Cuatro paredes, mil reproches

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No hay momento de mi vida en el que no me pregunte si esto es libertad. Siguiendo las estrellas inhalo cada partícula de tu perfección.

Te extraño teniéndote y mientras te pierdo sin saber pedir perdón aún, sé que mis palabras no son las indicadas y precisas pero el brillo en tus ojos es lo más indicado que ha llegado a mi destino.

Tu memoria es inmarcesible y la aflicción se expande en un universo con cada vez menos posibilidades de encontrarme en tus labios, en tus ideas y en tu pecho.

Pero yo sí te encuentro en cada lágrima deslizada en mi rostro deteriorado por los sueños, alineándose perfectamente como diamantes en mi cuello.

Piensas que me rendí al soportar tu despedida, sin embargo, estoy en medio de la desdicha, en medio de la ignorancia que pacíficamente alimenta el borde del cual puedo caer con o sin intenciones.

Dejé de añorar tu resplandor, al que daba privilegio  de aplastarme y convertirme en algo más frágil que mi corazón de cristal.

Vuelvo a despertar y los tiempos ya no son los mismos aunque tu espejismo me siga asaltando en cada paso de ese amor no correspondido. Las cuatro paredes se vaciaron de mi única pasión y se llenaron de mi nuevo odio.

Sentada en silencio ahora solo inhalo el humo de un cigarro y no tu perfección.
Odio mis ilusiones y no hay otro escondite para mí pues rompiste cada uno de ellos.

Me gustaba más el ruido de tu voz repitiendo promesas pero ahora solo hay gritos y mil reproches en mi mente.

Un amanecer más y los tiempos ya no cambiaron, sigo sentada en silencio. Solo tengo fuerzas para inhalar ni alma pero no tragué tus mentiras de nuevo.

En otra vida podría ser tu musa, a pesar de tu arte de ser, soy sólo un cuadro roto a disposición de cualquier mente quebrada.



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