Inesperado

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El característico sonido de la alarma suena dentro de la alcoba, el bulto envuelto en sedosas sábanas profiere maldiciones preguntándose por qué razón ha colocado una para despertarlo a las seis de la mañana cuando él acostumbra dormir hasta tarde.
El incesante ruido sigue su curso y Tony se ve obligado a liberar una de sus extremidades de su cálido escondite para poder ponerle fin al asunto. Suspira, da vueltas en la cama intentando conciliar el sueño nuevamente sin mucho éxito en su labor. Va de un extremo al otro, hunde su faz en la otra almohada aspirando el aroma que esta desprende. Maldice una vez y finalmente aparta las sábanas —hechas un total desastre— hacia un lado. Sentado sobre el colchón observa durante más tiempo del necesario el piso y los zapatos sobre la superficie. Descalzo se dirige al baño donde toma una rápida ducha para eliminar los últimos rastros de un sueño interrumpido. Se viste con uno de sus mejores trajes para acudir a Industrias Stark —tal vez esa sea la razón de la alarma, algún asunto de trabajo—. Abandona la habitación y por primera vez cae en cuenta que el cuartel de los Vengadores está en completo silencio. Clint, Scott y Sam no están ocasionando sus destrozos matutinos, Visión y Wanda no cocinan alguna comida que nadie más que ellos se digna a probar, Natasha no merodea por ahí como buena espía que es, Rhodey no se encuentra viendo las noticias junto a Bruce, Thor no está vaciando nuevamente el contenido del refrigerador, no hay señales de Steve que a esta hora siempre se despide de todos sus compañeros porque suele ir a correr, inclusive no hay rastro de Peter —su pequeño aprendiz—, que a veces aparece por el complejo antes de acudir a la escuela. En ese punto de la situación a Tony no le molestaría ser visitado por T'challa, ver a Strange y su gran ego o a Barnes.
Y que el Dios en el cual no cree lo perdone, pero incluso soportaría la presencia de los Guardianes de Galaxia sobre todo del infantil de Star Lord.
Hasta le alegraría ver a Loki, podía sobrellevar la visita de esa sabandija que a pesar de todo lo acontecido, siempre tiene el apoyo o cariño de Thor, lo aceptaría con gusto si eso significa poder obtener un poco de normalidad durante la mañana.

Frustrado se dirige hacia la salida, con la llave de su auto favorito en su diestra, el celular dentro del bolsillo vibra y él lo ignora enfocándose en conducir por las concurridas calles de Nueva York, en determinado momento del trayecto, el estómago del millonario comienza a rugir producto de la falta de comida, suspira resignado, detiene el vehículo e ingresa al pequeño local para salir minutos después con una caja de donas y café en mano. Permanece en el estacionamiento degustando su pequeña y deliciosa adquisición, el dulce sabor de las donas origina que sus labios se sientan pegajosos, da el último sorbo a su bebida y se encamina nuevamente hacia su destino, esta vez enciende el estéreo, sube todo el volumen permitiendo que la música se escuche con suma claridad en su paso por las distintas calles.

Llega al sitio indicado cuando una canción concluye con un excelente solo de guitarra y las notas altas del vocalista que le dan un toque mágico a la melodía. Sale del vehículo, guarda las llaves, camina hacia la entrada con la seguridad que siempre lo caracteriza, saluda a unos cuantos conocidos hasta que su mirada se cruza con la de Pepper, ella permanece neutral con apenas una sonrisa en sus labios pintados de rojo que hacen resaltar las pecas de su faz. Potts deposita un sonoro beso en la mejilla de Tony sonriendo con sinceridad. Tony está seguro que ahora su rostro tiene la marca de los labios de su mejor amiga impresos en color carmesí.

—Dime que hay una buena razón por la cual mi alarma sonó a las seis, ¿sabes lo que pienso del trabajo matutino? Nunca es bueno, no funciono bien a esta hora, soy un hombre nocturno, señorita Potts —reclama fingiendo enojo con las manos en la cintura para aumentar la calidad de su actuación.

Virginia ríe de esa manera tan peculiar que tiene de hacerlo: arrugando levemente su nariz y cerrando los párpados.

—No es tan malo, Tony. Solo estás aquí para pequeños asuntos —explica rodeando con su brazo la extremidad contraria—. Vas a ver como las horas pasan volando —añade empezando a transitar llevando al azabache consigo.

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