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Prólogo (Relata Poncho)
Relato
Vale la pena el placer.
A veces creemos que tenemos la vida perfecta y solucionada, que lo que estamos viviendo es la felicidad total, que no hay otra cosa que pueda proporcionarte más placer y bienestar que lo que vives en la actualidad. Creemos que con eso estamos completos, porque claramente así nos sentimos. Pero muchas otras veces, y suele pasar créanme, llega algo que te hace darte cuenta que es algo superior a todo lo que posees, que con su llegada completa ese pedacito que quizás aún quedaba por llenar.
Puede ser que a veces, también, eso llegue en el momento que tienes el frasco de la felicidad hasta el borde pero que quieres entrarlo allí a como dé lugar, presionando, moviendo cosas, obligándolo a que entre… hasta que sucede. Ingresa y ya, tu felicidad se completa un cien por ciento.
Así es la entrada, pero ¿qué es lo realmente más complicado? Sí, eso mismo, la salida. ¿Qué pasa cuando quieres quitar algo del frasco pero, por toda la presión que has hecho, los elementos se han unido tanto que cuesta separarlos? O ¿Qué pasa cuando los elementos están tan presionados que no puedes quitarlos del frasco, pero tienes que hacerlo porque sabes que eso que ha ingresado último está dañando algo que entró en ese frasco primero como algo primordial? Allí el problema se agrava, allí todo se complica.
Ahora, pongamos el frasco de la felicidad como la vida. Y los elementos relacionémoslo con el trabajo, el amor, la compañía, tu esposa o esposo, tu vida ya formada. Esa vida que está completa pero que tú has decidido agregarle algo más que, tarde o temprano, terminará dañando algo de todo eso.
Esta es una manera muy flemática de explicar lo que sucedió en mi vida.
Capítulo 01.
Febrero 2013.
—¡Poncho quita eso! — Dulce me dio un almohadazo y se tapó los ojos, escondiendo su rostro en mi cuello. Reí ante su actitud y la abracé para acercarla más a mi cuerpo.
—¿Qué tiene? — Le subí aún más al volumen y dejé el control remoto en la mesita de noche.
Era invierno, así que teníamos el edredón tapándonos en esa gran cama Size King que compartía con Dulce María, mi prometida.
Sexy. Hermosa. Con un pelo tan rojo como el fuego y una boca tan dulce como su nombre.
—Poncho quítalo — Se prendió más a mi cuerpo cuando solté una carcajada más audible. Ladeó su rostro para ver el LED TV donde se reproducía una película porno. —Ay caray.
—Dulce, ni que fuera algo raro — Me reí. Ella se tapó con las sábanas e incluido el edredón blanco y apoyó su rostro contra mi pecho. —¿No te pone mirar porno?
—Poncho, me conoces hace tres años y sabes que me incomoda… — Miró hacia el televisor unos segundos antes de volverse rápidamente —…ver este tipo de películas — Concluyó con una sonrisa. La miré incrédulo, sé que nunca le gustó pero sé también que en el fondo la ponía… o le producía algo.