— Te gusto... —repite Kane lentamente y con obvia incredulidad mientras eleva ambas cejas —. ¿Es una broma?
Suspiro sabiendo de antemano que él no iba a creer algo tan simple, sin embargo, es la pura verdad. Lo rodeo, moviéndome de forma lenta y pausada, y me dejo caer sobre el sofá que rebota bajo mi peso. Me acomodo flexionando una pierna sobre los cojines de tejido grueso y oscuro color marrón y, después, lo miro. Kane, de pie en medio del espacio abierto que es a la vez salón y cocina, aguarda por una explicación, así que se la doy.
— La primera vez que te vi apenas me fije en ti un par de segundos —confieso recordando aquel día en el que, como cualquier otro, caminaba sobre los tejados cubiertos de tejas rojizas y chimeneas humeantes. Hacía bastante frío y las calles estaban tenuemente iluminadas, por lo que lo único que vi fue la figura envuelta en sombras de un hombre contra la pared de un bar —. Estabas ahí parado, completamente inmóvil, así que pasé de largo. Sin embargo, la puerta del local en cuyo exterior aguardabas se abrió y salió un hombre que no dejaba de tambalearse, probablemente por la cantidad de copas que se habría bebido aquella noche. Lo miraste fijamente durante todo el trayecto desde la puerta hasta que paso por delante de ti y, después, comenzaste a seguirlo — cuando vi aquello, no puede evitar detenerme para observar y la curiosidad me llevó a seguir a aquel extraño vestido de negro que acechaba a un borracho a través de las calles de la ciudad. Se mantenía alejado, aunque no demasiado... como si no quisiese perder a aquel hombre que se tropezaba con sus propios pies y tarareaba una canción inentendible mientras intentaba mantener el equilibrio —. El hombre, de rostro enrojecido y ojos brillantes por el alcohol, finalmente se perdió y acabo en un callejón sin salida. Cuando se dio la vuelta para elegir otra ruta se encontró inevitablemente contigo.
Kane estrecha sus ojos probablemente recordando aquella noche.
— Eso fue hace un par de meses —murmura él sin dejar de mirarme.
Deslizo mi brazo sobre la parte superior del respaldo del asiento y apoyo la cabeza en mi mano mientras continúo hablando sobre la primera vez que vi Kane Velkan, aunque por aquel entonces todavía desconocía su nombre.
Ese día mi obsesión surgió como una pequeña llama y poco a poco se fue avivando hasta convertirse en el gran fuego que me consume hoy.
— El pobre hombre casi se cae sobre su trasero al verte —una sonrisa llena mi rostro al recordar cómo sus ojos y su boca se abrieron ampliamente al reconocer al hombre vestido de negro y de mirada penetrante frente a él —. Trató de escapar, pero obviamente tú no le dejaste. Lo agarraste del cuello de su chaqueta y tiraste con fuerza —el hombre, demasiado borracho, acabo cayendo al suelo y un lastimoso quejido de dolor cruzó el silencioso callejón. Yo observaba desde lo alto de la azotea del almacén de al lado. Encaramada junto al borde, no podía dejar de mirar con ferviente curiosidad los eventos que estaban teniendo lugar —. De repente, sacaste unas brillantes esposas, le retorciste los brazos sin delicadeza tras su espalda y se las colocaste bien apretadas alrededor de sus rechonchas muñecas. ¡Él empezó a llorar!
Mi cálida risa llena el apartamento de Kane.
Aquel hombre lloró como si fuese un niño pequeño al que su madre hubiese arrastrado de la oreja para llevarlo de vuelta a casa, pero él no era un crío sino una persona adulta que aparentemente había hecho algo mal. Por otro lado, el hombre de aura oscura que lo esposaba era, sorprendentemente, un agente de la ley.
Inesperado...
— Estabas allí —dice él sorprendido pues sabe que cada palabra que ha salido por mi boca es cierta. Lo que he relatado concuerda exactamente con lo que pasó —. ¿Dónde?
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La chica sobre los tejados © #2
FantasyA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...