PRÓLOGO

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19 de agosto de 1976

─"Querido Edward,

Te escribo ahora mismo mientras duermes, aun sabiendo que cada cosa tiene su lugar y su tiempo, prefiero hacerlo en una noche de desvelo. Lo siento mi amor, lo siento porque sé que es duro, pero no te creas que a mi no me duele, se que voy a echar de menos tus caricias, tus besos... todo de ti. Me duele saber que, tal vez, no os vuelva a ver, esa es la razón de mi tristeza por la que me preguntaste esta tarde bajo la calurosa luz del sol mientras que disfrutamos de uno de nuestros tantos paseos del mes de agosto y tal vez fuese el último día que disfrutaremos juntos, de mientras me gustaría quedarme toda la noche contemplando tu figura, tu espalda, unir tus lunares y recordar todos los bellos momentos a tu lado, pero tu sabes que es imposible y es mejor dejarlo aquí a que prolongarlo durante más tiempo, gracias por enseñarme lo bonito que es la vida, lo bonito que es amar a alguien de verdad, te quiero Edward.

Atentamente tuya, Alison."

20 de junio de 1976

Pude notar su respiración en mi cuello, mientras que también aprovechaba en aspirar su aroma masculino, tan varonil, tan de él, me hacía feliz, me hacía la mujer más feliz que podría haber en la faz de la tierra, y eso era una de las mejores excusas para permanecer alejada de mi hogar a altas horas de la madrugada, a escondidas, pero con la piel a flor por él, el hombre que irrumpió todos los planes que ya tenía, el que me hizo dudar acerca de los fantasiosos amores de aquellos libros que tanto me gustaban leer y a los que él les llamaba "mentirosos" ya que todas las ideas que querían meter en las cabezas de sus fieles lectores eran ficticias.

─No sé por qué sigues leyendo esos libros...─ se atrevió a decírmelo una vez más, pude notar como sus ojos se clavaban en la comisura de mis labios. No pude evitarlo y sonreí.

─¿Y por qué no debería leerlos?─ pregunté dejando el libro encima del pequeño mueble.

─¿Para qué quieres leer historias de un escritor que dudo que haya experimentado ni la mitad de la magia que tenemos nosotros?─ lo volvió a hacer, esta vez sus ojos verdes miraban fijamente a mis pupilas oscuras, sabía perfectamente como llegar hasta lo más profundo de mi corazón con una simple mirada.

Apague la pequeña luz que teníamos como lámpara en aquella habitación improvisada que creamos con nuestros propios objetos personales y algunas cosas hechas con nuestras propias manos.

─Da igual lo que lea Ed, nada me parece más mágico que estar ahora mismo aquí contigo, ahora descansemos, mañana tengo que volver antes de que mis padres se den cuenta de que su hija no está en casa, te quiero.─ me disponía a darme la vuelta cuando noté la suave mano de Edward atrayendome hacia él.

─Siempre te querré Ali─ me dió un beso en mi hombro desnudo.

En la actualidad.

─¡Abuela, ya está aquí! ¿Qué le digo?

─Dile que pase, enseguida salgo, llevale al salón por favor cariño.─dije terminando de colocarme el collar de perlas, su último obsequio antes de descubrir todo lo que estaba sucediendo por aquel entonces.

Bajaba las escaleras con cuidado de no tropezarme, no os voy a engañar, estoy demasiado nerviosa, ¿qué le diré después de todo los años que han pasado? ¿Qué me dirá él? ¿Será capaz de perdonarme después de todo? No sé cómo va a reaccionar, ni siquiera sé cómo reaccionaría yo.

Una vez que termino de bajar el último peldaño, me invade la inexplicable sensación de querer huir de aquí, los nervios me están invadiendo, incluso mis manos empiezan a estar pegajosas gracias al sudor. Cuidadosamente, he intentando no ser descubierta, me dirijo a la puerta principal de mi casa, mi intención era huir otra vez, hasta que...

─Abuela, ¿me puedes decir a donde vas?

─Lo siento, no puedo hac...─ no me dió tiempo a terminar la frase, mis ojos se volvieron a cruzar con los suyos, aún después de cuarenta años, sus ojos verdes me siguen cautivando.

─Hola Alison.─por fin le escuche, después de toda una vida, le volvía a escuchar.

─Hola Ed... Edward─ quise decirle algo más, de verdad que lo intenté, pero ¿qué le puedes decir al amor de tu vida después de haberlo dejado escapar?

─¿Qué te parece si nos sentamos y hablamos?─dijo con su mejor sonrisa.

ALISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora