Se sentó en la acera esperando que su amigo saliera de su casa para poder encontrarse. El sol estaba en su punto más alto, hacia un calor infernal y ella seguía sentada en acera esperándolo.
Leah había estado esperando este día durante semanas, contando los días e incluso las horas. El reencontrarse con Nathan después de todo un año era un golpe de amor a su corazón. ¿Él estaría nervioso igual que ella? ¿Seguiría siendo el mismo?
Muchas preguntas le carcomían la cabeza y eso la hacía sentir más nerviosa y ansiosa, pero él aún no llegaba. Miró la casa de su gran amigo esperando que saliera, sabía que estaba ahí pues había visto su auto llegar. Además que, habían estado escribiéndose mensajes y planeando este día, extrañamente hace unos días no le contestaba.Dentro de la casa de Nathan reinaba el silencio, la melancolía y la nostalgia. La madre tocaba sus fotos deseando que todo lo qué pasó fuese mentira, que su hijo estaba aún con ella. Pero en el fondo de su corazón sabía que por más que ella deseara volver a verlo, eso no pasaría. Se volteo y miro por la ventana unos minutos percatándose que Leah esperaba sentada en la acera. Leah estaba distraída por lo que no notó que Claire, la madre de Nathan, estaba mirándola. Claire recordó todas las veces que Nathan le rogaba que le prestase su auto para poder salir con Leah, todas veces que escuchaba sus risas en la calle y todas las veces que comieron juntos, cosas que ya no pasarían. Por otra parte el padre de Nathan, Eric, estaba en la habitación de su hijo. Revisaba sus cuadernos, las fotografías que tenía con Leah pegadas en su pared, fotografías de ellos, libros que nunca leyó, cartas que nunca abrió y ropa que ya no usaría. Se recriminó el hecho de haberlo mandado al servicio militar, pensaba que ese tiempo desperdiciado lo hubiesen aprovechado pasándola juntos, amándose como padre e hijo. Se sentó en el borde de la cama y trato de calmar su respiración. Le habría gustado mostrarle tantas cosas a su hijo pero ya no podía, ya era demasiado tarde y eso le partía el corazón en mil pedazos. Claire entró justo en el momento que su amado esposo se había quebrado. Lo abrazo y trato de tranquilizarlo pero no funcionó. No hay peor dolor que la pérdida de un hijo.
Leah seguía mandando mensajes llenos de ira a Nathan por su retraso pero él no los respondía. Pero no fue motivo para que Leah se fuera, ella lo esperaría, ella siempre lo esperaría sea cual sea la situación. Comenzó a jugar con su teléfono y hacer cualquier cosa con total de no aburrirse pero no estaba funcionado. Había estado soñando tanto con este momento que el que Nathan aún no llegara solo lograba decepcionarla.
Recordó la primera vez que vio a Nathan, se le quedó mirando bastantes segundos pues tenía una extraña cicatriz junto a su labio y unos bonitos ojos. Recordó pensar que era un lindo chico. Cuando Nathan se percató que lo miraba se le acercó y la saludó. Un simple saludo hizo que desde ese día nunca más se separaban. Habían pasado tantas cosas juntos que Leah no sabía con seguridad si lo veía como un hermano o cómo algo más. Alguna vez se habían dado uno que otro beso pero más allá nunca había pasado nada. Nathan fue su primer mejor amigo y fue la persona a quien primero amó en su vida. Fue tan doloroso para ella saber que sus padres lo mandarían al servicio militar por un año, nunca había sentido una angustia tan grande como la que sintió ese día. Solo se quedó tranquila cuando él prometió que volvería y lo primero que haría sería estar pegada a ella prácticamente todo el día.
Salió de sus pensamientos cuando vio a los padres de Nathan salir de la casa. Se aproximó a ellos y en el camino sintió que algo estaba mal pues si miraba con atención los padres de Nathan tenían la mirada perdida y los ojos hinchados. Su corazón se agitó y paró unos segundos antes de llegar. Todos se miraron pero ninguno se dijo nada pero con solo una mistada Leah lo entendió todo. Trato de decir algo pero su voz no salía, comenzó a pestañear más rápido y sintió como las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. Se quedó mirando un punto fijo sin decir nada, sin emitir ningún sonido. Transcurrido un rato en donde el silencio era el que reinaba levantó la vista y miró fijamente a los padres de Nathan.– Es mentira. – Esperó unos segundos y lo volvió a repetir pero un poco más alto.
– Ojalá fuese mentira Leah.
Negó con la cabeza repetidas veces, se dio vuelta y corrió a su casa ignorando los gritos a su espalda. Entró a su habitación y miró su pared, miles de fotos de ella y Nathan la decoraban. Miró cada una de ellas para luego sentarse en su cama y llorar, llorar desconsoladamente.
Y solo un pensamiento inundó su mente: Nunca pudo decirle lo mucho que lo amaba y lo vacía que se sentiría la vida si algún día lo perdiera.Muy dentro de ella sabía que él lo sabía. Tristemente el día que ella pensaba iba a ser el mejor de su vida terminó siendo todo lo contrario.