Que digan lo que quieran, pero desde que nacemos estamos obligados a hacer lo que el resto del mundo quiere que hagamos.
Primero nacemos y estamos obligados a hacer lo que nuestros padres nos hacen hacer -vale, está bien, tampoco es que un bebé pueda decidir que es lo que quiere y que es lo que no, pero esa no es la cuestión-.
Cuando ya tenemos edad para razonar nos encierran en un edificio en el que se nos puntua por nuestros conocimientos y todo el mundo espera que tus puntuaciones sean las mejores en todo, sin importar que a ti te interese una mierda las matemáticas o que te cueste un jodido huevo aprenderte todos los ríos del país, la gente espera que tú te los aprendas y los repitas de memoria uno por uno, como un loro.
Luego llega la hora de salir con tus padres a comer a un restaurante.
-Sentarse con la espalda recta.
-No apoyar los codos en la mesa
-No jugar con la comida
-No comer con las manos
-Comerse todo lo del plato
-No lamer los restos del plato -algo jodidamente difícil de evitar cuando se trataba del postre en el cual te habían puesto salsa de chocolate, vamos, ¿qué niño en todo el jodido planeta puede resistirse a lamer un plato lleno de salsa de chocolate?-
-No eructar -adiós a los divertidos concursos de eructos-.
-No levantarse de la mesa sin permiso.
-No gritar.
Bueno, una vez superado este martirio llegamos al instituto. Y yo que pensaba que esa sería la mejor época de mi vida. Todos pensamos que el instituto será la mejor época de nuestras vidas, pero no, lo siento, el instituto es una jodida mierda. Son seis etúpidos años de tu vida en los que te desvives por impresionar a personas a las que les importas una mierda y que seguramente después de esa época no volverás a ver en tu jodida vida, y si te las encuentras seguro que ni se acuerda de ti porque, repito, no les importas un pepino. Pero bueno, lo que se espera de ti en el instituto, según las las estúpidas pelícuals americanas, es que:
Uno, que saques buenas notas -o no, eso depende, hay veces en las que si sacas buenas notas eres guay y otras en las que si sacas buenas notas eres un nerd total, todo depende de tu estatus social, tu atractivo físico y la gente con la que te juntes-;
dos, tener un buen estatus social, ser popular, guay, enrollado, ya sabes, ser como el prota de la película, el prota de tu instituto;
y tres, ser o parecer atractivo/a, o en su defecto, vestir bien, de marca, a la moda...
Bien, una vez superada esta etapa de tu vida en la que se te critica por todo lo que hagas y dejes de hacer, en la que eres suficientemente mayor para algunas cosas pero no para salir de fiesta una noche con tus amigos, en la que los granos y la ortodoncia se adueñan de tu cara y en la que te obligan a escoger lo que querrás hacer durante el resto de tu vida cuando ni siquiera sabes lo que querrás que tu madre te prepare para comer al día siguiente... ¡FELICIDADES! Es hora de empezar la Universidad, estudiar una carrera -salir mucho de fiesta- que tenga muchas salidas para que el día de mañana puedas tener un buen trabajo en el que cobres mucho y puedas presumir de coches, casa, dinero, família... Porque claro, no olvidemos que una vez fuera de la Universidad y habiendo conseguido un buen trabajo, debemos casarnos y formar una buena família, con unos buenos hijos a los que les obligaremos a hacer lo mismo que nos obligaron a hacer a nosotros.
¿Pero qué mierdas?
¿Coche, casas y dinero?
Dime de que coño te sirve todo eso. ¿Has disfrutado tu vida? Dime una sola cosa que hayas hecho porque de verdad sentías que querías hacerla. Dime una sola vez en la que te hayas dejado llevar por tu corazón y no por el que dirán. Una sola vez en la que hayas disfrutado haciendo lo que hacías, una sola vez en la que no hayas hecho lo que el resto del universo esperaba que hicieras.
Y dime, ¿eres feliz? ¿Eres feliz con la vida que tienes? ¿Te sientes hecho y realizado como persona?
Tu trabajo, ¿lo amas? ¿Eres feliz haciéndo lo que haces?
De verdad, admito que yo también lo he sentido, al igual que todos los seres humanos de la Tierra, pero ahora mismo no entiendo esa prisa, ese anhelo que sentimos todos pos crecer, por tener trabajo y ser esclavo del reloj.
Cuando tenemos 7 ya queremos tener 12 para poder sentarnos en el asiento de delante del coche. Cuando tenemos 12 ya queremos tener 14 para poder salir con los amigos al cine o a hacer lo que quiera que hagan los críos de 14 años -porque ni siquiera sabemos que es lo que hacen, pero es igual, nos parecen guays y queremos ser como ellos y punto-. Cuando llegamos a los 14 ya queremos cumplir los 16 para poder salir de fiesta, trabajar, ganar dinero... y dos días después de cumplir los 16 ya estamos contando los días que nos faltan para tener 18 y poder sacarnos el carné de conducir, entrar a todos los club's y discotecas de la ciudad, beber e independizarnos.
Nos pasamos la vida planeando un futuro preplaneado -no, no os sintáis especiales, ese futuro que planeáis tan xupiguay no lo habéis planeado vosotros, es el mismo futuro que han planeado millones de chicos/as de vuestra edad y prácticamente los mismo pasos que siguieron vuestros padres a vuestra edad, así que no, no sois nada pioneros, lo siento- pues eso, que nos pasamos la vida soñando con nuestro súper futuro mega-ultra-hiper especial, nuevo y genial, que nos olvidamos de vivir nuestro presente, y así se pasan los años, y cuando te das cuenta ya has perdido la mitad de tu vida planeando y haciendo cosas que ni te interesan, que solo las has hecho porque creías que era lo correcto y era lo que la gente quería que hicieras y ya no hay vuelta atrás.
Pues déjame que te diga una cosa: vive TU vida, porque nadie morirá por ti.
No siempre harás lo correcto, somos humanos. Nunca contentarás ni caerás bien a todos, eso es imposible, así que preocúpate un poquito menos por lo que dirán los demás y un poquito más por como estás viviendo tu vida, si realmente la estás viviendo.