A la luz del nuevo día, consigo hacer a un lado los pensamientos sobre Canela para pensar sólo en el viaje que me espera y en Cinnamon18 que es la única que los merece. Me siento un adolescente esperando por llegar a la cita de sus sueños y a la vez ese mismo adolescente perdido porque fue pateado por el amor de su vida. Es embarazoso para mí mismo aunque nadie lo sepa, pero estoy ansioso, me transpiran las manos. Quiero estar frente a Cinnamon18 ya, y verla por primera vez. Y también quiero que ese momento dure una eternidad. Tal vez así consiga lo que Canela logró tan fácilmente.
Después de un merecido descanso en el hotel, me calzo el disfraz que cubre mi rostro perfectamente y espero por la limusina que me llevará al evento.
Ansioso busco a mi rompecorazones en el lobby. No la encuentro. No puedo dejar de pensar en ella tampoco y me da culpa.
La limusina serpentea por los caminos escarpados de las sierras para llegar al moderno y lujoso salón que da lugar a una vista espectacular del valle durante el día y de un manto de estrellas refulgentes en la noche. Tocará un DJ renombrado, hay barras de tragos y mozos sirviendo bocadillos. También habrá muchos láseres y hologramas en la pista.
Cada uno de nuestro equipo fue por su lado. Nuestro reto es encontrarnos dentro de la fiesta sin autodescubrirnos. Se supone que todos tenemos máscaras que hacen imposible reconocernos a simple vista. Por supuesto que mi prioridad es Cinnamon18 y Canela... ¡No! Canela no.
En la entrada, los GameTubers y paparazzi intentaron descubrir mi identidad, pero no les dije una palabra. Así había dejado establecido que actuaríamos todos los miembros del equipo, la sargento Mica. De lo contrario en cuanto Stefano dijera una palabra sabrían quién sería y a Cane y a mí también nos descubrirían de la misma forma.
Entro en la oscuridad del recinto a la que no llega ningún rayo del crepúsculo que se enseñorea en las sierras de Córdoba. El evento ocurrió durante todo el día donde los admiradores se llenaron de autógrafos y recorrieron los stands en busca de tesoros invaluables.
Oteo a un lado y a otro buscando el traje de Cinnamon, el personaje, con el vestido blanco y su velo de la escena en que iba a ser entregada en sacrificio a los dioses del Olimpo para que concibiera un nuevo semidiós. Espero reconocerla entre el mar de máscaras holográficas que dibujan personajes fantasmales en el rostro de los concurrentes. Afortunadamente, Mica tuvo el buen tino de no elegírmela. No permite vislumbrar ninguna parte del rostro y no quiero espantarla.
Camino por todo el recinto y la ansiedad se incrementa. Decido ir por un trago y me encuentro a Matu.
—¡Descubierto! —dice.
—Sí, ja... ni pienses que me voy a quedar acá.
—Ni se me pasó por la cabeza. Sé dónde están puestos tus sentidos hoy.
—Olvidate.
Con eso le aseguro que está completamente en lo cierto y me retiro a seguir la búsqueda con dos tragos en las manos.
Media hora más tarde y con los tragos vacíos, ya recorrí todo el lugar, encontré a Stefano, a Pablo y a Mica y los dejé así como los vi. Pero ni rastro de una mujer en un vestido blanco y velo.
La música está fuerte, ya comenzaron los láseres a bailar en la pista.
De pronto un mar de cabezas se giran una a una, hacia la figura esbelta que camina derrochando sensualidad en la multitud. Como si el destino hubiera decidido seguirla con un potente fulgor para que todos la vean, esa belleza ardiente de blanco resalta de pies a cabeza por la luz ultravioleta, como si tuviera luminiscencia propia. Se mueve con paso seguro a través de la pista sin ser consciente de las miradas que atraen esas interminables piernas y el porte de princesa exótica.
Se me contraen todos los músculos y mi miembro cabecea en saludo reverencial.
¡Dios mío! ¡Oh por Dios! ¡Dios mío! ¡Qué mujerón! Es ella. Es el disfraz de la escena. Perfecto, como si hubiera sido confeccionado por los propios diseñadores de la película que se va a rodar.
¡Y la mujer dentro de él! ¡Dios! Si tenía alguna reserva sobre su atractivo, tengo un cien por ciento... bueno, tal vez un ochenta por ciento de certeza de que no importa su rostro, me va a gustar.
¡Ay por favor! Estoy congelado. No puedo reaccionar. Está mirando a su alrededor.
A esta distancia no estoy seguro si con mi metro ochenta y ocho estoy a su altura. Con esos tacos me pasa, ¿o no? ¡¿Qué hago?! ¡Andá a buscarla por Dios!
Nada, estoy clavado. Ella se gira dándome la espalda. Antes de que la pierda de vista, ¡¿qué la voy a perder?! ¡Es imposible!, despego mis suelas del piso y avanzo mirándola fijo... Yo y unos cinco tipos a la vez.
Un gigantón más alto que yo la aborda, ella lo despacha. Camino. Otro más la toma de la cintura y le quiero cortar la mano.
Avanzo. Ella se aleja dejando al imberbe mano larga detrás. No me ve en la oscuridad, los otros tres tipos se acobardan uno a uno y simulan dirigirse a otra parte. Parece un foco en las tinieblas. Una estrella solitaria a la que le llegan cometas por doquier.
Me acerco abriéndome paso. Las miradas, ahora se clavan de a una, en mí. Soy el único que permanece con el cometido de abordar a la belleza arrebatadora de brillo escandaloso.
Las agallas empiezan a menguar. ¿Y si la decepciono? De pronto recuerdo que Canela podría estar viendo la escena junto a todas las otras miradas. ¡Ay Dios!, que no me vea. Que esté con su amigo y no vea cómo babeo por la torre de deseo que es esa mujer. De pronto tampoco quiero eso, no quiero que esté con su amigo. La busco en la multitud mientras continúo avanzando. Me avergüenza que sepa que soy un hombre débil que puedo arrinconarla en un momento y al siguiente desarmarme por otra mujer.
¡Dios! Que esté sola en otro lugar y no me vea, pero sola.
¡Egoísta! Sí, ya sé.
👠👠👠
Mi tano hermoso tiene que estar disfrazado de Romanor, el guerrero mítico. Debe llevar el casco que usa en las batallas y que le cubre toda la cara. Tiene que vestir con pantalones de cuero, pechera de cuero con grandes hebillas metálicas, un medallón sobre su vientre y tallado un león rugiente de perfil. También correas de cuero que le crucen el pecho, la espalda y las piernas, donde deberían permanecer ocultas muchas armas blancas de toda época.
Un metro noventa de altura. Será aproximadamente tan alto como Milho. Busco en la multitud alguien alto como él. Él, que va a encontrarse con su amiga virtual. Busco su altura... a Milho...¡no!, al tano, alguien tan alto como Milho, pero que sea el tano.
¡Ay Dios! ¡No quiero ver a Milho! Sin embargo mis ojos lo buscan. Camino por la pista y todos me miran. De pronto se apagan las luces y quedamos en la oscuridad completa. Camino, me abro paso, avanzo. Esta parte del remix es melancólico... una nota constante que se estira con la voz de la cantante que surge de la negrura. De pronto los láseres se alteran con la música y todo se ilumina de rayos que alternan colores rompiendo en destellos a la penumbra.
Doy media vuelta y un muchachote de alrededor de un metro noventa, como una torre con casco, está buscando a alguien de espaldas a mí. Lleva pantalones de cuero cruzados por correas de cuero que le adhieren la prenda a un trasero prieto y tentador. ¡Guau!
La espalda ancha está atravesada por otras correas que cargan varias armas y espero no sean reales. Lleva como armadura, hombreras y brazaletes que le cubren todo el antebrazo. Las piernas también tienen partes de una armadura.
Vuelvo la mirada a su culito tan, tan apretado. Por favor que sea el tano. Por favor.
ESTÁS LEYENDO
Confusiones virtuales
Storie d'amoreDesde que Milton D'angelo (Milho) se libró del programa de protección de testigos, permaneció en Italia donde su habilidad con la programación y diseño de juegos de realidad virtual lo han convertido en el favorito de los gametubers y de las revista...