9.

2.4K 145 30
                                    

—¿Estas segura? ¿Seguro que no necesitas nada más cariño? —Ana estaba muy preocupada. Se había sentido en una película de acción, arrancando rápido el coche y huyendo, como si fuera una ladrona que acabase de robar la esmeralda más preciada de un museo. Todo había pasado muy rápido y lo recordaba todo muy borroso: Amaia subiendo a su coche, su huida a toda prisa, su amiga pidiéndole quedarse en su casa, ignorar los teléfonos... Durante todo el viaje su compañera lloró en silencio mientras tenía la mirada perdida por la ventanilla, intentó sacarle algún tema de conversación pero le fue en vano, ni la contestaba ya que estaba sumergida en sus pensamientos.

—Seguro, estoy bien, de verdad —Amaia llevaba uno de los viejos pijamas de Ana y parecía diminuta situada en el medio de esa cama de matrimonio. Tenía al gato de Ana, Mimo, dormido encima de ella y ella lo acariciaba con todo el cariño del mundo. En el piso de Ana había una cama grande para invitados. Como ella era de Tenerife, le era normal acoger a su familia cuando venían visita, por eso había decidido aprovechar al máximo el espacio de esa habitación colocando la cama más grande posible—. Ana, muchas gracias por todo.

—No hay de que amor —Ana le sonrió con una sonrisa cálida. Amaia ya se había calmado y aun que había intentado hablar del tema con ella, la joven siempre le desviaba la conversación o sencillamente le decía que no quería hablar que estaba cansada. Ana había insistido pero nada, nada de nada—. Descansa, que lo necesitas.

—Ay Ana... Te quiero —le contestó Amaia quitándose a Mimo de encima y colocándolo a su lado. Acto seguido se tumbó y estiró la mano para apagar la luz—. Buenas noches, muchas gracias.

—Muchas de nadas amiga —Ana le entrecerró lentamente la puerta de la habitación mientras veía a su amiga cerrar los ojos. Había sido un día largo y duro y lo mejor que podía hacer era dormir.

Suspiró. Sabía que sus actos traerían severas consecuencias para las dos. Era ya tarde así que se encaminó hacia su habitación donde Jadel la estaba ya esperando metido en su lado de cama y leyendo un libro.

—¿Cómo está? —se interesó este cuando vio entrar ala joven por la puerta.

—Fatal... —le confesó Ana. Como todo había sucedido tan rápido, Ana no tuvo tiempo ni para avisar a su novio así que este se había quedado paralizado al ver entrar a su novia a casa con Amaia llorando debajo del brazo. Ana le indicó que se quedara no se involucrara y se llevó a su amiga hasta la habitación de invitados. Sólo salió de ahí para ir a su armario a coger un pijama viejo para ella. Y de esto ya habían pasado un par de horas.

—¿Fatal?

—Fatal, fatal, fatal —le respondió diciendo cada fatal con aún más fuerza que el anterior —. Vamos, eso creo yo... Nunca la había visto así... Se intenta hacer la dura pero no puede con todo.

—Chica dura a la que le duele el alma —Ana asintió ante las palabras de su pareja.

—Y lo peor de todo es que no se abre —le confesó—. La quiero ayudar y no sé como y tampoco se deja...

—¿Pero exactamente que pasó? —pregunto Jadel. Él sabía un poquito la historia por encima pero tampoco la sabía muy bien. Cuando se enteró por Ana esta le contó lo poco que sabía ya que ella sabía que podía confiar al cien por cien con su pareja.

—Aún no lo sé ni yo la verdad —Ana se dejó caer en su lado de la cama y se quedó mirando al techo—. Sé lo justo y necesario. Cada uno tiene su versión y yo los apoyo a los dos porque son mis amigos, pero es que por lo que estoy viendo lo están llevando demasiado lejos... Ni sentarse uno al lado del otro querían Javi, ¿te lo puedes creer?

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora