CAPÍTULO VI - Cuarta parte

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-Si descartamos los nombres de mujeres, nos quedan quince hombres.

-La habitación puede estar registrada bajo cualquier nombre. Incluso el de una mujer -respondió Ángel pasándome de vuelta el mate.

-Vamos a suponer que no. Que está registrada a su nombre. ¡Estoy teorizando, che, no me pinches el globo tan rápido, viejo!

Ángel solo se rió.

-Como estaba diciendo, supongamos que está registrado con su nombre, aunque no sea real. Saquemos a las mujeres de la lista -proseguí marcando con una cruz los nombres de todas las huéspedes del piso diez-. Alguno de estos tipos tiene que ser -dije mirando la selección que me había quedado-. Yo no puedo creerlo... Me siento cómo si estuviera jugando al ¿Quién es quién?

-¿A qué? -preguntó Ángel.

-Nada. La cuestión es... Podría ser cualquiera de ellos... Pensé que iba a ser más fácil.

-Pero, ¿No me dijiste que vos la conoces a esta gente? ¿No deberías saber o, al menos sospechar, quién es?

-Los conozco, sí, pero al hombre del ascensor no. A él no lo había visto antes.

-Y entonces, ¿Cómo podés saber que está con la gente que te busca?

-Es una corazonada... Ese tipo prácticamente tenía un cartel con luces de neón en la frente que gritaba TURBIO. Además, si mi instinto no me falla, creo que reconoció esto -dije tirando de la cadenita plateada, oculta debajo mi ropa y de la cual colgaba un dije.

-Qué hermoso -comentó Ángel observándolo.

-Sí -respondí mirando hacia abajo y acariciando el dije con una sonrisa en mis labios-. Fue un regalo que me hizo el padre de mi hijo antes de irme -agregué-. Una promesa...

-Y a vos también se te ocurre ponerte un signo de neón en el cuello, después le decís al otro...

-El asunto es justamente ese... Hasta donde yo sé, además de mi mamá y él, nadie más sabía que él me lo había regalado. Pero en la forma en la que este tipo lo miró... No sé porqué, ni cómo, pero estoy segura de que lo conoce y que sabe la historia que hay detrás.

-Entiendo... A ver, déjame ver la lista original. No sos la única que sabe leer entre líneas. En este trabajo, uno necesita prestar mucha atención a los detalles... Y yo soy muy bueno en eso -me pidió y yo le pasé el celular, en donde estaba la foto que había tomado de la planilla verdadera.

Ángel se puso a analizar minuciosamente la planilla. Sus ojos se movían a lo largo y ancho de la pantalla como un escáner en busca de alguna palabra clave. Finalmente, "el escaneo" se detuvo y puede darme cuenta que había encontrado algo importante.

-Simona... ¿Ésta gente maneja mucho dinero?

Lo miré y fingí reírme.

-¿Si manejan dinero me preguntas? Demasiado. Están metidos en todos los negocios sucios que te puedas imaginar. Si al menos esa guita fuera de ellos...

-Entonces, éste es el hombre que buscas -indicó devolviéndome el teléfono y señalando con el dedo índice a un nombre en específico.

-¿Tomás Villarreal? ¿Estás seguro?

-Comprobálo vos misma. Fíjate las cosas que pidió para la habitación.

Tomé mi teléfono y seguí las indicaciones de Ángel.

-Seis docenas de rosas color lavanda frescas, cien velas aromáticas blancas, sábanas de lino, cuarenta litros de agua mineral Suiza en botellas de vidrio, leche de soja importada, aromatizantes sabor vainilla ¿Quién necesita todas estas cosas para una estadía de seis días?

Amarte en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora