Diana parte 2

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Los ancianos Solari le enseñaron que toda vida provenía del sol, y que la luz de la luna era falsa, ya que no proporcionaba sustento y creaba sombras en las que únicamente las criaturas de la oscuridad encontraban asilo. No obstante, Diana encontraba la luz de la luna fascinante y bella, de un modo que el sol abrasador que resplandecía sobre la montaña nunca podría igualar. La joven se despertaba todas las noches tras soñar que escalaba la montaña y se alejaba de los dormitorios de los iniciados para poder recoger las flores que se abren de noche y observar cómo los frescos manantiales se volvían plateados a la luz de la luna.

A medida que pasaron los años, Diana se sentía en desacuerdo con los ancianos y sus enseñanzas. No podía evitar cuestionarse todo lo que le enseñaban. Siempre sospechaba que había algo más que no se mencionaba en las lecciones, como si todas aquellas enseñanzas fueran incompletas de forma consciente. La sensación de aislamiento de Diana fue creciendo con los años, ya que sus amigos de la infancia se distanciaron de aquella chica mordaz e impertinente que no terminaba de encajar. Por las noches, mientras contemplaba cómo la luna plateada se alzaba por encima de la inalcanzable cumbre, se sentía cada vez más como una marginada.

El deseo de escalar las faldas de la montaña era como un picor que nunca se iba, pero todo lo que le habían enseñado desde su nacimiento le advertía que la montaña se cobraría algo más que su vida si alguna vez llegaba a intentarlo. Solo los más valientes y capaces se atrevían a una subida semejante. Con cada día que pasaba, Diana se sentía más sola y más segura de que había algún aspecto esencial de su vida que no quedaba satisfecho.

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