Gamboa Santiago - Perder Es Cuestion De Metodo

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SANTIAGO GAMBOA

Perder es cuestión de método

A la memoria del fotógrafo Ricardo Gamboa, que disfrutó leyendo a Dickens y a Vargas Losa, y a quien tanto quise. Con el legítimo e imposible deseo de regalarle este libro.

PRIMERA PARTE

I

«Todo lo que ocurre tiene un sentido», pensó Víctor Silanpa al notar que era una mañana distinta. Había terminado los dos tomos de Shanghai Hotel, de Vicki Baum, leyendo con ojos irritados hasta el amanecer, y aún no sabía si el libro le gustaba. Ni siquiera sabía por qué lo había leído. Durante la noche había vuelto a romper la promesa de no fumar y, encima, debía empezar con la crema antihemorroidal, que lo observaba desafiante desde la repisa del baño. Miró con odio el tubito rojo, le atornilló la capucha plástica y, sintiendo un derrumbe de galerías en la psique, lo acercó a su cuerpo haciendo salir un líquido frío.

El ruido del teléfono retumbó en la mesa de entrada.

-¿Aló? -Silanpa sostuvo la bocina con los dedos pulgar y meñique.

-Sé que es domingo pero la cosa es grave -reconoció la voz del capitán Moya-: cincuenta y cinco años más o menos, empalado en la orilla del Sisga y desnudo como un Mercurio galante. Ni un papel, ni rastros de ropa. Nada.

-¿Cuándo lo encontraron?

-Esta mañana, pero parece que lleva varios días. Está en una parte de la represa alejada de la carretera. Lo encontraron unos jóvenes que hacían canoa. Apúrese, yo di orden de que no lo desclaven hasta que usted llegue. ¿Buena la chiva o no?

-Sí, capitán. Ya mismo salgo para allá.

Saltó dentro de un viejo pantalón de dril, se despidió con un gesto de la muñeca, que recibía el sol en la frente y estaba hermosa en su pedestal, al lado de la biblioteca, y en dos patadas ya estaba bajando por la Avenida Chile en dirección a la autopista.

-Silanpa. Prensa -mostró su tarjeta.

-Siga, es por allá.

De lejos le pareció un Cristo obeso. Un elefante pálido dibujado por un niño.

-Póngase esto en la nariz -el agente le alcanzó un algodón con amoniaco-. Allá abajo huele peor que pedo de borracho.

Sujetó la compresa sobre el labio; con los ojos lagrimeando comenzó a saltar matorrales y juncos hasta llegar al lugar. El cuerpo estaba amoratado, hinchado y lleno de tierra seca. Las estacas lo atravesaban en cruz. Los músculos de Silanpa se contrajeron instintivamente y sintió una fuerte picada.

Hizo un croquis en su libreta, dibujó la colocación del cadáver a unos metros de la orilla, en medio del juncal, y luego comenzó el detestable trabajo de reconocer el cuerpo. Tenía marcas en las muñecas y el cuello. Lo habían amarrado y, seguro, tironeado. El agente le alcanzó una escalera de pintor y, muerto de asco, se acercó a la cara. Las cuencas de los ojos estaban vacías y la boca a medio abrir, repleta de tierra y arena. Luego sacó su pequeña Nikkormat y le hizo varias fotos.

-Parece más un ahogado que un empalado, ¿no, agente?

-Sí señor. Y mírelo por detrás: ¿eso que le sale del rabo no son algas?

-Sí, pareciera... -Silanpa bajó de la escalera-. Bueno, ahora les toca a ustedes. Díganle a Piedrahíta que yo voy mañana temprano.

Subió de regresó hasta la carretera y miró el lago desde el puente. De ese lugar habían saltado muchos desesperados, personas que soñaron con una llamada, un gesto de alguien o de algo que nunca llegó. Sintió frío. Una brisa húmeda creaba en el agua un relieve de líneas paralelas. Desde la radiopatrulla llamó al capitán.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2010 ⏰

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