Minho (23 años) mide un metro ochenta y uno, tiene cabello castaño, piel morena, ojos y labios grandes, sonrisa amplia. Pesa sesenta kilogramos, es delgado y esbelto. Sus preferencias de conversación incluyen el deporte, la fotografía, los videojuegos y la comida. No le molestan los animales, come prácticamente de todo y tiene una excelente condición física. Es de modales correctos, ha aprobado satisfactoriamente cursos de etiqueta y protocolo. Es un buen amigo, un hombre preocupado y agradable.
El alto muchacho no sabía si realmente respondía a esa descripción, pensaba que hacer una listado sobre su persona en caracteres limitados era absurdo e inexacto, pero las personas se sentían atraídos por la descripción anexada a su fotografía en la página y concertaban citas casi los siete días de la semana. Le invitaban a cenas formales, al cine, a bailar, a funerales, a matrimonios, a lujosas cenas empresariales, a un sin fin de escenarios distintos donde él ponía en practica al actor que llevaba dentro. Había sido el hermano mayor de Lee Taemin cuando este quiso asistir a una fiesta donde solo se podía ir con tutela de mayores; fue el novio de Kim Jonghyun cuando este quiso romper los paradigmas de su familia y destruir sus pensamientos negativos hacia la homosexualidad; también se transformó en el mejor amigo de Lee Jinki, para su graduación. Minho había sido muchas cosas, había sido el amigo travesti de otro travesti en una fiesta de conmemoración de los derechos igualitarios, había sido el nieto exitoso de un magnate en una ceremonia de reconocimiento de los años de su empresa. Fue muchas personas en tan solo un año luego de meterse a trabajar como un rentaboy, había juntado suficiente dinero para comprar un departamento grande y dejar el pequeño donde apenas y lograba arrendar. No era una persona de renombre, porque eso habría arruinado la autenticidad de sus papeles –si todos le conocieran, las personas dejarían de llamarle para fingir ser otro-, solo habían estado a punto de reconocerle un par de veces, pero en esta sociedad moderna, donde las personas ven millones de rostros en las calles pero no interactúan con ninguno, nadie sabia bien quién era quién. Ahí estaba la clave. Todos veían rostros de reojo mientras hablaban por su Smartphone, rostros con quienes jamás se relacionaron, rostros mudos sin sentimientos, que a veces cobraban vida en sueños extraños y desdibujados.
Aprendió de las personas, le llegaron un par de golpes una vez cuando fingió ser el novio de una chica y su ex volvió: los vio llorar, confesarse y volver a estar juntos. Minho no fue muchas veces novio, porque los besos y el sexo, cualquier tipo de contacto, estaba fuera de contrato. Él no ejercía la prostitución, él solo ponía su rostro para personajes imaginarios que la gente inventaba para no sentirse sola, por eso había sido primo, hermano, amigo, mejor amigo, tío, compañero, sacerdote, cualquier cosa, pero el sexo estaba prohibido, era algo impensable. A veces quería llorar de verdad en los funerales, y también quería sonreír legítimamente con orgullo para quienes le hacían ser alguien importante en un momento clave de éxito, ser la persona que no existía, fingirse feliz, hacerlos sentir acompañados, cuando en verdad no tenían nada.
Su departamento era grande, era una inmensidad donde apilaba regalos de agradecimiento, videojuegos que simulaban la realidad con una exactitud
Escalofriante, él se refugiaba ahí a estudiar libretos que le enviaban por correo, los leía en su iPad, con la estancia llena de música que simulaba el verdadero sonido que emitían las personas, eran voces grabadas que él oía con gusto. En el fondo se sentía solo, más solo que todas esas personas, horriblemente solo, y sentía que le estaban pagando a él por llenarse de personas cercanas falsas. A veces los extrañaba, y le daban ganas de llamarles a todos para hacer una gran fiesta, a todas sus novias de mentira, a sus padres de mentira, a sus amigos, a sus compañeros, a todas esas personas que le arrancaban de la soledad a ratos.
Recibió una llamada un miércoles por la mañana, la contestó jadeante, llevaba horas trotando junto al río. Era un chico joven, que necesitaba un novio de mentira, que luciera como un modelo, y fuera alto y engreído. Le mandó el libreto, era una cosa simple, no necesitaba cambiar su nombre, solo debía tener una actitud desinteresada con el resto y en extremo caballerosa con él. Kim Kibum. No daba datos de su descripción, pero le pidió que memorizara los detalles y el viernes fuera a su departamento, aclaró que no importaba cómo vistiera, y que tampoco importaba que llegara bañado. Minho pensó que era extraño, pero aceptó, era una suma importante de dinero, solo por ir a una cena, y posterior fiesta, hasta las seis de la mañana del sábado.
El alto aceptó, mientras anotaba en su agenda el nombre del muchacho.
Plastic love
Kibum vivía en un piso alto de la ciudad, y cuando miraba por el ventanal del living hacia abajo, Seúl se veía cubierta por una suave niebla en las tardes, era hermoso, pero no era más hermoso que el dueño del piso, Minho lo miró sorprendido, era perfecto. Habia conocido a cientos de hombres y mujeres hermosas, personas que intentaron romper la estricta clausula que prohibía los besos y el sexo sin resultado alguno, pero este muchacho era otra cosa. Era un poco más bajo, pero seguía luciendo esbelto, su contextura era armoniosa bajo una bata negra de toalla, su cuerpo estaba moldeado a la perfección, y su rostro era como de otro mundo, el rentaboy jamás había visto algo así, quiso estirar la mano y acariciar sus hermosas facciones para saber si era real, en esos años los muñecos de compañía habían alcanzado un nivel de similitud a los humanos impactante, y ese chico perfectamente podría haber sido uno, diseñado para ser el más hermoso, esculpido como la encarnación de todo lo que alguien podría querer en otra persona...
... O simplemente, era lo que Minho siempre quiso en otro humano.
- Eres como en la descripción – sonrió, acercándose a él, acariciando con sus manos suaves el cuello largo de Minho, haciéndole tragar duro - ¿Cuanto tiempo llevas en este trabajo?
- Un año – dijo con voz grave, perdido en las orbes felinas del otro chico, de cerca era aún más hermoso, su nariz bonita, sus labios acorazonados, su frente amplia, los pómulos que destacaban orgullosos, la cicatriz en su ceja o aquella bajo uno de sus ojos.
- La clausula dice que no puedo hacer nada sexual contigo, ni intentarlo – alzo una ceja divertido, quitándole la chaqueta. Minho no podía moverse, estaba como abstraído, miraba con los ojos bien grandes cómo el otro le desnudaba a su antojo – Eres muy alto y delgado...
- N-no... - intentó frenarle, pero las palabras se le atoraban en la garganta.
- No voy a hacerte nada sexual – sonrió, ahora más amable, desabotonándole la camisa – voy a darte un baño y voy a vestirte, ¿está bien? No sé si alguien lo ha hecho antes, pero prometo no propasarme, he firmado un contrato, si llegara a romper una clausula mi cuenta va a sufrir, ¿no?
Kibum le bañó en aguas aromatizadas, dando masajes en sus músculos. Era todo perfecto. El alto pensó que estaba en un sueño, y los aromas lo envolvieron tan fuerte, que estuvo a punto de quedarse dormido. Las manos del muchacho eran suaves y gentiles, jamás tocaron lugares que no debían, y se movieron por todo su cuerpo, aliviando cada tensión. Fue como si Minho hubiera estado en la cima de una enorme montaña, rodeado de niebla espesa y con los pulmones llenos de aire limpio, ese que salía en las películas antiguas, y del que hablaban en libros sobre lugares que ya no existían, donde ahora se encontraban los centros de comercio e intercambio más grandes de Asia. Kibum le habló de la fiesta, de los invitados, que no debía hablar mucho y debía comer poco. No eran cosas difíciles. Le secó el cuerpo con toallas perfumadas, suaves, y cálidas. Le vistió con un traje de colección, y le entregó un reloj de mano que costaba casi lo mismo que su apartamento. Kibum se vistió frente a él y su cuerpo desnudo puso al alto tan descolocado, que tuvo que retirarse de la habitación para no incomodarlo.
Era hermoso, era de otra dimensión.
La cena fue aburrida, las personas no hablaban mucho como siempre, cada uno estaba en sus Smartphone, Minho no podía revisar el suyo, así que se limito a ver cómo Kibum hablaba por un enorme móvil plano sin tomarle en cuenta. Ni siquiera tuvo tiempo de mostrarse engreído, porque en realidad nadie estaba interesado en él. Solo le habían ofrecido un par de copas de vino que rechazo lo más cortésmente y desinteresadamente que pudo. Fue el trabajo más extraño que tuvo. No hizo nada, solo se sentó junto al hombre más hermoso del mundo, a mirar cómo la gente revisaba sus móviles.
Kim pagó lo acordado, y volvió a citarlo.
Kibum eligió a Minho porque en las fotografías adjuntas lucía guapo, su nariz era recta, sus oscuros ojos verdaderamente grandes y sus mejillas delgadas. Tenía fotos en traje de baño, y se veía que su cuerpo estaba trabajado. A Kibum le gustó mucho su sonrisa, era realmente alegre, y cuando se encontró sonriendo hacia la fotografía en su iPad, decidió que ese muchacho era perfecto, exactamente lo que estaba buscando. Eso le dijo al alto el tercer día que le rentó, cuando había tomado un poco de más de confianza.
Iban de la mano al parque; reían con absurdas películas cómicas en la sala de Kibum, comiendo chatarra; salían a restaurantes de comida especializada; a veces se emborrachaban en pubs cuyos nombres no recordaban. Minho se fue alejando del trabajo, el muchacho de ojos de gato se transformó en su cliente numero uno, en su cliente favorito y único. El alto pensaba que estaba recibiendo dinero por vivir los momentos más divertidos de su vida, y era el trabajo perfecto. Era ver las sonrisas del pelinegro, era reír con su risa enérgica y a veces burlona. En otras ocasiones bebían una copa de vino blanco en la terraza del cliente, mirando la ciudad eterna, el cielo oscuro lleno de nubes tóxicas, y era extrañamente lindo.
- ¿Has leído novelas de amor? – habló con su boca acorazonada hacia la noche
- ¿eh? – preguntó el alto, como un estúpido, perdido y desorientado
- La gente ya no se enamora, porque el amor es doloroso y porque es capaz de arruinar a las personas – explicó abrazando sus piernas hacia su pecho plano – pero algunos aún se enamoran, las personas les tienen envidia, porque piensan que el amor es una cosa imposible...
- Yo nunca me he enamorado y nunca he conocido a alguien que haya estado enamorado – explicó, luego de dar un largo trago a su copa, la imagen emotiva de su ex-clienta reencontrándose con su antiguo novio quemaba en su recuerdo.
- Es que el amor es malo Minho, es terrible, mis padres estuvieron enamorados un tiempo, y era agotador – dio un vistazo a su Bvlgari y continuó – tenían celos, desconfianza, lloraban mucho, por eso se separaron.
- ¿Quieres que la gente crea que somos novios para que te miren con admiración?
- ¿no es eso lo que todos buscan cuando quieren que tu finjas ser sus novios?
Era verdad.
La gente ya no se enamoraba, preferían amar objetos inanimados, amar muñecas que parecían reales, amar sus Smartphone. La gente se casaba por el dinero, por obtener más y más. La gente procreaba bajo contratos, cedía propiedades y obtenía otras. La gente ya no amaba, y el mundo funcionaba mejor. Las personas se sentían libres y parecían felices, solo que era difícil llegar a conocer realmente a otras personas. Si Minho algún día tenía un problema, el jamás podría contárselo a alguien, lo más cercano a un amigo era Kibum, o su hermano, con el que solo hablaba por su computador, pero los problemas de esos años no involucraban realmente a otras personas. Los problemas eran malas decisiones y eran malos movimientos financieros.
- ¿Podemos romper la clausula del sexo?
El sexo.
Minho miró a su cliente sorprendido. Estaban en una cafetería a las afueras de la ciudad, rodeados de arboles plásticos y personas sentadas frente a la pared bebiendo chocolate, mientras deslizaban los dedos en sus móviles. Choi jamás había tenido sexo con una persona real, pero algo en su interior se removió cuando escuchó esas palabras, salir de la boca húmeda en cacao del otro. Sexo. No sabía por qué, pero quería tener sexo con él, y el sexo era algo extraño, reservado. Las personas no querían tener relaciones sexuales entre ellas porque podían contagiarse enfermedades, porque suponía un montón de compromiso tanto mental como físico, porque no querían tener hijos, y porque nadie quería enamorarse durante el sexo. Era peligroso, podía destruirte la vida. Era peor que el amor mismo. Minho lo sabia, lo había aprendido desde pequeño, era prohibido, si un hombre y una mujer lo practicaban sin consentimiento legal, podía ser causal de muerte.
- No tienes enfermedades, lo sé – aseguró Kibum, con ojos agudos – me atraes
El rentaboy pensó que su cliente era extraño, por primera vez. Se besaron en la cama del pelinegro, explícita solicitud. Minho agregó un cargo adicional a la cuenta y creó una clausula de confidencialidad para que nadie jamás se enterara, el otro estuvo de acuerdo y dejó su huella digital como si no fuera gran cosa.
Minho se perdió en la suavidad de esa piel blanca e inmaculada, en el dulzor de sus pezones, en la calidez de su boca. Kibum era mejor que cualquier muñeco, era mejor que cualquier cosa, seguro que si se metían a la cabeza del alto y le hacían un muñeco a su antojo, este no podría ser tan perfecto como su cliente. Él se aferraba a el como si se le fuera la vida, le animaba, le dice que todo estaba bien. Minho estuvo a punto de ponerse a llorar en ese encuentro, por primera vez en su vida. Fue algo que escapaba demasiado de todo lo que había vivido hasta ese momento, no era como darse placer a si mismo, no era como dejar que otro artefacto lo hiciera por él, ¿Por qué la gente decía que el sexo era peligroso, y era sucio y era asqueroso? Beso y lamió toda la piel que tenia en frente, le oyó gemir, sintiendo su excitación, y eso fue suficiente para reemplazar toda la falta de atención que su cuerpo estaba recibiendo.
Kibum le habló del amor que veían los japoneses en libros de oscura literatura nostálgica y suicida, habló del amor de los alemanes que se encerraban en el yo, proyectó amores mágicos e irreales de continentes que el alto no conocía muy bien.
- La gente sufre cuando ama – decía contra su boca, sentado desnudo sobre sus caderas – el amor es una enfermedad, nadie quiere enfermarse de amor
Minho asentía a todo, demasiado perdido en lo hermoso que lucía el más bajo con la cara contraída de deseo.
No sé dio cuenta cuando los rostros anónimos de sus sueños se fueron tatuando de las preciosas facciones de Kibum; no se dio cuenta cuando la ansiedad empezó a atacarlo antes de cada encuentro; ni siquiera vio lo obvio, cuando sonrió con cariño al reconocer el aroma del pelinegro en su ropa. No notó absolutamente nada. Minho continuó perdido en sus encuentros con el otro, quién depositaba sagradamente y le conducía con suavidad por millares de sentimientos y sensaciones.
- ¿Sabes que el clímax de muchos libros ocurre cuando el protagonista ya esta infectado de amor? – susurra Kibum contra la piel cálida de su hombro desnudo, esta refugiado entre sus brazos masculinos, Minho lo siente pequeño contra su cuerpo y a la vez inmenso, como si abarcara todo y él no pudiera pensar en nada más – cuando ya no puede más, cuando esta superado por sus sentimientos, cuando pierde la cabeza... – sus dedos acarician suavemente el cabello de Minho, sus piernas se enredan entre las otras – es bueno estar así – deja un beso con su boca hermosa en el cuello largo del moreno, quién suspira complacido – es bueno poder estar el uno junto al otro y no sentir nada
El alto se aparta, le coge gentilmente por el mentón y le besa con cariño, asintiendo hacia ese 'no sentir nada' que intenta aceptar. Pero en el fono de su corazón no puede aceptarlo bien. Minho es tonto y es inexperto. Jamás ha conocido el amor, ha visto un par de comedias románticas, pero cuando la gente ríe tanto, eso no puede ser verdadero amor, o eso por lo menos es lo que cree su cliente.
A Kibum le gusta la cerveza, bebe cerveza de esa sin alcohol, pero se pone bobo y melancólico como si estuviera realmente embriagado y besa mas profundo, de esos besos largos y húmedos que deberían durar para siempre, el moreno se pierde en ellos, cede como un simple peón en los juegos que esa boca deliciosa arma contra él, es como si le besara el alma, como si escarbara en su pecho y le apretara el corazón en las manos. Minho siente tantas cosas, y cuando una punzada de corazón le atraviesa, se aleja asustado, mirando la boca húmeda del otro, quien esta confundido.
Lo entiende, y están claro como es doloroso: se ha enamorado.
- ¿Qué? – la voz de Kim tiembla cuando pregunta, están en la puerta, Minho aún no ha entrado, la artificialidad de la casa se extiende tras el más bajo como un enorme pasillo infinito que no conduce a nada, el alto ve la confusión en su rostro precioso y le duele más el corazón, corazón no como órgano si no que como algo intangible, como ese punto oculto en su interior que el chico de ojos de gato aprieta con sus manos cada vez que le besa y le acaricia.
- Te amo – repite, y las palabras parecen ajenas, parecen extrañas, han perdido su verdadero significado, se han transformado en algo casi apocalíptico y a la vez casi celestial
- No... - empieza el otro, pero al instante se queda mudo, abstraído, como si reuniera todo en su cabeza y aún así nada tuviera sentido
- Me duele acá y el amor duele, cada vez que estoy contigo duele tanto... - le mira implorando porque comprenda, le coge la muñeca delgada, apoya esa palma fría contra su pecho, pero Kibum se aleja como si el tacto quemara o como si estuviera maldito
- Eres un estúpido – le dice luego de unos segundos, y frunce el ceño apretando la mandíbula – hay una clausula para el amor, idiota, no tienes que enamorarte, eso es para enfermos...
- Estoy enfermo de amor por ti ... -siente que va a llorar, pero no puede permitírselo, es como si una bomba estallara en su interior y su corazón se siente gélido, porque las manos cálidas de su cliente han desaparecido
- No seas absurdo – le espeta, elevando un poco la voz, que se pierde en los recovecos plásticos
- No puedo evitarlo – susurra, avergonzado y arrepentido
- Déjalo, tan solo... - Kibum suspira, se agarra la cabeza como si pensara '¿qué voy a hacer con este incompetente?' - ... olvídalo, ¿si?
- Kibum, es tu maldita culpa – se sale de todo protocolo, porque no lo soporta
- ¿No eras un profesional? ¿Te has enamorado de todos tus estúpidos clientes acaso?
Minho le mira sorprendido, y luego decepcionado, pero Kibum no entiende, esta confundido y molesto. Ellos habían reconstruido el contrato y esta cosa que estaba ocurriendo no era su culpa. Minho tenia la culpa. Ahora estaba enfermo, o eso creía, pero no era su culpa.
- Olvídalo – dice el alto, con voz gruesa, se voltea porque le duele la garganta y esta llorando silenciosamente como un niño pequeño que no puede entender que no todo en la vida son pantallas touch o que se confunde con la realidad virtual – vamos a dejar esto hasta aquí
- ¿qué?
- Adiós
- ¡Voy a pagarte el triple!
Minho cierra con un portazo y corre por las escaleras, baja treinta de los ciento cuarenta pisos, pensando que si se apresura podrá olvidarse de Kibum, dejar todo atrás y empezar de nuevo, pero su memoria es aún débil, todavía tampoco hay una verdadera cura para el amor."Estas loco" dice Minseok por mensajería instantánea cuando le cuenta. El alto ha estado encerrado en su cuarto por varios días, busca información sobre el amor, ve documentales, ve películas, ha leído libros, pero no lo entiende, aunque todos los síntomas calzan.
"¿Qué debo hacer?" envía el mensaje mientras se limpia las lágrimas
"Tienes que ir a un psiquiatra, ellos lo solucionan todo" responde en seguida
"Pero el amor no tiene cura...."
"El amor no existe, ¿qué vas a hacer luego? ¿comerte a los animales? Te estas inventando historias del pasado. Estas demente"
Kibum le ha intentado contactar, le ha depositado muchísimo dinero, pero Minho no quiere volver a trabajar, siente que se va a volver realmente loco si lo hace, no va a soportar besarlo, lamerlo, acariciarlo. No podrá alejar los pensamientos de su mente. No podrá alejar esa mano de su corazón. Minho solo quiere ser como los otros, quiere dejar de amar, quiere estar bien, quiere ser una persona plástica llena de felicidad artificial, pero piensa en esos ojos de gato y siente que nada es realmente importante, que lo único que importa es Kibum. El sentimiento está demasiado descontrolado, y nada podría calmarlo. Minho cree que se va a volver loco y duele tanto que no quiere volver a ver a otra persona.
- Por favor, Minho – solloza Kibum en una llamada de voz – vuelve acá, por favor, cambiemos las clausulas
Pero eso no va a ser suficiente.
¿Qué sentido tiene cambiar las clausulas? ¿Qué importa si Kibum acepta su amor solo para tenerlo junto a él y seguir siendo un cliente? Minho no quiere un cliente, ya se ha humillado lo suficiente, ahora solo quiere compartir esta cosa con el pelinegro, quiere que lo entienda, quiere que se amen de verdad. Pero para el muchacho de piel blanca eso es absurdo y no tiene sentido. Ojalá la vida pudiera volver a ser como cuando la gente se enamoraba, se enfermaba de amor y era normal, ojalá pudiera haber una solución, ojalá Kibum le amara tanto como él lo amaba... o no, Minho lo amaba tanto, que no le desearía tal locura.
El altos se ha desconectado de todo, se ha perdido dentro de si mismo, y siente algo parecido a la paz, se refugia en los recuerdos de mañanas perezosas o noches nostálgicas besando la piel hermosa de su cliente favorito, de lo que único que ha amado en la vida. Esta bien, puede vivir así.
- ¿Puedo sentarme contigo?
El café esta llenó de gente hablando en sus móviles contra la pared, le hablan a personas que no conocen realmente, ingresan a salas donde inventan un rostro y hacen amistades falsas con personas que jamás verán frente a frente. Minho esta bebiendo café sin cafeína, mientras juega en su consola portátil a dibujar patrones perfectos con sus dedos. El aire huele a coco y las palmeras de poliéster se mueven suavemente cuando alguien abre la puerta o cuando alguien sale.
Kibum no ha cambiado, sigue hermoso, perfecto, sus pómulos son una obra de arte y tiene una cerveza sin alcohol en la mano izquierda. Sus preciosos ojos de gato le miran por sobre gafas oscuras, afuera la gente camina como una escena de una imagen que se repite millones de veces bajo el cielo grisáceo nublado de contaminación. Minho siente las pulsaciones en todo su cuerpo, esta empezando a sudar, ha pasado un mes desde la ultima vez que lo vio, le duele el estómago y la garganta, los síntomas se empiezan a presentar con brusquedad, se siente mareado, confundido, triste y eso parece que es el amor.
Kibum intenta sentarse junto a él pero las sillas están atornilladas al suelo y es imposible, se rinde con un suspiro molesto, y se para bien cerca del moreno que le contempla ensimismado, casi asustado.
- Te amo – susurra acercándose, le besa frente a la cara asqueada, molesta, sorprendida y divertida de la gente en el lugar. Es como si el tiempo se frenara bruscamente, Minho siente que se retuerce todo dentro de él, es como un segundo estallido que remece su sistema entero.
- No entiendo... - susurra perdido contra la boca suave del otro y una lágrima se le escapa, causando sorpresa y casi terror en los espectadores
- Yo también estoy enfermo por tu culpa estúpido – le da un golpe suave en el hombre y sonríe, llorando también – te amo tanto, pero tenia mucho miedo – le abraza con fuerza, Minho rodea su cintura con cariño.
El alto quiere molestarse, pero es imposible porque el amor le nubla, se levanta de su asiento y besa a Kibum con tanto amor, que las personas que les miran confundidas incluso toman fotografías con sus móviles. El alto piensa que quizá vale la pena el sufrimiento, enfermarse, estar al borde de la locura, si puede experimentar un poco lo que es ser un ser humano de verdad, perdidamente enamorado, de alguien tan perfecto como Kim Kibum.
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Plastic Love
Science FictionKibum ha rentado a Minho para que sea su novio en un mundo donde las personas no se hablan, donde los árboles son de plástico y el amor es una enfermedad absurda en la que muchos no creen. Ilustración: https://scarlettfu.artstation.com/projects/1VlNq