Capítulo IV - "Hola".

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La misma noche de mi encuentro con la enfermera decidí dar otra vuelta por el pasillo, después claro de haber colocado bien nuestra habitación y de haber comprobado las máquinas por septuagésima vez

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La misma noche de mi encuentro con la enfermera decidí dar otra vuelta por el pasillo, después claro de haber colocado bien nuestra habitación y de haber comprobado las máquinas por septuagésima vez.

A partir de las diez y media de la noche los pasillos se quedaban casi completamente vacíos. El turno de noche comenzaba y con él ese terrible silencio que alimenta nuestros más recónditos pensamientos. Esas paredes blancas cada día se tornaban más grises.

Por suerte siempre me quedaba el chirrido de la máquina de refrescos que me había hecho un poco más humana la experiencia durante todo este tiempo. Me recordaba al sonido que hacía el viejo frigorífico de nuestra casa.

«Cuánto dinero me habré gastado aquí», pensé al pasar por el lado de aquella expendedora de metal. A veces había tenido la sensación de que ella era la culpable de todo el frío que hacía en la estancia, debido a sus refrigeradores, pero como me voy a enfadar con una de mis pocas amigas aquí.

Me senté en uno de los asientos al lado de la máquina y a unos diez metros de la habitación de mi misterioso vecino de pasillo.

Creo que aquella noche tuve suerte, porque unos minutos después se abrió la puerta y el joven salió. Se llevó la mano a la frente mientras cerraba la puerta con esmero.

-Hola –me dijo una voz grave que escuché por primera vez al pasar raudo y veloz por mi lado.

Me había hablado a mí, a un delgado e insignificante chico sentado en el medio de un pasillo vacío y solitario.

Decidí seguirle por el hospital sin que me viera. Se dirigió a la puerta principal y salió en menos de lo que canta un gallo. Cualquiera diría que tenía prisa. Como si hubiera estado deseando escapar de allí durante horas. Pero quién no está deseando salir de aquí de todas formas.

Yo me dediqué simplemente a observar a través de las puertas corredizas de cristal como se alejaba cada vez más. Durante un momento sentí envidia por aquella libertad que él se permitía al salir de aquí y no tener que volver enseguida.

Por otra parte, no entendía muy bien mis impulsos por perseguirle e interesarme por él a todas horas. Al fin y al cabo, solo era un extraño como tantos otros de por aquí. Al fin y al cabo, solo había sido un ¨hola".

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TONO GRIS. (#GAY) (#LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora