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Las calles están desoladas y oscuras parecen tragarse todo lo que pase por ellas, a lo lejos aún se observan las luces de la ciudad que nunca duerme, los rascacielos parecen pequeños en comparación con el inmenso espeso y oscuro cielo negro que los arropa.

Una limosina negra se desliza por el asfalto casi imperceptible, pasando a través de valles estrechos mientras suben a la colina de la urbanización privada Paradise, hacia la mansión más grande del lugar, blanca a la perspectiva de todos, pero en realidad es marfil pálido con detalles blancos, más de cien habitaciones, cuatro de ellas del tamaño de una casa común, una sala en tamaño exagerado, gimnasios, piscinas, sala de juegos...

—Mi pequeña ciudad—dijo Kyam cariz bajo. Siempre le pareció una casa demasiado excesiva en espacio y en lujos, aun cuando con todos ellos su vida era perfecta, nunca ha sido de gustos ostentosos, pero debe admitir que se acostumbró a vivir con ellos.

Sus padres tan egocéntricos como siempre decidieron que su casa no le envidiaría nada al palacio presidencial, es así, como su casa la conocen todos como la segunda casa blanca de los Estados Unidos de América.

Se restregó el rostro con ambas manos, y luego enredó los dedos en su cabello castaño, sentía los ojos pesados por el sueño, miró su reloj, percatándose de que en dos horas amanecería, y su único deseo es que eso no suceda, no ha llegado bien, pero tiene claro que ya quiere irse.

—Señor—carraspeó el chofer.

Kyam levantó su azul mirada para ver que ya están justo enfrente de la puerta del infierno, sonrió ante su pensamiento de dar vuelta en U, y marcharse por donde vino, al contrario, extendió la mano para alcanzar su folio de papeles, su vista se fijó en un joven de su edad vestido de traje negro con pajarilla que se apresuraba a llegar hasta su puerta, antes de que lo hiciese, él mismo fue quien abrió paso para salir.

Mike Adams detuvo la marcha de un tirón, enfocando sus ojos miel en el hombre frente a él, vestido informal, con vaqueros ajustados y franela básica negra que marca sus abdominales y su pecho definido—suspiró imperceptible—extendió la mano derecha para coger el folio negro que el joven Levine trae en sus manos, este lo miró fugazmente con ojos ausentes antes de entregárselo, y sin dirigirle palabra alguna subió los escalones que lo separaban de la puerta principal, mientras Mike observaba desde el suelo, diez escalones después la puerta principal era abierta para el joven multimillonario, y él se adentraba en la mansión.

Mike aflojó su pajarita, y resopló. Sabía que eso había estado de más, pero su padre le obligo, porque según él, recibir a un Levine lo requería, hubiera preferido no ser él, quien tuviera que hacerlo, pero nadie sabe lo que es tener un padre como el suyo, que crea que lo mejor del mundo es servir a los Levine, y que es un premio estar cerca de ellos. Caminó a grandes zancadas a la puerta de servicio. Es una tontería, pensar, que su destino es solo servir a alguien más como su padre afirma.

—¿y bien? —

—¿Qué? —respondió tirando el folio sobre la mesa. Respiró pesadamente.

—¿está guapo? —

—Eso no me interesa Rachel—la rubia rodó los ojos.

—No importa que seas hombre, todo ser, que respire y que coma, y que lo que sea, sabe que Kyam Levine es una obra de arte...—Mike le cubrió la boca con la mano, respiró fuerte mirando directo a los ojos de su hermana menor.

—Pues ve a verlo, y así dejas ese folio en su habitación—dijo señalando el objeto, se separó de ella, dándole la espalda.

—Seguro que no quieres ir tú, mira que si está lindo no estoy segura de que mi falda siga en su lugar—

PROYECTO XWhere stories live. Discover now