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Valentino Trümper fue un chico asombrosamente maduro para su edad, relacionarse tempranamente con adultos tuvo ese efecto en su carácter. Por el mismo motivo no cargaba con grandes muestras de irresponsabilidad en su haber hasta la fecha. Tal vez la más grande (y desastrosa) locura cometida en sus años de adolescencia correspondiera a su precoz e impetuoso amorío con el diseñador Wolfgang Joop.

De hecho, el tono escandaloso con que la prensa cubrió su primera relación de pareja consiguió que aquella otra locura, su capricho casi infantil, quedara en el olvido.

Contaba con quince años cuando recibió su primer cheque de seis cifras, el que invirtió íntegramente en un Porsche Boxter S 3200 color plata. Vehículo que conducía hasta la fecha.

El modelo sentía debilidad por la adrenalina que le producía conducir a velocidades astronómicas, con la capota descubierta y el sistema de sonido al máximo.

Su romance con la velocidad llegó a su fin el día en que sus padres fallecieron producto de ese horrible accidente automovilístico.

Asistió a un terapeuta dos veces por mes durante más de un año antes de poder volver a sentarse al volante sin que sus manos temblaran.

Val guardaba esos traumáticos recuerdos para sí, ni siquiera se los confió a su hermanito. En parte porque, siendo el pilar de la familia, no deseaba mostrar su lado más vulnerable; en parte porque era su trauma personal y no quería traspasárselo a su hermano de manera inconsciente.

Le aterraba el día en que su Bibi cumpliera la mayoría de edad, sabía que el chico no tardaría en concretar su anhelo de poseer el automóvil más rápido y ostentoso que pudiera conseguir.

Sabía que su prohibición parecía incomprensible: siendo el propietario y conductor de un bólido no esperaba que el adolescente entendiera, solamente rogaba a Dior que, llegado el momento, pusiera algo de cordura en esa cabecita repleta de mouse y cuidara de su vida como él había hecho con la suya, hasta el momento.

—¿Estás bien? Pareces abstraído.

Las palabras de su pareja lo regresaron al presente, al apacible tráfico de media mañana en Berlín. Luego de que su estilista cancelara su cita a último minuto, un café con su amado le pareció la mas tentadora de las alternativas.

Le sonrió, mirándolo con cariño a través de sus enormes lentes ahumados.

—Me quedé pensando en tu propuesta —aseguró, adelantando a un taxi que se rezagó al detenerse para coger una pasajera.

—¿Y...?

—Y... Bibi continuará con guardaespaldas y chofer mientras yo sea su tutor. No me importa que pienses que lo mimo demasiado, es mi bebé y lo malcriaré mientras pueda..

Nick opinaba en forma diametralmente opuesta a él al respecto. Su pareja creía que había que comenzar a otorgarle responsabilidades de los niños de forma gradual —"precisamente ese es el punto, cariño. Ya no son unos niños"— para que el golpe no fuera tan duro al momento de enfrentar la vida adulta.

—Mi Dior, ¿sería mucho pedir que jamás crecieran?

El veterinario rió ante su modo de negación.

—Pues yo seré feliz el día que ya no tenga que recoger ropa sembrada por toda la casa para meterla a la lavadora.

La simpleza de su pareja lo enamoraba un poco más cada día, conocer al dedillo las reglas de tránsito tenía sus ventajas después de todo.

—Treinta.

—¿Treinta qu...?

Jaló a su novio de la camisa para darle un beso breve pero intenso, sentir sus manos recias en su cintura le hicieron desear encontrarse en cualquier otro sitio y tener algo más que esos escasos segundos para demostrarle su amor.

Se separó a los "cinco" para dejar un piquito y morder con gula su labio inferior.

En el segundo sobrante chequeó su labial —impoluto— en el espejo retrovisor antes de retomar la marcha con una sonrisa de satisfacción.

~*~

Por más que Nick llevara algún tiempo frecuentando a Val —como amigos primero, luego como su pareja— aún se tomaba un instante cada vez que lo veía para dejar escapar su suspiro y reponerse de la impresión. Ese día iba vestido de negro de pies a cabeza, incluidos los guantes de cabritilla y las botas altas de cuero. Ese atuendo le hizo pensar inmediatamente en el severo amo que reinaba en el calabozo de sus más secretas fantasías. Deseó tener la osadía de su alter ego, el sumiso esclavo que sin embargo se atrevía a suplicar "tómame".

Val tenía pasta de amo, lo supo en cuanto reclamó sus labios con fiereza en la breve pausa en medio del tráfico. Ignoraba que la espera en un semáforo en rojo pudiera emplearse de forma tan provechosa.

Cuando Val regresó toda su atención a la via él le cogió la botella de agua de la guantera para bajar sus pulsaciones y convencer al habitante de su entrepierna a calmarse y volver a su paciente letargo.

Cerró los ojos y exhaló, acomodándose mejor en el asiento. Pero en lugar de perderse en una fantasía del todo inconveniente, por el lugar y la situación en que él y su pareja se encontraban, tuvo un fugaz pensamiento para su cuñado. Sintió pena por él: ir a todas partes con su guardaespaldas/chofer debía complicarle bastante su vida amorosa, por no mencionar la sexual.

Tal vez ese fuera el objetivo de su posesivo hermano mayor.

Evitó verbalizar ese comentario, probablemente recibiría una sonrisa irónica de su pareja.

~*~

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2018 ⏰

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