Capítulo 5

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“Borrón y sonrisa nueva, de eso se trata”

No podía faltar la típica charla de bienvenida. “¿Cómo os sentís en la nueva casa?” “¿Os gustan los vecinos?” Cotilleos de madres mientras los padres se dignaban a observar sonriendo y decir que sí con la cabeza, mientras Harry se dignaba a mirar a Kate, y ella, medio nerviosa medio orgullosa, no le dijo nada.

Al final, después de contarse sus respectivas vidas, la vida de sus abuelos, y la vida del tío del vecino de su madre, decidieron sentarse. Antes de hacerlo, una niña entrañable miró a Kate, con el pelo delante de sus ojos. En ese momento, Rachel habló a su hija.

-Cariño, ¿no vas a decirle nada a Katerine?

+Sí.. Hola Katerine, eres muy guapa.- Añadió Candy, la pequeña de Harry.

Katerine le respondió con una sonrisa, y acto seguido la abrazó. Harry quiso saludarla, pero cuando fue a hacerlo, Kate le puso la mano en el pecho, en señal de no querer sus bienvenidas.

-Así que eres el típico..."típico".

-Si con eso te refieres a que llevo un Romeo corriendo por mis venas, puede que lo sea- Contestó Harry.

-Pues déjame decirte que se te nota en el brillo de los ojos y en tu falsa chulería-hizo una pausa-…que la última Julieta dejó que murieras y no se suicidó por ti.

-Hay algunas Julietas que son Julietas porque sí; pero sólo hay una Julieta en el corazón.

-Cómo me gustaría creerte, campeón. Pero yo no voy a ser otra de ellas.

Harry miró a Kate con desprecio, al igual que sus padres que le susurraban preguntándole el porqué de esa contestación, pero Kate se digno a sentarse en la mesa, sin responder cuestión alguna.  Y cómo no, la segunda charla empezaba en la mesa. Mientras unos hablaban del gobierno, de las nuevas leyes, de quién las hace, de típicas frases cómo “hay que ver cómo está la sociedad”, de drogas, alcohol, adolescentes y hormonas revolucionadas, otras se dignaban a cotillear sobre lo que había pasado esa misma mañana en la peluquería y charcutería, y se piropeaban entre ellas para decidir, inocentemente, quién tenía más clase de las dos. Mientras, Harry y Kate se dignaban a mirar la mesa, el plato, el comedor: cualquier cosa que no fueran sus ojos. Los pequeños James y Candy reían sin que nadie los viera. Los padres no se daban cuenta, pero en esa mesa había tensión por parte de los adolescentes.

Y seguían hablando, que si la crisis, que si el amor... Pero Kate y Harry sólo comían. Fue al cabo del rato cuando Steven, el padre de Kate, los miró intrigado.

-Veo mucho silencio por aquí, ¿no es cierto? ¿Hay algo que contar? ¿Dijisteis que os conocíais, verdad?

-Sí, pero sólo de vista-Contestó Harry- sólo hemos coincidido en el tren.

Ryan y Steven se guiñaron el ojo, en tan poco tiempo se entendían con sólo un gesto. En poco tiempo terminaron de cenar; ahora venían  los postres. Rachel trajo un pastel, que Kate evitó comer. Ella, al igual que muchas chicas a esa temprana edad, se sentía acomplejada de su cuerpo, y más de una vez había pensado en no comer, en evadirse de lo que tuviera que masticar, sólo quería llorar en su cama mientras manchaba la almohada de rímel. Pero al cabo del tiempo descubrió que esa no era la solución; La solución era quererse, porque, aunque no lo creiera, la imagen que veía reflejada en el espejo no era la Kate que realmente existía, miraba su reflejo y cada pequeña imperfección la miraba a ella. Si algo tenia claro, era que quizás no estaría bien hoy, ni mañana, pero algún día... Algún día lo estaría.

Todos comían menos ella, mientras la radio sonaba entre palabras en la mesa. Una radio que, de repente, empezó a mencionar un tema que Ryan odiaba: San Valentin.

-¡Qué mierda de fiesta! ¡De verdad! Me parece fatal que tengamos que celebrar el 14 de febrero.

Todos lo miraron, y sin imaginarlo, Harry le continuo la conversa.

-Pienso como usted, señor Evans. La sociedad es débil en este aspecto, no se da cuenta de que un ramo de flores y un montón de hojas escritas no te harán demostrar más si quieres o no a una persona. Eso se demuestra 24 horas, 7 dias a la semana, durante 12 meses, durante 365 dias al año.

Ryan le agradeció esas palabras con una gran sonrisa.

-Madre mía, Harry, me gusta como piensas. ¿Y no tienes novia? Pareces un chaval maduro, de verdad. Ah, y por favor, tutéame, puedes llamarme Ryan.

-Ah, vale, señ..-Hizo una pausa-Perdón, Ryan.

-¿Y cómo te van las chicas?-Preguntó el padre de Kate.

Kate, en ese momento, se puso nerviosa. Ni ella sabía porque, pero le costaba concentrarse en otra cosa que no fuera escuchar esa conversación, porque cada vez, sus nervios eran mayores.

-Bueno-añadió Harry- no tengo novia, pero me gusta alguien.

“No, no, no, no.” Kate murmuraba esa palabra en su cabeza para intentar evadirse de lo que su padre había empezado a decir, y Harry no paraba de contestar. “No, no, no, que pare.”

-¿Ah si?-Dijo Ryan-¿Puedo saber quién es la afortunada?

Kate pensó en las ganas que tenía de irse de casa en ese momento, del mal rato que le estaba haciendo pasar su padre, de los nervios que tenia, nervios mezclados con mariposas por el estómago. Una sensación rara. Pensaba en diferentes formas de evitar que esa contestación de Harry, la cual no quería escuchar, no saliera de sus labios carnosos y perfectos. ¿Tirar un plato? ¿Romper un vaso sin querer? ¿Atragantarse? Desafortunadamente, ya era demasiado tarde, y sólo le dio tiempo de agachar la cabeza.

-Ella.

 Kate levantó la cabeza de nuevo.

“¿Qué pasa? ¿Porqué todos me están mirando?” Pensó.

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora