Era un martes de la segunda semana del mes de enero, como por eso de las once y media de la noche. Una chica estaba despierta debido a la ansiedad que sentía para que fuera el día siguiente. Era el día que le cambiaría la vida para siempre, y para bien. Estaba emocionada, no lo podía negar, pero a la vez se sentía aterrada. Tenía miedo de cambiar sus valores, de perder su identidad. No quería dejar de lado su tan preciada y amada cultura mexicana por otra, o simplemente olvidarse de ella. Unos leves golpes en la puerta de la habitación del hotel la hicieron salir de sus pensamientos, se paró a abrirla y al hacerlo, se encontró con su papá.
—Hola pa, ¿qué pasa?— preguntó.
—Hola hija, ¿puedo pasar?
—Claro— dijo mientras se hacía a un lado y abría la puerta, dejando pasar a su padre. Cerró la puerta una vez que entró y los dos se sentaron en la cama. Se mantuvieron en silencio un par de segundos, hasta que su papá empezó a hablar:
—Madie, en unas cuantas horas estarás en camino hacia un enorme cambio en tu vida.
—Lo sé pa.
— ¿Estás segura para ese cambio?
—Mientras ustedes se queden a mi lado, lo haré.
—Bien, quería asegurarme por si pensabas en cambiar de opinión— ambos soltaron una leve risa. — Ahora, quiero decirte que tu madre y yo estamos muy orgullosos de la señorita en la que te has convertido. Cualquier cosa que pase, recuerda que siempre podrás contar con nosotros, aunque estemos separados. Tienes todo nuestro apoyo, y ten por asegurado que te vamos a apoyar desde aquí. — terminó de decir con lágrimas, gesto que hizo a Madison llorar.
—Tu vida va a cambiar en cuanto te subas a ese avión— continuó su papá.—, pero quiero que recuerdes que estés en donde estés, tengas la edad que tengas, siempre serás nuestra pequeña bebé, aunque ahorita ya no seas tan bebe. Te amamos con todo nuestro corazón.
—Gracias papá, yo también los amo. También gracias por haber venido y convivir con mi mamá.
—Todo sea por ti, además no sé cuándo te vaya a volver a ver ya que no vas a estar ni para Navidad ni para Año Nuevo.— tras decir eso, se fundieron en un largo abrazo.—Ahora ve a descansar, mañana tienes un gran día por delante.
***
Aviones llegaban y se iban. Personas se iban en busca de una mejor oportunidad o simplemente en busca de un nuevo comienzo. Algunos lloraban mientras se despedían de sus seres queridos que habían ido a despedirlos, y otros simplemente se iban sin despedirse, ya fuera porque se les hacía tarde para tomar su vuelo o porque no había llegado nadie.
Su maleta de mano se movía con sus pequeñas rueditas tras ella. Sus padres la habían acompañado hasta el aeropuerto de la Ciudad de México. Se detuvieron cuando habían llegado a la zona de revisión, sus padres ya no podrían pasar así que desde ahí se despidieron ahí. Queda más que claro que los tres se pusieron a llorar a mares, mientras se daban un abrazo grupal. Llegó el turno de Madison para pasa, y tuvieron que soltarse.
—Recuerda que te amamos hija—dijo su papá.
—Siempre estaremos para ti en lo que sea, a cualquier distancia y hora—dijo su mamá. Madison no pudo más que asentir y darles un abrazo individual junto un "Te amo".
Pasó sus cosas por el detector de metales, ella pasó y nada. Le entregaron sus cosas de vuelta y se dio la vuelta para al menos despedirse nuevamente de sus papás con la mano, así lo hizo con lágrimas solitarias que caían por su rostro, ellos regresaron el saludo y con eso tuvo para seguir con su camino. Llegó a la zona que le correspondía y se sentó, colocándose sus audífonos para que el tiempo pasara más rápido. Luego de una media hora, empezaron a subir a los pasajeros hasta que le tocó; ya arriba del avión, buscó su asiento correspondiente: D17, para su suerte le había tocado la ventanilla. Antes de sentarse, colocó su pequeña maleta en el portaequipaje y se sentó.