Profecias

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El futuro tiene muchos nombres: Para los débiles, es inalcanzable.
Víctor Hugo
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Transilvania
Agosto, 1999

Dicen que las llamas del infierno queman, pero más de frio que de calor... De eso estaba seguro cuando aterrizo en la orilla de la playa y observo tras la máscara de Mortifago como la vista era impresionante aun cuando la noche solo mostraba de manera encantadora la blanca luna como su cabello. Había muerto y revivido cuando la marca en su brazo comenzó a doler de manera constante, de manera punzante y con tanta fuerza que no tuvo ninguna duda: Quería morir ahí mismo y volver a revivir solamente por su familia y lo que implicaría no estar ahí.

El ruido lo distrajo de sus pensamientos suicidas, era demasiado fuerte frente a las olas que impactaban a la orilla de la playa rodeada de las rocas más fuertes que la oscuridad de la noche. Hacia frio, frio que calaba en los huesos como si fuera la primera vez que la tierra sintiera las ganas de helar a todo lo que alcanzara con su manto, pero eso no era lo que llamaba la atención en aquel paisaje que se veía tan hermosamente aterrador. Los vio a lo lejos y trago saliva de manera ruidosa sin poder evitarlo.

Las capas de aquellos sujetos que entraban poco a poco a la casa que estaba justo en la mira de la luna, hacían un ruido que era capaz de confundirse con el golpeteo de las olas en las rocas y así podían perfectamente pasar desapercibido. La casa le había pertenecido a una pareja muggle de ancianos, que en un intento de salir de la rutina, habían decidido dejarlo todo y vivir una vida tranquila mientras sus hijos y nietos cuidaban de ellos y los visitaban cada que la semana, llena de ajetreo de la ciudad, terminaba con la puesta de sol tras los edificios de Londres. Tobías y Emily Grace habían tenido una hermosa vida juntos, una vida llena de emociones, tristezas, felicidad y un futuro que aún no había llegado a su fin... Hasta que el rayo verde salido de una varita de madera, acabo primero con él y después con ella. Ahora, mientras todos los hombres vestidos de negro estaban dentro de la casa, los dos dueños estaban dentro de un ataúd, un ataúd de madera y rodeados de lágrimas y desesperación.

-Bienvenidos, amigos míos.- Dijo aquella voz llena de amargura y algunas silabas arrastradas detrás de la viperina lengua. El ultimo Mortifago en entrar, se movió de manera pausada para no llamar tanto la atención de quien se suponía su dueño.- Es un placer volver a verles.

Los hombres de a poco rodearon la figura de aquel mago que había muerto meses atrás, que había sido derrotado por segunda vez por un mocoso que no tenía ningún chiste más que ser irritable. Tom Riddle había tenido demasiada suerte cuando la rubia atolondrada que era hija de su mayor enemiga había tronado de manera tonta aquel artefacto que los había mandado al pasado. Era demasiada suerte para no haberle planeado.

Voldemort se quedó muy quieto, viendo a sus 6 discípulos listos para volver a entrar a la jugada.

-Mi Lord.- Se inclinó el último Mortifago, más joven que los demás y mostrando su mayor galantería a pesar de estar aterrorizado detrás de la máscara, aterrorizado detrás de aquella mirada violeta.- ¿Qué podemos hacer por usted?

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Hogwarts
Agosto,1999

-No me jodas.- Murmuro por 5ta vez Blaise Zabini mientras se tallaba los ojos para despejar el rastro del sueño que había mantenido en santa paz hasta que cierto castaño molesto había hecho un escándalo por un pequeño dolorcito en el torso de su brazo.- Yo no he sentido absolutamente nada, hermano.

Theodore observo al moreno con una cara de absoluto pavor marcado en sus finas facciones y los ojos violetas. Había estado seguro de que había sentido aquel ardor que marcaba sus infelices años adolecentes, junto a el hombre más cruel del mundo.

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