Capítulo IV: Desequilibrio.

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12:00 pm, Instituto.

Matemáticas, la materia que la mayoría de los estudiantes odiamos profundamente por ser demasiado complicada de entender. O en mi caso, la odio porque hay que poner demasiado esfuerzo para entenderla y eso es algo que me da una flojera tremenda.

Agradezco haber comprendido los ejercicios que asignaron, porque si no, estaría con la misma cara de idiota con la que está Alejandro ahora mismo.

¿Por qué lo estoy mirando, de todos modos?

-Es una mierda esta clase. ¿Verdad? –Alcé una ceja y volteé. Era el chico moreno de la otra vez. Sonreí.

-Un poco.

-Disculpa que haya sido odioso contigo, es que de verdad detesto los primeros días de clase.

-Lo sé, son lo peor. –Reí.

-Soy Dani. –Sonrió- Bueno, Daniel, pero todos me dicen Dani. Y tú eres Andrea ¿no?

-Ciertamente.

-Han hablado mucho de ti después del escándalo de ayer. –Rio y se dio la vuelta para hablar con la chica junto a él.- Ella es Gaby. –La chica volteó a mirarme y sonrió inmediatamente. Era delgada, con un largo cabello rubio y ojos color ámbar. ¿Acaso tener el cabello largo era requisito para pertenecer a este salón? El mío a duras penas llega un poco más debajo de mis hombros, así que creo que me falta mucho.

-¡Hola!

-Un placer. -Dije casi en un susurro.

-¿Sabes? Cuando te vi por primera vez me caíste mal.

¿Me creerían si les digo que no es la primera vez que alguien me dice eso?

-¿Y por qué?

-Por cómo le hablaste a Alejo. –Rio- Pero es entendible, suele ser demasiado insoportable cuando lo estás conociendo.

¿Así que todo es protocolo?

-¿Es su amigo? –En mi interior suplicaba por que la respuesta fuese no.

-Nuestro mejor amigo. –De nuevo una sonrisa.

Tenía dos opciones: Intentar conocer más a este chico para entender cómo es que puede tener amigos o alejarme definitivamente de él y de su círculo. 

Decidí irme por la primera.

-Deben de tener un nivel de paciencia infinito. –Dije llena de ironía.

-Alex ama la atención. –Respondió el chico moreno. ¿Eran realmente necesarios tantos apodos?

-No se nota casi. –Reí por lo bajo.

El timbre sonó indicando la salida. Suspiré aliviada. No más ecuaciones por hoy.

-¿Tienes algo que hacer al salir? –Sí, debo comprar leche y matar a mi mejor amigo.

-Algo así. –Hice una mueca.

-Vamos a comer. ¿Vale? ¡Yo invito! -¿Cómo podría rechazar una invitación a comer? Pero no puedo sonar desesperada.

-No sé...

-¡Vamos! –Se levantó bruscamente y me extendió su mano- Yo pago, no hay problema. El dinero no es problema, en serio. –Sí, sí, ya quedó claro que tú pagas.

-Dani, no le insistas. –Esta vez fue la chica rubia quien habló.

La miré sonriente y asentí.

Sólo asíWhere stories live. Discover now