Me saco el velo.
—¡Canela! —me reconoce.
—Lo sé, no quiero irme sin saber también quién sos.
Se queda pasmado.
—Mi amor... —me dice y me desconcierta porque hace un momento me iba a abandonar sin siquiera ver mi rostro.
—Tano... quiero ver tu cara. Quiero conocerte, pero si vamos a alejarnos... por favor... no me llames así.
—Cane, belleza... sos vos... siempre... Siempre fuiste vos... ¡Dios mío! ¡Me volviste a enamorar!
No entiendo lo que intenta decirme, está impresionado luego de reconocerme, pero no quiero que se arrepienta de ir a su amor porque yo sea famosa. Sería imperdonable.
Me mira incrédulo aún.
—Por favor... quiero verte...
Dubitativo, extiende sus dedos trémulos hasta su máscara y descubre su rostro.
Un apagón evita que lo vea y la gente se espanta.
La luz vuelve con una música suave de fondo.
Milho me sostiene la mano.
—¿Dónde está? ¿Qué hiciste? ¿Adónde lo mandaste? ¿Lo echaste?
—Soy yo... siempre... fuimos nosotros.
—¿Es una broma? Estabas allá. —Señalo a lo lejos y el muchacho que creí que era él es alguien más. De pronto comprendo que estuve frente a él durante el baile y que él lo reemplazó desde un comienzo—. ¿Lo hackeaste?... ¡Lo hackeaste!
—Soy yo... Milho. ¿Quién podría haber tomado primero mi propio nombre si no fuera yo mismo en la primera prueba beta? —razona—. Me decías "tano" —insiste.
¿Cuándo le dije tano a Milho?
De pronto llega la comprensión a mi alborotado cerebro. Entiendo lo que intenta que crea.
—No —niego incrédula—, él es italiano.
—Desde que vivo allá muchos me dicen tano. No me resulta extraño que lo hagan.
—Soy yo Cane... —insiste.
Comienza a cantar esa melodía tan dulce que oí sólo una vez.
Y si el idiota soy yo, es porque no puedo con mi corazón.
Si me rindo es porque así, tal vez serán más fácil de pasar,
las noches que no acaban, salvo aquellas de realidad virtual.
Me mira tan azorado como yo.
Sofoco un grito de sorpresa.
—¡No puede ser! —exclamo incrédula. Pero sí lo es. Esa es su canción... La mía... La que me dedicó... La que me mantuvo en vela más de una noche. ¡Dios mío!
De pronto me mira confundido.
—Me dijiste que estabas en pareja —reprocha y siento que estoy en falta.
Sopesa sus palabras.
—Quería evitar que me pidieras conocerme, tenía dudas de dejártelo hacer en ese momento. No puedo creer...
Mi cerebro corre a mil kilómetros por hora. Reordena cada recuerdo, sitúa su cara en cada memoria reemplazando la del avatar, o a mis intentos de ponerle una cara y un cuerpo apuesto al concepto que tenía de él.
—Vos medís uno ochenta y ocho —afirmo como si se lo reprochara.
—Uno ochenta y ocho, uno noventa... redondeé. No estaba seguro cuando te lo dije —se disculpa como si eso no hubiera nunca revelado nada.
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Confusiones virtuales
RomanceDesde que Milton D'angelo (Milho) se libró del programa de protección de testigos, permaneció en Italia donde su habilidad con la programación y diseño de juegos de realidad virtual lo han convertido en el favorito de los gametubers y de las revista...