Capítulo 34. Nuestro puñito de azúcar.

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A veces me ponía a pensar en mis sentimientos.
Pasó mucho tiempo cuando volví a salir con ese chico, mi chico de los ojos tristes.
Salimos un par de veces más.. y todo fue mejor de lo que yo esperaba.
Mis sentimientos.
Exactamente.. ¿Qué sentía por el?
Sabía.
Sabía que me gustaba, pero.. ¿Había algo más?
Claro que si.
Había algo más.
Y tal vez, yo deseaba algo más.
Disfrutaba.
Disfrutaba mucho hablar con el.
Y no solo eso, su compañía me encantaba.
Sentir su atención.
Y sentir que yo causaba un efecto en el, me hacía sentir muy feliz.
Me hacía feliz saber que él escuchaba mis palabras.
Porque ponía atención en cada sílaba que mis labios pronunciaban.
Simple.
Era bastante simple tenerme contenta.
O al menos eso creo.
Porque me gustaban las cosas simples.
Pero de gran valor.
Porque somos lo que transmitimos.
Y a mi me encantaba transmitir amor.
Me encanta ser esa persona a quien te acercas en busca de cariño, de un abrazo, de un mimo.
Me gustaba que las personas me miraran con aprecio.
Y saber que él, poco a poco me iba tomando más afecto, me volvía loca.
Porque me ponía a pensar.
¿Qué cosa podría tener yo.. que no tuviese cualquier otra chica?
¿Qué tengo de diferente?
Y no me lo cuestionaba en mal sentido.
Lo cuestionaba porque sabía que tenía muchas cosas diferentes.
Porque siempre me sentí así.
Y aunque en algún momento pensé que esa era la razón del porqué quizá los chicos huían, ahora sentía que esa era la razón de que él me quisiera. (Si así fuera)
Mi extraña forma de ser era, lo que yo pensaba, a él cautivaba.
Y por un momento sentía que todo iría bien, si dejaba de cuestionarme, ¿Cómo lo harían ellas?
Porque ahora me preguntaba, ¿Cómo lo haría yo?
Mi forma.
Mis gustos.
Yo.
Estando con él sentía que podía ser yo sin filtros.
Cuando el me decía que yo era linda, que era tierna, me lo creía.
Mucho tiempo algunas personas me hicieron creer que YO era lo que ellos creían. Cosas que no eran ciertas.
Pero YO soy simplemente yo.
Y ser así me hacía feliz.
Creerme lo que realmente sé que soy es lo mejor.
Y que él lo sepa, y me lo diga, me hacía sonreír.
Yo sabía algunas cosas que eran importantes para el.
Porque el me lo había dicho y yo había prestado atención.
Entonces, yo estuve ahí.
En ese lugar y ese momento.
En ese éxito.
Yo estaba ahí.
Y en ese instante juro que mis piernas y manos temblaron.
Sentía el palpitar de mi corazón tan rápido, tan agitado.
Porque su carita me decía lo feliz que estaba, aunque él no quisiera decírmelo, yo ya lo sabía.
Pero vamos poco a poco, cosa por cosa y empecemos por el principio. ¿Te parece?
Llevaba tiempo escuchando de eso tan importante.
Tanto tiempo trabajando en ello.
Haciendo hasta lo imposible para que funcionara como debía de.
Noche tras noche.
Desveló tras desvelo.
Pieza por pieza.
Ya se sentía.
La presión en el aire se sentía.
Ni siquiera era mío y lo sentía tan cercano.
Quedaba poco tiempo y ellos seguían trabajando en eso.
Tanto, que mi mensaje se quedó en el pasado.
Pero estaba ocupado y yo lo sabía.
Prefería no interferir.
Después él un mensaje enviaría.
O una llamada recibiría.
Pero antes de que eso pudiese pasar, yo ya estaba un paso adelante.
Me puse de acuerdo con una persona muy cercana a él.
La misma persona que entregó mi carta de amor.
La misma persona que inició con esto, enviando un mensaje de texto.
La misma, en vivo y en persona.
Su bella hermana.
Ella y yo habíamos creado todo un plan.
Algo disfuncional, para ser honesta.
Necesitábamos saber si las cosas iban bien para que me adhiriera como mantequilla al pan, al plan, a su plan.
Y llego el día. Y no teníamos hora.
Y yo sentía que no sabía ni qué hacer.
Entonces me puse guapa, y me fui a buscarla a la salida del instituto.
Ahí, el plan era simple, ir con ella a su casa y después a verlo a él.
Pero era más que eso.
Estar en su casa para mi fue una de las mejores cosas que habían sucedido en mucho tiempo.
Porque llevaba rato preguntándome como era el ambiente en el que él vivía.
Él y yo éramos muy diferentes y siempre creí qué tal vez éramos así porque fueron diferentes las circunstancias en las que crecimos.
Y me intrigaba saber más de él.
Conocer donde era que pasaba su día a día me llenaba de asombro.
Las cómicas ocurrencias de sus hermanos y la calidez de su familia a mí me lleno el corazón.
El convivir con ellos, hizo que me sintiera realmente agradecida.
Porque fue uno de los lugares donde me sentí bienvenida, realmente bienvenida.
Sentí el afecto de su familia.
Y eso me conmovió muchísimo.
Porque me trataron como a un hijo propio.
Y eso hizo que casi se me saliera una lagrima, en el comedor, con toda la familia reunida, mientras comíamos y nos reíamos, mientras hablábamos.
Hablábamos como si nos conociéramos de hace años.
Y aunque no lo creas, en ese momento no existía ni la pena, ni los nervios.
Estaba tan cómoda.
El ambiente fue tan acogedor.
Que no hacían falta, ni uno, ni otro.
Después nos fuimos todos juntos a verlo.
¿Una chica puede estar con tu familia, pueden todos suponer qué hay algo más ahí y seguir siendo solo una amiga? ¿O era más que eso?
Yo sentía que era más que eso.
Y entonces, lo vi.
Y su reacción de emoción hizo derretir mi corazón.
Porque le brillaron los ojos.
Y se enrojecieron sus mejillas.
Se notaba. Aunque el no dijera nada.
Un beso en la mejilla y un abrazo.
Las miradas.
Woow.
Como me miraba.
Yo sentía su mirada, su sonrisa y su resplandeciente esencia.
Porque resplandecía.
Y en ese preciso instante tome una foto.
Le tome una foto.
Desprevenido.
Y al natural.
Tan real.
Tan único.
Tan el.
Espontáneo.
Son esa luz que salía de él.
De su corazón.
Porque su corazón ardía como un Blast burn.
Y en ese momento el mío parecía un pequeño copo de nieve, como un cristal, derritiéndose lentamente.
Mirarlo me gustaba.
Querer entender que había tras esa mente.
Y esa foto, la guarde solo para mi.
Porque yo la veía y me hacía recordar todo lo que hemos vivido juntos en ese pequeño lapso de tiempo.
Y mi sentir hacia el.
Me recordaba lo feliz que yo era, viéndolo triunfar.
Y ser parte de su éxito, me hacía volar.
Y quién sabe.
Tal vez pronto esto se volvería más que amistad..
Lo único que anhelaba más que nada, era verle de nuevo.
La próxima vez, estaba decidida.
Le robaría un pequeño beso.
Porque él lleva meses robándome el sueño.
Y tal vez y con un poco de miedo.
La próxima vez nos estemos riendo, del tiempo qué pasó, antes de ese primer beso con el que soñábamos entre miradas y risas nerviosas.
Entre mi mundo y su mundo.
Porque la próxima vez, estoy segura que los dos pondremos un puñito de azúcar.
Nuestro puñito de azúcar.
Tan dulce y tan frágil.
Tan inesperado, tan único y natural.
Así como el.
Así como yo.
Así como nosotros dos.

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