Brote

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Así pasan cuatro horas, que aguante tiene el chino, el albino sale de su casa con paso cansino, las manos en los ojos para acostumbrarlos a los lastimeros rayos solares de la tarde, Yao lo ve desde la pared, escondido. Cuando por fin separa sus manos de los ojos espera descubrir lo único que le daba inspiración, felicidad y le recordaba a su familia; un campo de girasoles. Su campo de girasoles.

Milímetro a milímetro se rebelaba un paisaje abominable, en su pecho el corazón se le detuvo, ya no más latir, sus mejillas sin calor, más pálido que la nieve con una mueca no de disgusto si no de fragilidad, con sus manos temblando, un hilo de voz que amenazaba con volverse un desgarrador grito de dolor, cristales amargos en forma de lágrimas comenzaban lentamente a resbalarse por ese rostro sin vida, caían sin gracia de aquellos ojos muertos, de un lila opaco, casi gris. Sus piernas fallan, se tambalean y finalmente cae al suelo de manera estrepitosa con aquel grito irritando su garganta.

Yao lo mira, se le parte el corazón. Miles de trozos caen en la tierra, no soporta ver aquello ¿Quién lo soportaría?

Ahí comprende algo, no conoce a este hombre, apenas y está enterado de su residencia, mas ahora comprende perfectamente que no es, bajo ninguna circunstancia, una Bestia.

La lagrimas del ruso son el más cruel veneno, son amargas y queman como ácido, resbala otra manchando de dolor las mejillas de criatura tan vulnerable, lastiman, duelen como nada en el mundo, parecen dagas que rompen almas, algo que nadie debería de ver, mucho menos escuchar ese llanto que acaba con el temple de cualquiera, Yao no puede soportarlo, el ruso no detiene su llanto, cae completamente destrozado al suelo viendo aquello que ama muerto, acabado. El chino se aproxima corriendo a socorrerle pero no sabe que hacer.

-Disculpe...aru, usted ¿Está...?

-Murieron...-pronuncia como si el hubiera muerto con aquellos girasoles.

-Hace no mucho que lo hicieron, aru...-explica.

-¿Lograste ver... cuando murieron?-le pregunta con voz apagada, apenas audible.

-Ah... pues sí, aru. Algo por el esti... -Es interrumpido.

-¡Las viste morir y no hiciste nada para salvarlas!-le reprocha como si realmente el chino tuviera la culpa de ello -. ¡Dejaste que murieran! ¡Es tu culpa! ¡Murieron por tu culpa! -le acusa de manera infantil, aún con lastimosas gotas de amargura saliendo de sus ojos.

-Pero yo...no...

-¡Lárgate! ¡Haz algo bueno de tu miserable vida y lárgate para siempre!-le grita dolido, más a los sentimientos de dolor que al chino pero al final es quien paga los platos rotos. Dicho esto prosigue a continuar con su espantoso llanto, sollozando aun más por sentir la humillación de que alguien le viera en dicha situación.

El castaño con desconsuelo decide correr de ahí pensando que ha desperdiciado cinco años de su vida intentando hablar con una infame bestia, la gente del pueblo tenia razón; esa cosa ni sentimientos tiene. Después de todo ¿Qué culpa tiene él? ¿Que pudo haber hecho? no es como si hubiese una nota de "Que hacer en caso de que los girasoles comiencen a morir". Por un segundo el asiático pensó que dicha bestia era un hombre sensible y hasta algo guapo. Esa idea está ahora en el caño.

Los cuadros que había en el suelo...¡No merecía tenerlos! Su estimado artista "Россия" era demasiado para aquél hombre tan desgraciado.

Pero Yao es terco y volvió a pesar de todo al día siguiente, aunque no iba a ver al hombre... bueno tal vez espiara un poco otra vez, pero no iba a ello, su tarea era otra y fue ardua, le llevó toda la tarde terminando apenas cuando un lucero adornó el cielo.

Extraño (RoChu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora