Capítulo 7

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Traté de recuperar la autoestima que había perdido al ver a esas chicas. Levanté la mirada y a lo lejos vi venir a Adam, quien al verme sentada en aquella mesa del bar apresuró su paso. 

—¿Llego tarde? —preguntó agitado.

—Tal vez yo llegué temprano —contesté mientras le enseñaba mi celular, el cual marcaba las 9:03 pm.

El mesero al ver llegar a Adam se acercó para que pudiéramos pedir

—¿Quieres una cerveza? —preguntó. A lo cual yo conteste que sí.— Bien Alix… —Cuando el mesero se retiró me preguntó— ¿Qué es lo que deseas saber de Daniel? —puso sus codos sobre la mesa y entrelazó sus manos. 

—¿Así que estamos aquí para hablar de Daniel? —pregunté confusa. No necesitaba decirme que a él no le agradaba, puesto que yo misma me di cuenta. 

—Vamos, sé lo mucho que deseas saber de él —dijo algo irónico.

Me costó trabajo digerir lo que estaba sucediendo, pues no vas a una cita con un chico para hablar de otro que probablemente halla llamado tu atención. Al no recibir una respuesta por mi parte él volvió a hablar

—Daniel y yo éramos muy buenos amigos, los mejores para ser más exacto.

—¿Y qué fue lo que sucedió?  —me atreví a preguntar. 

«¿Cuál sería la razón para que dos buenos amigos terminaran su amistad y no volvieran a hablarse nunca más?», pensé mientras que él hacía en su mente un recuento de lo que había pasado. 

—Ya sabes, no es bueno que dos amigos se enamoren de la misma persona —miró hacia abajo mientras dejaba salir una sonrisa fingida. Si en algo era buena era en interpretar los gestos de las demás personas, y al hacer esa acción Adam me demostró que quería aparentar ser fuerte, pero no era así. 

El mesero se acercó a nosotros llevando nuestras cervezas para dejarlas en la mesa. Adam tomó un gran sorbo para seguidamente continuar con la conversación. 

—Yo la amaba —musitó—, fue mi novia durante un largo tiempo. Pero el destino no pudo concretar nada a mi favor. 

—¿Qué fue lo que pasó? 

—Prefiero no hablar de eso ahora. —Al parecer era un tema que le afectaba mucho—. Cuéntame de ti —dijo interesado. 

—Viví todos estos años en Los Ángeles, fueron tiempos muy buenos —traté de que mi vida no pareciera tan deprimente como en realidad lo era. 

—No lo dudo. 

Le conté mi vida desde otra perspectiva. No me interesaba quedar como la víctima y hacer quedar mal a mi papá, pues él se había ganado mi cariño y confianza en poco tiempo. 

Las horas en aquel bar fueron transcurriendo. Platicamos de todo tipo de cosas, Adam era de ese tipo de personas con las cuales puedes encariñarte en muy poco tiempo. Había dejado de contar cuantas cervezas había tomado, en la mesa se habían aproximadamente cinco botellas de vidrio vacías, sin contar las que el mesero ya había retirado. Se me hacía difícil de identificar cuales eran las que me había tomado yo, por lo poco ebria que estaba. Adam parecía estar muy bien, pues se hacía de notar que estaba acostumbrado a este tipo de salidas. 

—Es hora de irnos —miré la hora en el reloj.

Adam había pagado la cuenta, cosa con la que no estuve de acuerdo al principio, pero al final accedí. Lo tomé del brazo y caminamos por las pequeñas calles del centro de la ciudad, ya que el auto lo había dejado a unas cuantas cuadras. 

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