Julián se había vuelto a caer. Hace quince minutos se hubiera levantado, con prisas y estaría dispuesto a volverlo intentar. Ojala fuera el Julián de hace quince minutos, pero no, no lo era y estaba seguro que ese Julián no volvería en un rato. Llevaba diez años de experiencia en el karate, una década entera, apenas se estaba estrenando la cuarta entrega de Indiana Jones cuando él era cinta blanca. Con sangre, sudor y (no estaba muy orgulloso de ello) lágrimas había llegado a donde estaba... derrotado, sí, ese era su estado actual, derrotado. Tanto esfuerzo y entrenamiento para que fuera vencido casi tan rápido como el viento arroja a lo lejos a la hoja de un árbol durante una tormenta. No podía mentir, Julián había perdido en otras oportunidades, numerosas oportunidades, pero esto ya era absurdo. Ya llevaba una buena cantidad de tiempo, semanas para ser preciso, haciendo pareja con Dylan en el entrenamiento, semanas donde sin importar la cantidad de técnicas o el esfuerzo que aplicara aun no lograba ningún progreso, es más, seguía aceptando sus invitaciones para practicas porque ya no lo soportaba más, estaba harto de perder, ese sentimiento era lo que lo motivaba a levantarse de nuevo, pero esta vez no se levantaba para luchar, oh no, él iba directo a la salida. Y ese era el plan, hasta que oyó la voz de su compañero.
-Buen entrenamiento, casi pude sentir que me ganabas esta vez- a pesar que lo decía con buenas intenciones, el sólo oír la palabra "casi" hizo sentir asqueado y frustrado a Julián a lo que a sí mismo respectaba-. ¿Quieres intentarlo otra vez?
No, no, no y ¡no! Es como Julián hubiera querido contestar, pero se mordió la lengua, Dylan no le había hecho absolutamente nada como para responderle de esa manera, negó con la cabeza, fingiendo no ver la mano de su compañero, ofreciéndole amablemente a levantarlo. Se excusó rápidamente y fue directo a los vestidores como su plan original consistía. No quería perder mucho tiempo por lo que se alistó lo más veloz que su desanimo le permitió, y se fue a casa. No quiso ni siquiera levantar la mirada, no estaba de humor para detalla nada, normalmente se divertía observando a las personas, intentando adivinar que había detrás de sus acciones, palabras y actitudes pero hoy, hoy no estaba de humor y no tenía tiempo para eso. No tenía tiempo para observar a la preciosa chica que le guiñaba el ojo desde el café de la esquina o al vendedor que vociferaba, que aclamaba por la atención del público puesto que vendía un producto milagroso que salvaría la vida de las personas, ni un milagro haría que Julián levantase los ojos del suelo, porque hoy no tenía tiempo para eso. Caminó unos cuantos minutos hasta que llegó a la calle de su edificio, pausó su paso para finalmente levantar su rostro y observar su edificio. Sí que se observaba oscuro en el ocaso, tanto era así, que el insípido edificio de Julián, el más grande en la cuadra, se perdía entre los brillantes letreros que iniciaban a encenderse en las pequeñas tiendas a su alrededor, la farmacia, la panadería y el quiosco donde vendían la lotería destacaban y lucían mejor que el edificio más antiguo. Nunca se había sentido tan empático con un objeto hasta ahora, Julián se veía ahí, él era como el edificio, antes era el más grande, la única construcción en toda la cuadra por una buena cantidad de tiempo, hasta que empezaron a construir, uno tras otro, otros establecimientos que si bien no eran tan grandes sí eran brillantes y novedosos... poco a poco el edificio de Julián sólo pasó a ser la sombra, el contraste, el lugar donde los ojos descansaban tras ver tanta alegría e iluminación de sus vecinos, así era Julián, un edificio opacado y triste.
Colocó su llave en la ranura y entró. Vivía en el piso seis y no se sentía lo suficientemente cansado como para irse por el ascensor. Caminó hacia las escaleras, y dio el primer paso que fue seguido por el segundo y el tercero, Julián inició a contar cada paso que daba hasta que llegó al quinto piso, cuando finalmente se dio cuenta de lo cansado que estaba, sólo eran seis pisos, ¿acaso no era un deportista?, ¿no debería estar bien? Eso no le hacía bien a su autoestima, sentía que era una prueba más de como su esfuerzo en el deporte era un desperdicio por completo, vaya sorpresa. Terminó de subir el piso que le restaba mientras buscaba las llaves de su apartamento en su bolsillo. Tras entrar, ni siquiera se molestó en encender las luces, al fin y al cabo no tenía muchos muebles con los que chocar, era un joven en la universidad y con un trabajo de medio tiempo, no podía costearse esos lujos. Dio unos pasos pequeños, lentos e insufribles de ver. De hecho, si Julián fuera capaz de verse en ese instante sería capaz de golpearse y se obligaría a caminar como una persona normal. Lástima que eso jamás ocurría, en ese momento Julián sólo podía sentir autocompasión e inseguridad, no era capaz de ver más allá de eso.
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Sentimientos
General FictionBienvenidos a las cabezas de las criaturas más interesantes... los seres humanos. Siente empatía de personas llenas de conflictos intentando hacer lo que todos, vivir una vida plena. Cada capítulo gira en torno a alguien que intenta lidiar con s...