Mi piel rozó contra la suave tela. Una melodía se paseó por mis oídos y le hice caso omiso. Sonó de nuevo y puse la almohada en mi cabeza para aislar el sonido. Volvió a sonar una, dos, tres veces. Lancé la almohada contra la pared y lancé un suspiro de derrota. ¿Quién demonios es? Alcancé mi móvil a ciegas, sin aún abrir los ojos.
-¿Podrías intentar dormir como una persona civilizada?
-¿Qué? – Susurré medio dormida.
-¡Levanta, tenemos que investigar! – Gruñó.
La voz de Nathan hace que me despierte de golpe y miré hacia la ventana. Estaba atardeciendo.
-¿Cómo tienes mi número de teléfono?
-Tan solo lo tengo. Ahora levántate, en tres minutos te quiero aquí abajo, ni uno más. – Dijo y colgó.
A regañadientes me desenvolví de las sábanas y me vestí con ropa oscura. Vestirme así me recordó a Axel y eso hizo ponerme roja. Ayer me tenía de nuevo a solas, pero después de que montase en su moto, lo noté raro. Ya no estaba como antes y el arrepentimiento cruzó por su cara. No entendía nada, pero tampoco le pregunté. El silencio dominó el viaje. Aparcó en frente de mi casa, me bajé de la moto y me despedí de él. No me respondió, no se burló de mi ni dijo nada que pudiese hacerme derretir por dentro. Y yo, como buena chica, aparté la mirada y entré en casa.
Recogí mi pelo en una coleta. Pensar en espiar a escondidas hace que mi adrenalina suba o tal vez sube porque pienso que Axel merodeará por allí si me encuentro en peligro. Pero, ¿estoy en peligro? Sí, claro que lo estoy. Estoy en peligro desde que aparecí en la lista de víctimas de los Atrapasueños.
El coche paró en seco en frente de un edificio que supuse que era la sede en la que investigaríamos. Inspiré profundamente para tranquilizarme y expulsé el aire retenido. Miré a mi izquierda. Nathan me dio una sonrisa. Él también vestía de color oscuro.
-Tranquila, todo irá bien. ¿Trajiste la libreta? – Asentí y se la enseñé. – De acuerdo, entraremos por la puerta de atrás. – Deslizó su dedo índice por el mapa. – Subirás a la segunda planta para investigar. Es importante que no te vean, recuérdalo. Y si te encuentras en apuros avísame por aquí. – Me tendió un Walkie-Talkie.
-¿Y por qué tú no vienes conmigo?
-Tengo que vigilar la primera planta para ver quién entra y quién sale.
Asentí y suspiré.
-Acabemos con esto.
Nos adentramos en la primera planta con facilidad pero en silencio. Era una habitación espaciosa, con sillones no en buen estado y muchos armarios. No había nadie, excepto un anciano sentado en una mecedora que estaba dormido. Nathan buscó un escondite y me señaló por donde debía ir. Asentí y subí por las escaleras de puntillas, rezando por que la madera no crujiese ante mis pisadas. Para mi sorpresa, tampoco había nadie en la segunda planta. ¿Dónde se habían metido todos? Se parecía a la primera planta, solo que en vez de haber sillones había una larga mesa con sillas al rededor. En la pared del final había dibujado un atrapasueños. Guardé la tentación de tocarlo. Busqué un escondite. Un armario. No era seguro, pero no pude cambiar de lugar.
Pisadas me sobresaltaron. Empecé a escuchar voces y agudicé el oído.
-Charles. – Dijo una voz grave, no era la primera vez que la escuchaba.
-A su servicio señor.
-¿Dónde están los demás hombres?
-En los almacenes número treinta y doce.