delgados, de piel blanca y uñas largas pintadas de negro. La estrecho.
-Soy Matías.
Se sienta enfrente de mi y se dispone a observarme, y para lidiar con la incomodidad, decido hablar.
-¿Por qué no estás con tu novia? La de anoche, es tu novia, ¿No?
Sonríe tímida, y asiente con la cabeza.
-Asiste a otro instituto, se llama Tresa.
-Bonito nombre.
-Así es, anoche, ¿Ella es tu novia?
No esperaba aquella pregunta.
-Era mi novia.
Me observa un momento, hasta que su vista se dirige a alguien a su derecha, un hombre de cabello castaño y ojos oscuros se acerca a nosotros con una sonrisa en su rostro.
-Qué bueno que te encuentro, te he estado buscando toda la mañana, no entraste a ninguna maldita clase. Hadara quiere que salgamos en la tarde.
El chico se sienta enseguida de ella, y Janette me observa.
-Genial. Peter, él es mi amigo, Matías.
El castaño me observa igual de sonriente que cuando llegó y me tiende una mano, la estrecho.
-Mucho gusto, Matías.
Janette, sin dejar de observarme, ensancha aún más su sonrisa.
-Deberías acompañarnos esta tarde, Matías.
Ambos están observándome esperando una respuesta.
-Me encantaría.