⭐ Segundo Lugar en Los Premios Wolrds 2018 ⭐ Degusta el éxtasis en su más pura esencia; saborea la sangre, sudor y lágrimas que derramarás en el proceso. No existe mayor dicha en este mundo. Prepárate, ahora estás en caída libre.
Una caída al vacío...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Se desataba la lluvia sobre el mar, reverberaban los restallidos de los relámpagos, soplaba el silbido de la borrasca y golpeaban las inclementes olas a estribor. Cordelia tenía que auxiliarse de grandes bocanadas de aire para lidiar con la ansiedad.
La muchacha clavaba las uñas con tal fuerza que los arañazos llegaban a sangrar, y mientras pequeños hilos de sangre caían, no paraba de reprenderse, repitiéndose una y otra vez:
—¿En qué me he metido?
Lo había estado susurrando, como un mantra, entre bocanada y bocanada de inhalación, pensando que quizá si lo pronunciaba reiteradamente, pudiera ayudarle a encontrar la respuesta.
Como cualquier persona que amara las buenas aventuras, había escuchado demasiadas anécdotas terribles sobre malaventurados naufragios de alta mar... muchas más de las necesarias. Por alguna razón esos cuentos brotaban en su mente contra su voluntad, envenenándose con presagios fatalistas. Estaba segura que pronto experimentaría tales historias en carne propia.
Y contra toda conjetura lógica que cualquiera pudiera hacer, no le molestaba morir ahogada. No. Entonces estaba atravesando por una etapa que, en estos tiempos modernos, un psicólogo diagnosticaría como un severo trastorno de ánimo: depresión; no una depresión cualquiera, era esa clase de depresión dónde tener la certeza de morir era de hecho un pensamiento mas bien alentador.
La señorita Leone lo había empeñado todo en ese viaje. Los costes de una travesía habían resultado un sacrificio completo y absoluto. El viaje que ahora estaba emprendiendo era lo único que le quedaba. Y cuando me refiero a todo, es que (literalmente) su mundo entero estaba en juego abordo de esa travesía.
Si en ese momento el barco naufragaba estaba segura de algo: las mujeres y niños serían los primeros en ser auxiliados y trasladados a los botes de remos. Por tanto, como la única mujer abordo tenía garantizada la supervivencia. Una supervivencia en una eterna ruina y desgracia.
