7. Calambre

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Rubén

Una incomodidad en mi pierna derecha fue lo que me arrebató del mundo de los sueños. Mis párpados fueron separándose lentamente, acostumbrándose de manera rápida a los colores del entorno.

Por lo que podía ver a través de la ventana a pocos metros de distancia, la mañana estaba completamente nublada. Las cortinas estaban recorridas, permitiéndome ver las pomposas y oscuras nubes que flotaban sobre los edificios enormes de Madrid.

Bostecé silenciosamente y de manera casi inconsciente moví mi pierna, ganándome un gruñido por respuesta. Bajé la mirada y me encontré con una melena oscura sobre mi muslo, extendí mi brazo y con la palma de mi mano zarandeé sutilmente las hebras.

Recordé que me encontraba en casa de Mangel, y ahora su cabeza me impedía levantarme. Era graciosa la situación, normalmente, cuando despierto no suelo pensar o recordar las cosas hasta que pasa un tiempo. Un anciano podría estar observándome y yo seguiría sin reaccionar. A veces eso era un problema.

Me incorporé con ayuda de mis brazos, la mitad inferior de mi cuerpo se vio atrapado, ladeé la cabeza. Mangel estaba sentado sobre el suelo, yo me encontraba en el sofá, su cabeza se había recargado sobre mí, supongo que para encontrar una mejor comodidad. Farfullé una maldición por lo bajo y ahora moví mi pierna para tratar de despertarlo.

Escuché un profundo suspiro salir de sus labios para después observar como despertaba lentamente. Sus ojos poco a poco hicieron presencia a través de sus párpados, tenían un color más oscuro de lo normal al amanecer, y extrañamente, me sentí feliz al ser el primero en ver ese color en el día.

Se quedó unos leves momentos con la mirada clavada en el techo, su mirada estaba completamente perdida, y me pregunté si fue buena idea despertarlo, pues había ocasiones en las que él despertaba con un humor de los mil demonios, pero fue descartado al ver como giraba lentamente hacia a mí y me brindó una pequeña sonrisa.

Correspondí el acto y con eso pareció estar satisfecho, ya que su cabeza se separó de mi cuerpo al instante, como si eso fuera por lo que hubiera estado esperando toda la noche.

-Buenoh díah –su voz grave irrumpió en mi mente.

-Buenos días, Mangel –respondí a su formal saludo.

Vi cómo se incorporó y estiró sus extremidades, preparándolas para otro largo día, seguí sus actos. Me incorporé y extendí mis brazos, cerré los ojos y suspiré pesadamente. Abrí los ojos de repente y me aventé nuevamente al sofá, soltando un chillido agudo.

Mangel giró su vista de manera rápida hacia a mí y se acercó. Yo me quedé inmóvil sobre el sillón. Sentía como mi pierna era pinchada por miles de agujas diminutas que provocaban una sensación de cosquillas agudas. Él de manera inconsciente apoyó una mano sobre mi rodilla, aumentando la intensidad de la incomodidad.

-¡Mangel!, ¡Pero que deja ahí, cabrón!, ¡Calambre!, ¡Calambre!, ¡CALAMBRE! –grité y alargué la última vocal de la palabra al final. Su mente pareció salir del embobamiento en donde se encontraba y se apartó abruptamente de mí, como si un aura le rodeara y pudiera dañarme.

Pasaron unos cuantos momentos para que yo pudiera retomar la movilidad de mi pierna, la incomodidad fue amenguando hasta desaparecer. Me incorporé de manera lenta y dirigí mi mirada a Mangel, él permanecía atento a mis movimientos, su mirada hasta cierto punto llegó a ponerme nervioso.

Le sonreí y caminé de manera a la cocina, escuché como sus pasos seguían los míos sobre el suelo. Me dirigí hacia el refrigerador y saqué de este leche y un par de huevos. Pude sentir su presencia observarme desde el marco de la puerta, pero yo quería permanecer ajeno.

Estrellas Latentes (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora