Cuento de hadas

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¡Espero que lo disfruten! ¡Gracias por su apoyo!

Nota: los personajes ni la imagen me pertenecen, créditos a su autor.

nota2: ya se, las actualizaciones son lentas, pero pues échenle la culpa al otro fic que actualizo mas seguido XD

Advertencia: Fluff XD o algo asi...

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Había una vez, una mansión con muchas y diferentes habitaciones; unas pequeñas y otras grandes, unas con bonitos muebles y otra con muchos, muchos libros; libros con dibujos y otros con letras pequeñitas y amontonadas en una sola hoja, muy negras y difíciles de leer. La mansión, también tenía un bonito jardín, con gardenias que perfumaban las noches y rosas vistosas de pétalos suaves. Había una fuente de piedra blanca y un ángel de alas extendidas y, al otro extremo, un lugar donde las glicinas escalaban por vigas altas y formaban una casita de colores lilas.

La mansión rodeada de su bello jardín, estaba rodeada a la vez de extensas praderas de pastos verdes claro que te hacia cosquillas en los pies y, como guardián a las espaldas de la mansión, el jardín y la pradera, un bosque misterioso se extendía hasta las lejanas montañas escarpadas.

Pero no hablaremos de este colorido lugar, no, este cuento, es de un pequeño. Un niño que compartía el color del cielo claro en su mirar y los rayos del sol en sus cabellos. Un niño que le encantaba andar por ahí, descubriendo cosas mientras reía y corría.

Un pequeño muy especial.

-¡Señorito! ¡Señorito!

La voz de Alice se escuchaba cada vez que sus largos vestidos de trabajo entraban a una nueva habitación. La sala de estar, el estudio, la biblioteca, el baño, la recamara de huéspedes, entre otras más. Alice tomaba los picaportes redondos y alargados y los giraba para entrar a las diferentes habitaciones con la esperanza de encontrarle.

-¡Señorito! ¿Se encuentra aquí? ¡Basta de jugar a las escondidas!

Gritaba cansada de este juego donde perdía la paciencia.

Cerrando el salón principal que servía para entretener a los invitados, giró sobre sus botines negros de cuero negro y pensó en donde podría estar ese pequeño escurridizo. Entonces resoplando, se le ocurrió un lugar.

Alice bajó las escaleras que daban a la puerta principal, cruzó el recibidor y pasó a la iluminada cocina que poseía un aroma a vainilla y pan, dirigiéndose a la pequeña bodega donde se almacenaban los granos y las conservas en frascos de diferentes tamaños y, al estar frente a la ancha puerta doble de madera verde y hojillas negras de hierro, acomodó su pequeño sombrero blanco y peinó sus largos cabellos rubios, dio un par de palmaditas a su delantal para quitarle las arrugas inexistentes y aclarando su garganta, se plantó firme frente a la puerta para abrirla de una sola intención.

La luz de la cocina iluminó el interior de la bodega y al crio que estaba dentro con las manos en la masa, o, mejor dicho, en los biscochos de nata que Alice había preparado en la mañana y que se servirían para la cena.

-¡Señorito!

Gritó Alice con mirada reprobatoria ante tal acto de desobediencia, pero el culpable, se limitó a hacer un puchero ante la presencia de su nana Alice.

-No me gusta que me digas "señorito"-Replicó con mejillas regordetas.

-¿Entonces quieres que te diga "ardilla pillina"? ¿O "cerdito glotón"? Puedes elegir. -Gruñó su nana posando sus manos sobre el mantel con gracia.-Estuve buscándote por todos lados y te encuentro aquí comiendo golosinas antes de la cena. Arthur se enfadará con usted si no se alimenta apropiada-

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