Epílogo

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La noche que cumplieron seis meses juntos Tom alquiló una habitación en un pequeño hotel en el centro. 

Metió la tarjeta en la ranura de la puerta, la que se abrió con suavidad,  antes de entrar se deleitó admirando a su Billy, queriendo fijar esa imagen en su memoria. El chico lucía particularmente deslumbrante esa noche. Bill afirmaba que se maquillaba y vestía para sí mismo, pero en esa ocasión Tom sabía que lo había hecho por él.

Los nervios lo carcomían, pero el temor había pasado en gran medida, no estarían alli de no ser así. Luego de las arduas batallas libradas y su asombrosa victoria, Tom se erguía con una desconocida confianza en sí mismo.

Su amado sonrió con dulzura y, rodeándole los hombros con sus brazos,  le ronroneó al oído.

—¿No vas a cargarme? 

Repentinamente a Tom se le secó la garganta y todo el aplomo que creía poseer se desvaneció. 

Bill no había vuelto a mencionar el asunto "fuimos desposados por El Altísimo" desde esa tarde en el mirador, mas de un mes atrás. Ahora comprendía su insistencia por vestir de riguroso blanco —un color inusual en su chico, que prefería el negro a todo evento— y el anillo que le obsequió durante la cena, que mas parecía una sortija.

Las palabras de la divinidad acudieron a su mente "Honrarás vuestra unión con fidelidad y devoción". 

Su corazón siempre le fue fiel a Bill, aun cuando su cuerpo iba de una chica a otra sin descanso. 

Y en cuanto a la devoción... 

No bien se hubo espabilado no perdió más tiempo en divagaciones, inclinándose pasó una de sus manos bajo las rodillas de Bil con un movimiento rápido y se alzó con él, que se asía firmemente a su cuello.

—Me he tardado más de lo prudente pero... —balbuceó un intento de disculpa, que fue acallada por los labios de su amado.

Era la forma que Bill tenía para decir: "un amor sin peros, ¿Recuerdas?"

Una vez dentro cerró la puerta con el pie, no era su intención azotarla pero no controló su fuerza y la ansiedad lo pudo.

Bill, su fiel amante y proxeneta de medio tiempo, aún era virgen. No sólo eso, llevaba mas de seis meses esperando pacientemente ser desvirgado por él. 

Aquella era mucha presión sobre sus hombros, por eso antes de salir de casa, Tom metió de contrabando en el bolsillo del pantalón una de las ultimas pastillas de Viagra que le quedaban. Sólo en caso de emergencia.

Recostó a Bill en la cama, sin saber por donde comenzar. ¿Tal vez abrir la champaña? La cubitera debía estar por alguna parte. 

O quizá Bill quisiera un poco de música para relajarse...

—Tomi.

—¡¿Qué?! —chilló, revisando bajo las almohadas, sin encontrar el jodido control remoto—Lo siento, estoy un poco...

Bill lo jaló junto a él en la cama, riendo de esa forma sexy que lograba que se le veían los colmillos.

—Bésame, Tomi.

Tom sonrió, como el bobo enamorado que era. Acarició sus mejillas y lo besó con entrega, dejando que las manos de Bill deshicieran sus cuitas a la vez que se deshacía de su ropa. 

The Man of the Magic DickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora